Domingo, 24 de diciembre de 2006 | Hoy
EL BOOM DE “HIGH SCHOOL MUSICAL”
Con apenas una película insulsa sobre alumnos pre-púberes que preparan una comedia musical poco pegadiza en la escuela, la Disney se ha encontrado con uno de los fenómenos mundiales más inesperados y repentinos de la Historia: millones de televidentes, millones de DVDs y CDs vendidos, millones de versiones caseras hechas por niños poseídos subidas a Internet y hits en el Top 10 a una velocidad que supera a Los Beatles. Todo en menos de un año, con un público de entre ocho y doce años y tan pasteurizado que nadie, nadie se puede quejar. ¿Qué le ven a High School Musical? Acá se lo contamos.
Por Mariana Enriquez
Basta prestar un poco de atención para notar que, desde hace unos cinco meses, los adolescentes –o mejor, los llamados tweens, chicos de entre ocho y doce años– están obsesionados con un nuevo fenómeno pop que para los adultos resulta no sólo incomprensible sino insólitamente repentino. Por supuesto, el fenómeno ya tiene su anacrónico álbum de figuritas propio, pero, más importante, cuenta con el apoyo denodado de la empresa de telefonía celular Personal: comprando el modelo Nokia 6103, viene de regalo el DVD de High School Musical, la película para televisión de Disney Channel que en sólo un año se transformó en el objeto de adoración global de los jovencitos y jovencitas del mundo. Ahora mismo Personal, para acompañar las Fiestas de fin de año, está regalando dos mil DVDs vía un concurso de mensaje de texto, y la banda de sonido de la película es el disco más vendido del país. Para los niños sin cable, Canal 13 la estrenó en exclusivo el pasado 29 de octubre –con increíble celeridad– y, cómo no, prepara la versión local para los próximos meses: complejizando el asunto, los protagonistas de la película saldrán de un programa tipo casting-reality (el formato más exitoso, sin duda) y posiblemente participarán concursantes de México y Brasil, en una operación conjunta con Disney-Buena Vista Internacional.
Pero, ¿qué diablos es High School Musical? Nada extraño: un telefilm musical de ingenuidad, protagonizado por actores adolescentes hasta ahora desconocidos. Y no se trata de una película con elementos controvertidos o vagamente riesgosos. La historia es así: Troy (Zac Efron), el capitán del equipo de básquet de la secundaria East High –un chico con cara y voz de ángel, desprovisto por completo de sexualidad– conoce a Gabriella Montez (Vanessa Anne Hudgens), una chica cerebrito que participa del equipo de ciencias y prefiere leer a ir de juerga. (No es que alguien en la película vaya de juerga.) En una fiesta de Año Nuevo, cantan juntos en un karaoke, y ambos descubren lo mucho que les gusta la música, y lo mucho que se gustan entre ellos. (Todo es platónico de cualquier modo, de principio a fin.) Pero Troy es primero un deportista (lo que en la jerga de la escuela secundaria norteamericana se llama jock) y Gabriella una estudiosa (lo que se llama geek). Ese sistema de castas los separa, un poco. Por eso se atreven, con muchas dudas, a presentarse al casting para el musical de fin de año de la escuela, llamado “Tinkle Town”. Después de algunas idas y venidas, y un intento de boicot de parte de Sharpay (Ashley Tisdale) y su hermano Ryan (los chicos populares y protagonistas habituales de los musicales de fin de año), logran llegar a la audición, la maestra y directora de la obra (la señora Darbus, que odia los celulares, elemento omnipresente en la película –por algo Personal vio el filón–) los acepta embelesada y gran final con toda la escuela reunida cantando en la cancha de básquet: deportistas junto a estudiosos, cheer-leaders junto a gorditas.
En East High no hay sexo, no hay chicos medicados, nadie se viste de negro, nadie escucha a Marilyn Manson, nadie es gay, nadie es un pésimo estudiante o deportista –es más: compatibilizan las actividades con una eficacia mecánica rayana con alguna utopía capitalista–, nadie se lleva mal con sus padres –los tratan de “señor” y “señora”–, nadie odia a los profesores; en fin, ninguno de los estudiantes podría convertirse a la brevedad en los chicos asesinos de Columbine. Lo que, probablemente, es la idea y el gancho para los padres, que si se molestan en ver la película, quedarán encantados ante tanta corrección.
Ante High School Musical, musicales de otras generaciones como Grease o Fama resultan escandalosos. Repasemos: en East High no hay un rebelde Leroy Johnson (el chico negro). Chad (Corbin Bleu) no sólo está integrado sino que jamás se menciona su color, y si bien la rubia Sharpay rechaza a su pretendiente moreno diciéndole “¡Esfúmate!”, lo acepta en el epílogo de la película, en una suerte de epifanía multirracial. Los chicos tampoco son pobres, como lo era el grueso de los integrantes de la Academia de Fama; la propia secundaria, aunque es pública, cuenta con instalaciones dignas de Beverly Hills High (y eso que queda en Nuevo México). Como dijimos, no hay gays. No hay sexo, punto. En ese sentido, Grease, con la relación entre Danny Zuko (líder de pandilla, interpretado por John Travolta) y Sandy Olsson (la inocente inmigrante australiana que finge ser una bomba sexual, interpretada por Olivia Newton John) más la promiscua Sandra Dee (Stockard Channing en la película), resulta un verdadero quilombo hipersexuado en comparación. ¡Y eso que transcurría en los años ‘50! Cierto, High School Musical no está pensado para “verdaderos” adolescentes, mayores de 13. Esos estarán imitando a Paris Hilton o a los millonarios de la huequísima serie Laguna Beach, o escuchando My Chemical Romance, o vaya a saber qué.
La campaña de lanzamiento de High School Musical fue un verdadero atentado. La película comenzó a promocionarse por Disney Channel poco antes del Año Nuevo pasado. Se estrenó en enero. Previamente estaban listas en el sitio web oficial del canal las letras de las canciones del musical, más versiones karaoke para cantar online el día después del estreno. Funcionó y cómo: con un millón doscientos mil visitantes, la banda de sonido trepó del puesto 143 de Billboard al primer puesto en dos meses, y en marzo de este año el disco era multiplatino (un camino muy extraño además porque, en estos tiempos, los discos debutan en puestos muy altos y luego caen sin remedio; rara vez se da la situación inversa). Al mismo tiempo, la música de la película se convertía en el disco más vendido en Amazon y en i-Tunes, donde además se podía bajar el video entero (otro hecho inédito). Desde su estreno, 37 millones de personas vieron la película en EE.UU.; el DVD vendió dos millones de copias, al igual que la banda de sonido (sólo en su país de origen). Disney ya exportó el producto a cien países; DVD y CD llegaron al número 1 en Singapur, Malasia y Filipinas, y la municipalidad de Edimburgo pasó la película al aire libre, gratis, para cientos de miles de chicos hace dos meses. El analista de Credit Suisse, William Drewry, asegura que la franquicia cuesta al menos 100 millones, por ahora: “No tiene techo. Es imposible calcular cuánto redituará a largo plazo”. Por supuesto, el ataque se completa con ringtones, una novela con futuras secuelas (Stories from East High), una puesta en Broadway, una gira del elenco por todo el país –y pronto por el exterior–, parques temáticos dentro de los Disney de California y Florida, más DVDs con extras, y una parte 2 planeada para el año que viene, que seguramente seguirá las aventuras de Troy y Gabriella durante el verano, y su eventual separación –que no será tal al final– orquestada por la maliciosa Sharpay.
El secreto del éxito, además del azar siempre estimable, y de una campaña inteligente y feroz, puede estar relacionado con la obsesión televisiva por los castings y el examen: High School Musical le debe muchísimo a American Idol –sin la crueldad, claro está–, incluso en la perversa idea total de la película: el musical para el que los chicos se están preparando nunca se ve, lo que se cuenta es el “proceso”. Tal como se hacía en Popstars, o en America’s Next Top Model, o en cualquiera de los shows cazatalentos, que a esta altura incluyen realities de inventores o diseñadores de indumentaria. La evaluación es central en los realities de hoy, y allí está Bailando por un sueño como escandaloso ejemplo.
Pero la revista Newsweek cree que la raíz del fenómeno cala aún más profundo. En un artículo de julio de este año, considera que la película “está en el centro de las guerras culturales por la ‘decencia’ en radio y televisión”: hace apenas unos meses, George W. Bush firmó la Broadcast Decency Enforcement Act que establece reglas morales para lo que se ponga al aire; la multa por falta de cumplimiento es de 350 mil dólares. Y hay que tener en cuenta que, en Estados Unidos, las televisoras y radios cristianas y mormonas tienen un peso muy importante: cadenas como Belief.net abrazaron con entusiasmo High School Musical, considerándola “entretenimiento familiar”, lo que potencia su emisión dentro del país en un ciento por ciento; es decir, las cadenas de Utah y la América profunda le compraron la película a Disney.
Y también se relaciona con una estrategia interna de Disney. Como compañía, no es la primera vez que crea ídolos adolescentes: en el show infantil Los Mosqueteros se foguearon Britney Spears, Justin Timberlake y Christina Aguilera, personajes que hoy no sólo están crecidos sino que llenan las páginas de escándalos. Britney tiene dos hijos, dos divorcios y se muestra sin ropa interior del bracete de Paris Hilton y la siempre divertida Lindsay Lohan –que por jovencita atolondrada y nochera perdió el status de adolescente limpia y encantadora que también había ganado de la mano de Disney, vía películas–. Hace falta un recambio, porque los chicos y las chicas crecen demasiado rápido, y crecen mucho.
En muchísimas escuelas de Estados Unidos, los maestros estimulan las producciones propias de High School Musical. Mientras tanto, en parodias y en versiones caseras sentidas, la canción “What I’ve Been Looking For” (que cantan junto al piano en el escenario Troy y Gabriella) es el video más visto y más subido a YouTube.com. El gran hit es “We Are All in this Together”, la canción del final, que dice: “Estamos en esto juntos / pasémosla bien / Somos todos diferentes de una buena manera”. Claro, es la canción que cualquier adulto quiere escuchar. Y eso sin tener en cuenta el número musical donde los chicos confiesan sus “secretos” y resultan ser que a un deportista le gusta hornear galletas, a un canchero tocar el cello y a una integrante del club de ciencias bailar breakdance. Las canciones, por demás, no son gran cosa: no hay aquí nada demasiado pegadizo o emocionante, y es una pena. Claro, poco importa: la banda sonora es la primera –de una serie de TV– en llegar al número 1 desde División Miami en los ‘80. En septiembre, Capif de la Argentina anunció que estaba en el número 1, y las canciones ni siquiera tienen versión en castellano. El único país donde no llegó al Nº 1 es España (donde se mantiene en el puesto 7°). Eso sí: la película la vieron 200 mil personas, la mitad chicos de entre cuatro y doce años. En la Argentina la vieron tres millones de personas por cable, y otro tanto por Canal 13. El single bailable “Get Your Head in the Game” –en la película lo bailan y cantan los chicos del equipo de básquet– fue el cuarto en llegar al Top 100 de Billboard en dos semanas. Apunte: a los Beatles les llevó cuatro semanas tener cuatro simples entre los cien, en 1964.
¿Y ahora? A esperar. En la Argentina, teniendo en cuenta que se espera la versión local para los próximos meses, esto recién empieza.
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