Domingo, 3 de septiembre de 2006 | Hoy
CINE > UN DETRáS DE ESCENA TRIPLE X DISTINTO
El nuevo documental de Homero Cirelli, Porno, se realizó en una casa quinta y se ocupa del rodaje de una película condicionada argentina de bajo presupuesto. Pero gracias a tiempos muertos, momentos que el director define como “cuelgues” y una metodología cercana a la manipulación, es mucho más que un making-off: una obra entre la ficción, el documental y la poesía, con perros que juegan con envases de leche y charlas sobre sexo con animales durante la cena.
Por Mariano Kairuz
Hay un plano en Porno que es de lo más elocuente. Es una imagen que no olvida nadie que vea la película: el plano detalle de una mosca posada sobre los labios vaginales de una actriz porno. La mosca posada y los labios reposados, relajados, en un alto del rodaje y un descanso del trabajo. Es uno de esos momentos a los que Homero Cirelli, el director de Porno, define vagamente como “cuelgues”. Es en buena medida de estos cuelgues que consta el procedimiento por el que Homero Cirelli construye sus películas, y es de estos momentos colgados que, también en buena parte, se componen estas películas. Momentos como el de la hormiga que carga una hoja junto a la pileta de la casa quinta donde se filma la película triple X. O como el del perro que juega con el envase de leche. Momentos que, oblicuamente y aunque no lo parezca, en el mundo de Homero Cirelli pueden estar muy ligados al cine sexualmente explícito.
Lo que al principio parece anticipar un documental de rodaje, un making-off de una producción pornográfica nacional más o menos barata, se transforma en otra cosa, con su cámara atenta a la naturaleza circundante y a los tiempos muertos. En esos tiempos muertos aparecen algunas de las escenas más valiosas de la película. Escenas que capturan algunas rutinas y dificultades del sexo hecho pura y exclusivamente para la cámara. Y otras que capturan la dinámica del equipo: una cena, por ejemplo, con distintos relatos sobre la relación del hombre con la naturaleza. A través de la caza por ejemplo. Y a través del sexo con animales de campo, también.
Homero (así firma) dice no ser un experto en pornografía, y ni siquiera haber visto muchas películas condicionadas. Antes de dedicarse al cine estudió música, tuvo una banda y trabajó durante seis años en la edición de programas periodísticos para televisión abierta. Sus dos largometrajes anteriores, Berlín (2003) y Los Buenos Aires (2005), están hechos con un espíritu y una metodología similar a la de Porno, pero no tienen nada que ver con el cine pornográfico. En el origen de Porno hubo, dice, una serie de ideas más o menos aisladas. “Ideas sobre la creación de la especie humana, tan ligada al acto sexual y al placer. Me parecía que ahí había algo que en algún punto era paradójico. Y por ahí es una idea muy vaga, pero fue el punto inicial; me pregunté ¿cómo puedo plasmar eso? Y pensé que abordar el rodaje de una película condicionada, en la cual es sexo es mecánico, de ‘jugos mentales’, era llevarlo al máximo de su expresión. Este placer puede no existir, pero sí existe el acto en sí. Encerrar esa suma de pequeñas ideas bajo la dinámica del rodaje de una película condicionada era tirar, precisamente, toda la carne al asador.”
La oportunidad apareció cuando Alejandro Fella, director de cine porno a cuya mujer y maquilladora Homero conocía desde hacía años, lo invitó a componer la música para sus películas, y en el caso específico de este fin de semana de rodaje en una casa quinta, le pidió que se encargara de la iluminación. Homero fue con un equipo muy reducido: por su parte, sólo llevó a un asistente de cámara y a una actriz “para que hiciera de iluminadora”. La actriz es Natalia Miró, una de las protagonistas de Los Buenos Aires, que se exhibió el año pasado en Mar del Plata. “Es un personaje que me permitía una conexión sutil con este mundo ajeno, un puente.” Parte de la manipulación.
En los DVD editados informalmente en los que circulan sus dos películas previas, se acredita: “producida y manipulada por Homero”. Suele decir que lo que él hace con sus películas es una manipulación; que son una suerte de documentales en los que, como Natalia en Porno, introduce elementos de ficción para generar situaciones y puntos de vista. “En mi cine yo no le voy a pedir al actor que ponga la cara de que le gusta la chica. Si sale, sale. Siempre he tratado de que la gente no sienta la cámara. Es bastante complicado. Hay que entrar en un código en el que todo se empieza a alivianar. Creo que el cine tiene que encerrar algo más poético, y lo mío está a mitad de camino: tiene registro de documental hasta cierto punto, pero yo armo los materiales. Sí sabía cosas tales como que debe ser complicado en un equipo de gente lograr la erección de un tipo. Por otro lado tenía un prejuicio, me imaginaba que cuando nos juntáramos a comer íbamos a hablar de cualquier otra cosa, y no: descubrí una cena en la que terminaban hablando de cómo se fornica una oveja.”
Porno pasó este año por los dos grandes festivales de cine locales. Primero se la vio en la sección Vitrina Argentina de Mar del Plata, y poco después integró la competencia oficial nacional del Bafici. “En Mar del Plata hay un público de lo más variado”, dice Homero: “Hay muchos estudiantes y hay muchos jubilados. Y uno, lo primero que se imagina es que la gente grande va a salir espantada, o ni siquiera la va a ir a ver. Y se ha levantado mucha gente de la sala, pero yo creo que algunos se habrán levantado por los tiempos de la película –yo hago una película con los tiempos dilatados y exige que el público se la banque un poco más–. Pero creo que había la misma proporción de gente grande que de pibes de veinte años. Por ahí una parejita de novios en una primera cita que va a ver una película así, se siente más intimidada que un jubilado, que a esta altura no tiene de qué sorprenderse”.
Su próximo proyecto se llama Uritorco y piensa filmarlo, sí, en las sierras cordobesas: “Es una historia coral, con una línea narrativa por cada uno de los cinco personajes, que salen de la gran ciudad y terminan por alguna razón pasando un par de noches en lo alto del cerro. Es subir 2000 metros y ver qué pasa ahí. Y desmitificar un poco esa idea de que es la base de los ovnis. O por ahí no: en una de esas descubrimos que una nave nos llevó, y volvemos con la filmación de un viaje por el espacio exterior, una especie de documental por el cosmos. Mi propuesta es tratar de mover el horizonte de mi cine y de llevarlo cada vez más al límite. Me parece que al cine le falta un poco más de rocanrol y voy a intentar por mi lado dárselo”.
Porno se da los sábados de septiembre, a la medianoche, en el Malba, Av. Figueroa Alcorta 3415.
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