INTERNET
No contaban con mi astucia
A contramano de la procesión de extranjeros que en el último año y medio llegaron a la Argentina para filmar un documental, sacar fotos o escribir un libro, el holandés Matthijs de Bruijne se instaló hace diez meses en el país con un proyecto por lo menos sorprendente: recorre con los cartoneros las calles, recibe los objetos que encuentran, los vende vía Internet como piezas de arte y entrega los dólares a sus descubridores.
Por Cecilia Pavón
“Argentina es un país donde puedes conseguir un bogo por un pesoou”, canta Phoebe, la rubia alta y tonta de Friends, en uno de los últimos capítulos de la sit-com norteamericana. Algo de este mismo sarcasmo que para un espectador argentino –al menos para uno que puede pagar el cable– puede estar al límite de lo tolerable, se percibe en el flyer que Matthijs de Bruijne (holandés, 36 años, residente en Buenos Aires desde hace diez meses) entrega como parte de su obra liquidación.org “Vendemos los restos de la Argentina”, se lee allí escrito con las mismas letras con que un supermercado hubiera publicitado jabones y papas de oferta esa semana. Y bajo la leyenda Fresh from the trash! aparecen las fotografías de los productos: “pato sin cabeza recolectado por Fidel”, “pesos y australes recolectados por Héctor”, “objeto de plástico marrón recolectado por Nelly”. Héctor, Nelly y Alejandro son cartoneros y encontraron estos objetos en la basura.
“Sé que a primera vista es bastante fuerte para un argentino —se ataja el autor—, pero el flyer fue hecho pensando en el público europeo. Quería que fuera como una piña en la cara, porque en general la gente de allá no tiene información de lo que realmente pasa acá”, dice con un español quebrado mientras prepara un mate en su departamento del centro porteño. El folleto es sólo una parte de la obra que puede verse y escucharse en Internet (www.liquidacion.org). En este sitio hay a la venta 64 objetos del mismo estilo –cosas viejas, inútiles y raras— con precios que van desde los 20 a los 50 dólares.
Lo cierto es que al ver el trabajo completo el sarcasmo desaparece —o al menos se mitiga—, y la obra se convierte en una mezcla inquietante de diario de viaje, tratado etnográfico y subasta de emergencia. En el site, junto a los objetos fotografiados se puede leer el relato del artista sobre su experiencia cotidiana con los cartoneros y en audio las voces de los que encontraron los objetos, explicando las características de su hallazgo. “Le escribo todos los días a la gente de Holanda. Les cuento sobre la situación, el hambre y la pobreza que crece cada vez más. Una y otra vez me sorprenden con su reacción, su resignación. En Holanda pasan cosas importantes, ciertamente. Ellos están ocupados, muy ocupados, como de costumbre. ¿Pero cómo puedo hacer que entiendan algo como el hambre?”, se lee junto a la foto de un plato de cerámica, mientras en el audio, Alejandro explica: “Este es un plato de tupperware; a la gente se la conmemora dándole uno por mejor venta, perseverancia y todo eso”. Por momentos de fondo se oye el ruido de un tren. Es el tren blanco, que parte de la estación Urquiza, donde Matthijs conoció a la mayoría de los cartoneros que luego de varias charlas aceptaron participar en su proyecto. “Lo más difícil fue demostrarles cuál era mi beneficio en esto”, recuerda. Durante cuatro meses –desde agosto a octubre de 2002–, los siguió por las calles de Villa Urquiza y Colegiales, abrió bolsas de basura a su lado, recibió la comida que les daban por ahí, y seleccionó los objetos que le traían. Pero también los visitó en sus casas, compartió cenas, fiestas, salidas, conoció a sus familias, y fue tejiendo redes de amistad con algunos de ellos. En su diario de viaje, por llamarlo de algún modo, un europeo que habla un español extraño va involucrándose con unas personas que no tienen otra alternativa que revolver la basura para sobrevivir. En el proceso, estas personas que los medios suelen tratar como solamente cartoneros, pertenecientes a una masa anónima y abstracta, se transforman en Nelly, Fidel, Gaby, personas con una vida privada y un sinfín de historias que contar.
Matthijs insiste con énfasis en diferenciarse de la mayoría de los “turistas políticos” que andan dando vueltas por Argentina, y hace un gesto de desdén cuando nombra al “arte comprometido europeo”, que considera “una moda sin consecuencias”. –Al diseñar el proyecto lo más importante era que tuviera una consecuencia directa sobre la realidad. En general los extranjeros vienen, sacan las fotos, hacen su documental, lo muestran en sus países, ganan su dinero y a los cartoneros, ¿qué les queda? Nada. Esto me lo enseñaron ellos mismos cuando me explicaban por qué empezaron a cobrar las notas.
¿Y en qué sentido (además del dinero, está claro), tu obra modificó la vida concreta de las personas con las que trabajaste?
–Ellos estaban muy interesados en escuchar sobre cómo es Holanda, sobre cómo funcionan las cosas allá. Para muchos fue la primera vez que pudieron hacerle preguntas a un extranjero. En la mayoría de los casos, son los extranjeros los que les hacen preguntas a ellos.
El dinero es para el que encontró el objeto, y representa aproximadamente dos semanas de trabajo: entre 800 y 1000 kilos de papel y cartón. Hasta ahora se vendieron nueve. Algunos de los compradores son coleccionistas que consideran que, además de una obra de bien, están haciendo una buena inversión. “En septiembre, cuando el trabajo sea mostrado en el Museo Abbe de Eindhoven, Holanda, el precio seguramente aumentará”, conjetura el artista.
Resulta paradójico imaginarse el destino de estos objetos en diez o veinte años. Detrás de una caja de vidrio en un museo holandés... En el living de un coleccionista de Zürich o Bruselas... Objetos encontrados en las bolsas de basura por las personas más afectadas por la peor de las crisis de la historia de un país sudamericano. Liquidación.org es una obra que genera polémicas. Matthjis enumera una larga lista de desavenencias con la “gente de izquierda”: “Los antiglobalización europeos me tratan de imperialista, y la gente de izquierda local piensa en términos demasiado teóricos, no conocen realmente la realidad de estas personas”. Al involucrarse con un tema tan incómodo como la miseria, de un modo directo y sin los marcos políticos clásicos, abre interrogantes sobre el arte político y sus alcances. ¿Cómo pueden las prácticas artísticas relacionarse con la economía y la sociedad sin caer en clichés, y hasta qué punto la radicalidad de estas prácticas es absorbida por –o al contrario, tiene la capacidad de modificar– las instituciones? Matthijs de Bruijne participará de ex Argentina, un proyecto organizado por el Instituto Goethe de Buenos Aires, que planea una muestra en el Museo Ludwig de Colonia, a principios del año que viene, en la que otros 14 artistas y grupos de artistas argentinos mostrarán sus trabajos relacionados con la crisis. En una entrevista aparecida en la revista Juliana Periodista, Alice Creischer, una de las curadoras, expresa la preocupación que la guió en el proceso de selección de las obras, y que bien puede servir considerar al enfrentarse con un trabajo como liquidación.org: “Tratamos de hacer una crítica emancipatoria, no una victimización de la situación”.