Domingo, 6 de abril de 2008 | Hoy
FAN > UN MúSICO ELIGE SU CANCIóN FAVORITA: PETECO CARABAJAL Y “LA PUCHA CON EL HOMBRE”, DE PABLO RAúL TRULLENQUE
Por Peteco Carabajal
La humanidad ha hablado de sí misma a lo largo de los años y de los siglos, de distintas formas, a través de estudios y ensayos, infinidad de libros. Lo que siempre me ha gustado de “La pucha con el hombre”, entre todas las canciones de Raúl Trullenque, es que ha conseguido sintetizar eso mismo, el drama existencial del ser humano, en una canción popular; es decir, con una forma de decirlo bastante accesible para todo el mundo. Ese siempre ha sido el tema central de sus creaciones: el porqué del ser humano, el porqué del hombre; sus contradicciones, sus virtudes, su divinidad y su “comunidad” también, ¿no? El hecho de que el ser humano es tan común como cualquier otro ser de los que habitan la Tierra, y que a la vez tiene una debilidad que es su inteligencia, y una cosa que lo hace terrible, también, que es, como dice la letra, el único ser que puede matar por maldad.
Cada frase que va tirando “La pucha con el hombre” es fuerte y contundente en relación a todo este tema. El tema del hombre, que nace y muere a veces sin vivir. La música también es muy importante, porque acompaña pero no tapa, deja escuchar la letra pero tampoco se queda atrás; entre ambas lo dicen todo, me parece. Esta canción es del año ’85 más o menos, y recuerdo que al poco tiempo de aparecer se la empezó a cantar mucho; la empezamos a cantar mucho entre la mayoría de los cantores santiagueños, porque Trullenque ha sido primero que nada un amigo de todos, y muy importante para el ambiente folklórico santiagueño. Venía dando aciertos en las letras de sus canciones desde siempre, en temas como “El coyuyo y la tortuga” o “Entre a mi pago sin golpear”, así que todos seguíamos de cerca su producción.
Apenas apareció, el tema me impactó, y lo sigue haciendo. Los autores de canciones, los que escribimos, tenemos distintas formas de decir lo mismo desde hace miles de años; pero a veces es muy difícil encontrarles un nuevo envase a las palabras de siempre. Y creo que eso mismo es lo que ha logrado Trullenque dentro de las letras folklóricas: ha dejado algo definitivo. Será difícil superar algo que hable sobre El hombre de la forma en que lo hace él en esta canción. Ha sintetizado y lo ha puesto al alcance de todos con palabras bellísimas, con una poesía profunda y a la vez entendible, de manera completa y contundente a la vez, un tema que viene desde el principio de los tiempos. Es algo que me pasa también cuando escucho los últimos dos discos de Rubén Blades, Tiempo y Mundo: en sus canciones él también explica situaciones actuales, sociales, políticas y humanas, y cualquiera que quiera entender alguna de esas situaciones puede y debe recurrir a las letras que canta Blades ahí, porque Blades es de esos artistas, como Trullenque, que tienen esa capacidad para decir estas cosas tan bellamente.
Trullenque es como una marca. Hablar sobre el hombre y sobre sus condiciones después de “La pucha con el hombre” se ha hecho muy difícil. Uno por eso deja de escribir sobre esas cosas; por lo menos es lo que me ha pasado a mí. Nos paraliza en el buen sentido: nos decimos, “bueno, ya lo dijo él y lo hizo en forma hermosa, busquemos por otro lado”. Hay cosas en el arte que son inmejorables, y con esta canción creo que es así.
El hombre nace y muere a veces sin vivir,
camina desde el niño al viejo sin gozar,
eso que él mismo le llama felicidad
y si la tiene aquí la va a buscar allá.
Tropieza tantas veces con una misma piedra.
Fruta es que llega y pasa sin madurar.
Si tiene tira quiere tener mucho más.
Es un misterio y es de la vida la sal.
Tiene alma de guitarra
encordada de estrellas y es un falta envido
su co-ra-zón.
Sólo se diferencia del reino animal
porque es el hombre el único capaz de odiar.
Pero mientras el hombre se asombre,
llore o ría será la fantasía que Dios creó.
Es una lágrima de niño y de Crespín,
es monte denso, copla, vida y manantial
y es muy capaz de dar la vida o de matar
es luz y sombra, tierra arada y arenal.
La pucha con el hombre querer ser tantas cosas
y nunca es más que cuando tan solo es él.
Es un camino que anda solo bajo el sol
sendero trajinado por sueños de amor.
Es un viejo legüero garrotiado de changos
con son de vino triste y de carnaval.
Solo se diferencia del reino animal.
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