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Domingo, 1 de julio de 2012

TELEVISIóN > SASTURAIN VUELVE AL POLICIAL CON DISPAROS EN LA BIBLIOTECA

Por qué le habrán puesto Perramus

Juan Sasturain vuelve a uno de sus territorios más queridos y que mejor conoce: el policial. Autor del célebre detective Etchenique, ahora es él mismo quien se pone el impermeable para protagonizar los ocho capítulos de Disparos en la biblioteca, el programa de Canal 7 en el que dilucidará casos explorando la historia del policial argentino junto a sospechosos de primera como Ricardo Piglia, José Pablo Feinmann y Rogelio García Lupo. Radar aprovechó para interrogarlo sobre esas variaciones en rojo que van de Borges y Walsh a Piñeiro, De Santis y la colección Negro Absoluto que él mismo dirige.

 Por Angel Berlanga

–Permiso, Juan. Me parece que llegó un caso: acá tengo los datos del cliente.

Doris acaba de entrar en la oficina 309, en cuya puerta se lee: “Juan Sasturain – Detective Literario”. El hombre está despatarrado en su sillón y prefiere seguir metido en lo que está leyendo, Los mejores cuentos policiales, edición de Emecé de 1951 compilada por Borges y Bioy Casares. Así que agarra el anotador que le ofrece su secretaria, lo tira sobre el escritorio y continúa con la lectura de su libro.

–¿No lo va a leer?

–Hágame un resumen, Doris. Qué es.

–Al señor Winston, el anticuario, le han robado una brújula antigua, sin valor de mercado, irremplazable.

–Bueno, que llame a la policía, que para eso está.

–Ya llamó la hija. Pero Winston quiere que investigue usted, no confía en la policía.

–No lo culpo por eso. Bueh, ¿algo más?

Así empieza Disparos en la biblioteca, el flamante programa de televisión de Juan Sasturain, que a lo largo de ocho capítulos irá resolviendo enigmáticos casos que lo pondrán en peligro pero, a la vez, lo acercarán –azar, destino, búsqueda– a escritores y periodistas, a profesores y críticos, que irán contando del género policial y sus cultores en la literatura argentina: ahí están “El extraño caso del señor Renzi, los dobles y los alter ego en el policial” (Ricardo Piglia y la muerte de su otro yo); la popularidad del género en los años ’40 y ’50; Hernández, el detective de Rodolfo Walsh, y Meneses, el policía pesado de Vicente Battista; el abordaje que hacen Osvaldo Soriano y los escritores de su generación –donde están, también, José Pablo Feinmann, Juan Martini y el propio Sasturain–, y, por supuesto, la mirada y los escritos de Borges: “La muerte y la brújula” inspira y guía “Un caso sin norte”, que abría anoche el ciclo.

“Mi personaje está armado con todos los estereotipos, todos los lugares comunes del detective privado –dice Sasturain en su departamento, a cuadra y media de Plaza de Mayo–. El piloto, el cigarrillo, el escritorio con un teléfono de esos que se discan, el fichero. Una cosa antigua, fuera del tiempo, algo como del ’40, digamos. Una secretaria a la que no le paga el sueldo, la biblioteca, la botella de ginebra, un perfil medianamente loser, un archivo, ese tipo de cosas.” Sasturain responde escueto cuando confirma que la idea del programa y del núcleo de cada capítulo fueron suyas y se expande –subraya– para destacar el trabajo del director, Mariano Mucci (juntos hacen, también, Continuará, el ciclo sobre historieta de Encuentro), y de Sonia Jalfin, coautora del guión (como en Ver para leer). “Disparos en la biblioteca es un viejo título, ya usado –dice–. Creo que alguna vez lo usó Jorge B. Rivera, hace muchos años, y yo también lo usé en Fierro. Es lindo título, pega: para que le digan Disparos, ¿no? Tiene ciertos elementos constantes: la presentación de un enigma a resolver, la relación con la secretaria, recursos estéticos y dibujos, información vinculada a otros medios (alguna peliculita, algún audio). Está también el bar Black & negro, que usamos como ambientación, y un personaje que aparece de espaldas, de incógnito, y da algunas pistas. Y los invitados: Pajarito García Lupo contando sobre Walsh en la previa al ’55 y de un cuento perdido de Variaciones en rojo, por ejemplo. El punto de partida puede ser una foto rota, un crucigrama, un rompecabezas, un texto enigmático, y eso funciona como pretexto para hablar de algún tema. Fue muy divertido hacerlo.”

En este primer programa aludías a Parodi, el personaje de Bustos Domecq, y le subrayabas el humor. ¿Dirías que el humor es un rasgo que distingue al policial argentino?

–No, no me parece. Creo que Borges, Castellani o Walsh son escritores que simultánea y previamente son lectores cultos, informados, que se acercan al policial con ese bagaje, y que eso deriva en una tendencia que va desde lo paródico –en el caso más aparatoso– a la cita tácita de otros textos. Son textos que están recortados sobre el mapa de la literatura, y entonces aparece el guiño, cierto grado de jovialidad. Incluso en nuestra generación, con Soriano, Martini, están las marcas de lo que hemos leído. En algunos casos es más aparatoso, como en Triste, solitario y final, o en el Etchenique mío, que es un lector que se convierte en detective. Eso produce un distanciamiento que posibilita que no haya tragedia, que siempre haya cierto grado de juego y, por lo tanto, humor. Que dé para la joda. Sí, es probable que algo de eso haya. Pero no me parece determinante.

TE AVISO QUE ES EL MONO

Como en “La muerte y la brújula” el detective Erik Lönnrot termina siendo la víctima, a su colega literario le da miedo tomar el caso. Pero lo toma: un valiente, al final. “Borges debe haber escrito media docena de cuentos estrictamente policiales –dice Sasturain en Disparos–. Lo que pasa es que son tan perfectos que ha hecho que fuera siempre un referente de la literatura policial argentina. ‘La muerte y la brújula’ es una variación borgeana sobre el cazador cazado, y tiene todos los elementos típicos de su literatura: la referencia erudita, las citas, la preocupación metafísica o de tipo filosófico, la presencia de las religiones en sus distintas formas, y la idea de laberinto. El cuento transcurre en una ciudad innominada, pero de algún modo es Buenos Aires. Todo eso, en función de una trama impecable, lo ha convertido, según la opinión de muchos, y muy caracterizados, en el mejor cuento de la literatura policial argentina.”

“Borges es un gran introductor del policial en la Argentina, como va a serlo después Piglia –dice ahora Sasturain en Montserrat, Buenos Aires real–. Los dos, en distintos momentos, firman al pie una especie de adhesión manifiesta a un género; fundan colecciones y escriben dentro del género. Y al hacerlo, lo interpretan. Es un gesto de calificación personal. En el caso de Borges, obviamente, está la defensa de la trama, del relato tradicional contra la deformidad de la novela moderna. Ultimo reducto de la épica, último reducto de la trama. Es el caso de la fundación de Séptimo Círculo y está muy clarito. Y en el caso de Ricardo se trata de la relectura de la novela dentro del contexto más general de la narrativa norteamericana del siglo XX, o sea, ese pedacito que son los autores encuadrados dentro del llamado policial negro (categoría francesa, nunca norteamericana), Hammett, Chandler, pero considerando que ese texto pertenece a una serie que no es la de Agatha Christie, sino que pertenecen a la misma serie que Hemingway o Caldwell, por ejemplo. Esa relectura repercute en la práctica, y es una propuesta para la escritura generacional, de algún modo todos adherimos a esa mirada. Los textos que él publica en Serie Negra vienen bendecidos, prologados e interpretados, ya sea por Robert Louit, Emilio Renzi o el mismo Piglia, y traslucen que lo que realmente se está contando es la estructura criminal de la sociedad capitalista, la relación entre dinero, poder y violencia, como lo ha expresado tan bien él. Su mirada se convirtió en un estímulo, y por eso no es casual que inspirara a otros escritores.”

¿Y vos te sentís como un continuador, como escritor y como director de la colección Negro Absoluto?

–Sí, pero es distinto. A mí me ha gustado trabajar en el género asumiendo la totalidad de los riesgos, ¿no? En mi práctica de escritura me he dado una vuelta de tuerca de obligatoriedad: trabajo con un detective, tengo enigma, le pongo la oficina... Trabajo sobre un verosímil muy construido. Y encima tengo, entre comillas, la dificultad de meterlo en la dictadura. Pero después, como editor, en el caso de Negro Absoluto el criterio ha sido muy amplio, muy abierto. Lo único que se solicitaba a los autores, la idea, era construir una serie de novelas que tuvieran un personaje fijo, que fuera un investigador o un detective, y que transcurriera en Buenos Aires, en distintos momentos. Pero ha sido muy laxo: el estímulo ha sido tan abierto como el concepto mismo de lo negro. Por eso hoy en día en cuanto a lo que escriben Oyola o Levín o Ricardo Romero u Osvaldo Aguirre, no tienen nada que ver unos con otros. Hay un concepto del negro muy amplio.

¿Y cuáles serían sus características, hoy?

–En principio, a mí no me importan nada las categorías. Dicho esto, creo que un rasgo característico de los nuevos es la mezcla de géneros y la presencia de lo audiovisual. Levín, Romero y Oyola, por ejemplo, mezclan todo, meten fantástico, han leído mucha ciencia ficción, hay mucho cine en esa literatura. Y todo eso entreverado con la experiencia urbana argentina de la última década.

En el Festival Azabache hubo quien definió esta época como negroide, y explicaba que si bien no estaban las características rígidas del policial negro, el género había avanzado sobre buena parte de la narrativa actual.

–Totalmente, es exactamente así. Pasa que algunos, y no por una cuestión de ortodoxia, sino para subrayar un poco el hecho de que siempre se trata de una construcción artificiosa, literaria, usamos algunos elementos del policial tradicional para trabajar con ellos, no fuera de ellos. Y hay que tener en cuenta que en cuanto se establecen las características generales que definen un género, un movimiento, una tendencia, al empezar a mencionar las obras se dice “bueno, sí, esta sí, pero es una excepción...”. ¡Todas son excepciones! Y en el caso del policial esto es extraordinario; se dice que Poe estableció las bases, ¡y en el primer cuento ya te hace trampa! Porque no hay asesino, es el mono. Te aviso que es el mono, ¿eh? Está toda la investigación, y llegada una parte... en un punto viene una manganeta. Así que todo el tiempo pasa eso.

BASTANTE QUE VAN LOS PERSONAJES

¿Cómo se explica que los policiales vuelvan a ser muy leídos? Sasturain plantea que es al revés, que en realidad algunos escritores que venden muchos libros, y que otros buenos escritores hoy escriben policiales. Tracción derivada del suceso Mankell: “Es el policial europeo el que estaba de moda, que es bastante distinto al nuestro en muchos aspectos”, dice. “En Inglaterra, y en buena parte de Europa, hay muchos menos privados –explica–. Hay amateurs, sí, pero eso es otra cosa. El detective privado, el que labura por dinero, cuentapropista, al que la gente prefiere por sobre la policía, ése es bien yanqui. Y esa figura, aunque no podamos rastrearla en la guía telefónica (no encontraríamos a Marlowe en la de San Francisco, ni a Etchenique en la de acá), nos es mucho más cercana en función del escepticismo que nos produce la policía. En Europa no; en España, por ejemplo, aparecieron en los últimos tiempos muchos detectives guardias civiles y mossos, cosas por el estilo, ambientadas en la actualidad, a la par del Estado de bienestar y el orden social (y con la crisis eso empezará a repudrirse, como debe ser).”

Sasturain señala, de aquí, casos muy puntuales: “Algunas de las novelas de Guillermo Martínez, o las de Claudia Piñeiro, que tienen un alto componente policial en tanto el peso del crimen y del enigma, pero no tienen detective –explica–. Y está El enigma de París, de Pablo de Santis, que además hace una reconstrucción amorosa del momento en el que surgen los detectives, es un homenaje y una novela problema, además. Menciono estos casos que me parecen lindos; hay más, obviamente, pero yo de burro que soy...”.

¿Cuál te parece el mejor personaje del policial argentino?

–Me gusta mucho el de Castellani, el cura Metri, que está basado en un jesuita que existió a principios de siglo y era del Chaco santafesino. Las nueve muertes del padre Metri es un libro de cuentos que escribió en los años ’30 y ’40, tomando como modelo, claro, al padre Brown. Castellani es muy buen escritor, lo mete muy bien en clima, lo hace ser “profundamente argentino”, un personaje que no está disociado de su espacio, que está ahí cuando las cosas pasan y tiene que ver con el desarrollo natural de las circunstancias. Y como el de Chesterton, tiene la misma vocación ética, la pretensión de la parábola, y muchísimo color genuino. Y el otro que me gusta, obviamente, es Parodi, que ya desde el nombre remite a su condición de construcción paródica. Parodi es tomar los detectives extremos de la novela problema, el que era ciego, aquel que no se movía de su casa, y entonces llevarlo a que está preso, hacer el último chiste. Y si Mrs. Marple es buena detective porque es una vieja chismosa, éste lo es porque es peluquero, y en la peluquería la gente cuenta sus chismes. Además es quinielero, toma mate... Es una construcción absolutamente literaria. Y hay con él, además, una pretensión de registro a través de las inflexiones verbales, de los registros del habla, de hacer una especie de panorama de ciertos comportamientos sociales y el uso de la lengua. Que es la joda que les interesaba a Borges y a Bioy cuando lo escribían.

Elmer Mendoza, Márkaris, Camilleri, Qiu Xiaolong, Larsson y la tropa de escandinavos: cuenta Sasturain que no ha podido leer a los últimos autores de policiales que han ido saliendo. Y que tampoco es lo suyo seguir casos policiales reales para procurarse material para escribir. “Jamás he tenido paciencia ni necesidad para trabajar con documentación y esas cosas –dice–. En ese sentido soy un desastre, nunca me interesó nada de eso. Siempre he trabajado desde otras obras, porque he visto la creación de climas, o por observaciones personales. Pero yo no sé ni cómo se disparan las armas, no tengo la menor idea de los calibres ni de los nombres de los revólveres: copio cualquiera que vea. ¡Qué animal!, me dicen. Pero es cierto, no sé cómo son los procedimientos en la cárcel, ni en la comisaría, y nunca fui a una morgue... Bastante que van los personajes.”

Disparos en la biblioteca Canal 7 Sábados 20.30 hs.

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