Domingo, 25 de agosto de 2013 | Hoy
La crisis económica y social de España no se detiene. Al contrario, parece profundizarse a medida que pasa el tiempo y el sistema político insiste en aplicar ajustes que sólo agudizan la situación. En el terreno de las ideas y de la cultura, empieza a despuntar un pensamiento crítico tan lúcido como desesperado. No son pocas las voces que advierten contra el creciente avance de una derecha fascista y denuncian que ya hay claras señales de una pobreza sin precedentes en diversas regiones del país. Entre los escritores que alzan su voz, aquí se expresan Rafael Chirbes, Manuel Rivas, Luis García Montero y Cristina Fallarás, y Marcelo Figueras hace una crónica de su reciente experiencia de vivir en España y volver a la Argentina.
Por Angel Berlanga
¡España va bien! ¿Cuándo fue eso, hace cuánto? En los alrededores del estallido de la convertibilidad, se sucedían en Ezeiza las despedidas, los emigrantes argentinos que partían a un futuro seguro. Aquí, el neoliberalismo no funcionó debido a nuestra irrefrenable corrupción, pero España era otra cosa, ahí lo ven al estadista Aznar posando con mister Blair y mister Bush: tres potencias se saludan para salvar al mundo de Saddam y sus armas químicas. Cambie su auto, compre su casa, renueve, invierta, renueve otra vez: a largo plazo, con facilidades. Y algunas cláusulas en letra chica. Esto es la Unión Europea, la pelota no se mancha, el euro no se achica. Nuestras multinacionales, a la altura de las primeras del mundo: influyendo, echando redes, fomentando el desarrollo. Y mucho gracias a una Transición ejemplar, aquella salida armoniosa del franquismo, sin heridas, sin resentimiento y sin justicia, cierto, pero con un clima casi inmejorable para los negocios.
Las bombas en Atocha, devolución de lo de Irak, pasaron su factura sangrienta al pueblo español y quitaron al Partido Popular por unos años de la fachada del poder y entonces el socialista Rodríguez Zapatero compuso algunas letras progresistas, pero la música y el baile siguieron por cuenta de la banca, el Fondo, los insaciables de siempre. Y empezó a sonar una palabra inglesa, pigs, que era una sigla: Portugal, Ireland, Greece, Spain. Los cerdos de la UE. “Nosotros no”, decían en España, mientras se empezaba a palpar la pendiente y los otros países, uno a uno, iban cayendo. Ajustes, recortes, austeridad, rescates bancarios: más, más. Zapatero adelantó las elecciones y ahí llegó Mariano Rajoy, pollo de Aznar, un De la Rúa dispuesto al trabajo sucio que haga falta, a tensar las cuerdas todo lo que se pueda, a testear hasta dónde llegará el dolor o la paciencia. Con cifras oficiales de 6 millones de desempleados y crecientes bolsones de pobreza, ha vuelto el tiempo de la emigración española: paradoja de aquella otra paradoja, muchos incluso prueban suerte aquí, que tampoco es el paraíso. “Yo creo que lo que ha ocurrido es que, al acabarse el dinero (se lo han llevado a espuertas), los españoles hemos descubierto que no somos quienes nos decían que éramos –sostiene el escritor Rafael Chirbes desde Beniarbeig, Valencia–. O sea, que el relato de los últimos años ha perdido toda credibilidad, y la gente ha empezado a ponerlo todo en cuestión sin que haya en el horizonte, por el momento, la posibilidad de un relato paralelo, de definir un sujeto histórico.”
La gestión gubernamental viene acompañada del descubrimiento de toda una red de corrupción del Partido Popular deschavada por un ex tesorero que no quiere pagar el pato en solitario. El 80 por ciento de la población desconfía de Rajoy. La Justicia no lo lleva mejor: un mes atrás se descubrió que Francisco Pérez de los Cobos, presidente del Tribunal Constitucional, aquel que destituyó a Baltasar Garzón mientras investigaba la trama Gürtel, es afiliado al PP. “Si trasladáramos aquí aquella frase tan manida de Vargas Llosa en Conversación en la Catedral: ‘¿En qué momento se jodió el Perú?’, yo encuentro varias situaciones, pero una respuesta clave y reciente es la expulsión de Baltasar Garzón –apunta desde La Coruña el periodista y escritor Manuel Rivas–. Esto de ocultar la afiliación es ilegal, pero este hombre puede seguir al frente del Constitucional varios años, y puede decidir en asuntos como Cataluña, o el matrimonio igualitario. Esta es una crisis poliédrica, con una manifestación más virulenta en lo económico, que conlleva también una descomposición institucional. Incluso la monarquía, que parecía intocable, que era casi tabú referirse a ella, en el transcurso de un año se convirtió en una institución absolutamente carcomida. Y me parece que esto tiene su importancia, porque en el plano simbólico representaba la idea de la Transición, de la estabilidad, del tránsito de la dictadura a una democracia controlada, y tal.”
Juan Carlos I de Borbón tuvo la desgracia de lesionarse mientras cazaba elefantes en Botswana y que eso se descubriera justo en plena temporada de ajuste en el reino. A su yerno, el duque de Palma Iñaki Undargarin, también lo pescaron hace unos días jugándose unas libras a la ruleta. Este duque está imputado en una causa por malversación de fondos públicos, facturación apócrifa, evasión, y un largo etcétera. La investigación judicial salpicó incluso a la infanta Cristina que, agobiada por los escándalos y las infidelidades, acaba de radicarse en Suiza. A Rivas le gustaría que sobre esta idea de corrosión generalizada primara entre la ciudadanía un consenso de rescate del rol de la educación y de la salud pública, los colectivos de trabajadores que resisten y se manifiestan en contra de recortes y privatizaciones. “Aquí se está produciendo un vaciado al que están llenando de cosas malas –grafica Rivas–. Empezando por un robo del lenguaje, de las palabras, que la derecha viene aplicando en cuestiones salariales y laborales. Se usa como talismán la palabra reforma, que viene a significar lo contrario: un desmantelamiento de los derechos del trabajador. Han puesto todo en manos del empresariado. Y aprovechando vientos que soplan otra reducción de salarios, se habla de ni siquiera establecer un contrato, de una relación de jornal diario, que sería volver a una situación feudal, la relación que el señor establecía con el siervo. En cada lugar de trabajo, la gente se encuentra con que las cosas que eran inherentes a la democracia, desaparecen. Como un acto de prestidigitación: ¿dónde está la paloma?”
“El neoliberalismo, la cultura dominante que se ha impuesto, desconfía de los espacios públicos y de las ilusiones políticas, e instala un individualismo de la ley del más fuerte –dice el poeta Luis García Montero desde Baeza, Jaén–. Y eso trae consecuencias muy claras en el sentido de provocar la privatización de todo, la desconfianza en las organizaciones sociales y la ley de la acumulación del dinero en pocas manos, en las más fuertes, rompiendo cualquier mecanismo de equilibrio social. Esto se está imponiendo en general en Europa. El proyecto de construcción europea ha sido el gran fracaso de los partidos socialdemócratas, que han caído en la inercia del neoliberalismo más radical. Bruselas está en manos de lobbies económicos y no hay un Estado que defienda a los europeos de la economía especulativa de las grandes instituciones financieras. En España esto se está viviendo de manera muy dura por culpa de la Transición política, en la que hubo una perpetuación de la oligarquía económica que había sido propia del franquismo. Algunas luchas los obligaron a hacer algunas concesiones, pero ahora están desmantelando todas las conquistas sociales.” Clientelismo, corrupción y jueces afines a un sistema bipartidario que trabaja a favor de los bancos, dice García Montero. “Pero ahora también veo por primera vez un estado de rebeldía social muy fuerte, con movimientos como el del 15M, con críticas que suponen una novedad en la democracia, porque el gran desgaste del PP no está suponiendo un aumento en el PSOE –destaca–. Los ciudadanos están buscando alternativas y se ha creado una conciencia política nueva bien interesante.”
Aunque no escape al clima generalizado de precariedad y desconfianza, Izquierda Unida asoma como alternativa incipiente. Sigue García Montero: “Yo soy de los que opinan, y se está repitiendo mucho, que no basta con tener un levantón y subir unos escaños. Lo que hace falta es un frente amplio que agrupe a todas las organizaciones sociales, sindicales, civiles y políticas que enfrente al neoliberalismo con un programa de diez o doce puntos, muy claro. Algo similar a lo de Syriza en Grecia. Lo más preocupante es que la política se está desacreditando mucho y aparecen brotes de extrema derecha”.
En efecto, algunos dirigentes juveniles del PP juguetean con saludos fascistas. El alcalde de Baralla, Lugo, dijo hace unos días que si el franquismo asesinó, fue porque las víctimas se lo merecerían. La escalada actual por Gibraltar, las denuncias altisonantes por unos bloques de hormigón que los ingleses echaron al mar para ensanchar el peñón, es la típica sanata del mequetrefe que posa de perro bravo. “La posible alternativa política no ha brotado lo suficiente, o está también muy en precario –sostiene Rivas–. Y en esta situación de fragmentación, es necesario cultivar todo lo posible los hábitats de encuentro, de colaboración y de creación. La crisis también es una crisis de ideas, de abandonos, de comunicación. Se han roto bastante los puentes, digamos. No me parece casual el surgimiento de los indignados ni la desconfianza, incluso el resentimiento, que mostraron hacia lo que llaman los políticos profesionales. Quiere decir que es necesario cambiar radicalmente e ir muy en serio, muy a fondo y muy rápido, porque el desmontaje en Europa, no sólo en España, lleva la velocidad de una flecha. Faltan reflejos para las alternativas solidarias, de justicia y de libertad: en ese sentido ha funcionado la doctrina del shock. En este momento, entonces, hay que favorecer todos los procesos de lucha social reivindicativa, las mareas de la educación y de la sanidad, aportar levadura para que fermente el pan. En esta hora de derrotismo y desaliento, necesitamos tejedores y tejedoras, gente que una los hilos que se han roto en forma abrupta.”
“Esta es una de las crisis cíclicas del capitalismo –sostiene Chirbes–. Si algo tiene de novedad es lo mucho que está durando, no sé si por el interés de las elites económicas: cuanto más dure, más destrozada aparecerá la posición de cualquiera que trabaje, más derechos habrá perdido. Es la primera gran crisis en la que el capital tiene conciencia de que no hay adversario enfrente: ha caído el Muro de Berlín y todo está permitido, el capitalismo no tiene enemigos, no hay relato que se le oponga ni, claro, fusil que se le enfrente. Su ejército unificado domina el mundo entero (quedan esas molestas irregularidades, China, Rusia, que proponen un camino que parece aún más cruel). El descubrimiento de la pobreza y de la inmensa deuda ha puesto al descubierto que el relato de la Transición era falso. Ofrecieron cambiar memoria por dinero, y el país lo aceptó. ¿Para qué coño sirve la memoria? Ahora han descubierto que la desmemoria los ha convertido en esclavos de las elites que Europa impuso. Al parecer, nadie se había dado cuenta de que aquello no podía acabar bien. Yo creo que la gente calló porque obtenía su pedacito de tarta.” ¿Y qué pasó con la idea de la Unión Europea? “No es lo mismo que te den dinero a que te lo pidan –responde Chirbes–. Ahora estamos en la segunda fase, devolver lo que sólo en una parte disfrutó la mayoría de la población, porque el grueso lo volatilizaron el Estado y sus hábiles servidores (políticos, contratistas, enchufados de distinto calado). A la hora de devolver, se quiere menos a Europa, claro.”
El ideario de la derecha, sigue Chirbes, es evidente en los sectores más rancios y conservadores, pero también en los socialdemócratas. “Ya en los primeros ’80 decían que España era el país en el que se podía ganar más dinero en menos tiempo –dice–. Los socialistas liberalizaron las leyes urbanísticas para preparar lo que vino luego. Si hubiera que ponerle una fecha a cuándo se jodió el país, yo diría que empezó, en su vertiente social, con los que se llamaron Pactos de la Moncloa, en el primer gobierno liberal de Suárez, y culminó su filosofía económica con la España de la especulación urbanística frenética de la Exposición Universal de Sevilla y las Olimpíadas de Barcelona, ya bajo los socialdemócratas, que fueron gatos de todos los colores a la hora de cazar ratones.”
“España duele”, escribió Luis García Montero en un artículo en Público. “El dolor aquí fue siempre un tema muy tradicional –dice–. Creo que estamos en un momento muy grave, porque la oligarquía española y la derecha han traicionado siempre a este país. Quien conozca la historia de España sabrá que Fernando VII vendió la Constitución de 1812 y se puso en manos de los Cien Mil Hijos de San Luis, y que Franco traicionó a la República en nombre de la oligarquía y se puso en manos de Hitler y Mussolini. Ahora estamos en un momento muy parecido, con una oligarquía que aprovecha la situación para reforzar sus privilegios a costa de pactar con la banca alemana y de desmantelar la economía productiva española y los derechos laborales.” García Montero reivindica el papel de los intelectuales en cada una de esas crisis, advierte que por estos días el poder busca desacreditarlos y señala que buena parte de los movimientos sociales que confluyen en el 15M tiene un apoyo fuerte de base universitaria, de foros alternativos, que están calando en la población. Cita a Dickens, aquello de los mejores tiempos, de los peores tiempos: “Creo que la situación es tan difícil y grave que se hace urgente buscar soluciones –dice–. A mí me parece que es el momento de refundar la izquierda española, de constituir un pensamiento democrático con un carácter social muy fuerte, que vuelva a poner encima de la mesa la justicia social y los derechos cívicos”.
Y Chirbes, ¿qué imagina en el corto plazo? “Ojalá que una leve mejoría económica –responde–. La revolución seguirá sin llegar, pero al menos la gente dejará de pasarlo tan mal como lo está pasando ahora.”
La producción cinematográfica ha caído a la cuarta parte, el teatro acusó el impacto de la subida del IVA que aplicó el gobierno, los apoyos a los libros se han quitado, y sin embargo proliferan, coinciden Rivas y García Montero, las ediciones y salas alternativas, las iniciativas de prensa digital en oposición a los grandes medios, tomados por la derecha y el poder financiero. En alguna cadena de televisión potente sobreviven, con enorme audiencia, los programas de El gran Wyoming, Intermedio, y de Jordi Évole, Salvados: son los que dan cuenta del desguace feroz, sus trucos. Los desahucios prosiguen y la emigración (fuga de cerebros incluida) se agudiza. Que la soga aprieta cada vez más puede resumirse en el título de un artículo que publicó en eldiario.es la escritora Cristina Fallarás: “Hambre, carajo, hambre”. “Si a usted mañana, de viaje por Caracas o Berlín, le preguntan: ‘¿En España se pasa hambre?’, la respuesta será que no. Aunque haya leído que sí, dirá que no.” “Ahora, en pleno verano, en varias comunidades están yendo los niños a la escuela: asisten a unas actividades inventadas como excusa para poder garantizarles una comida al día –señala Manuel Rivas–. Y yo creo que estas imágenes punzantes, estos hechos son más significativos que miles de palabras, y rompen todo el escaparate que habíamos vivido, aquello de que vivimos, de acuerdo con la frase de Felipe González: ‘En el mejor de los mundos posibles’. En España se hablaba de ‘estado de bienestar’, pero en realidad se tocó o se rozó el nivel de bienestar europeo. La situación ahora es de cuarentena, con la sensación interiorizada de que aquél fue un período especial y no un estado de ‘normalidad’ de una España democrática, lo que en la Constitución llaman ‘el estado social de derecho’. Ahora nos dicen que estamos hechos para la austeridad y la renuncia. Como si te dieran un bistec y te lo quitaran. Estamos hablando de comidas, de malnutrición para los niños. Esto no se daba con intensidad el año pasado, pero ahora en varias comunidades, concretamente Andalucía, Canarias, Extremadura, han establecido estos programas en las escuelas. Y estamos hablando ya de zonas grandes, y además de forma oficial, no ya de algunas familias aisladas con muy bajo nivel de pobreza.”
“Es la pura piqueta –concluye Chirbes–. Demolición. Y desconcierto, y miedo, porque el mundo nuevo que se anuncia es precisamente un mundo de derribos: se derriban los derechos que parecían adquiridos y fueron otorgados, una generosa vacuna contra el virus del comunismo y las revoluciones. El espejismo socialdemócrata se sustituye por la cruda realidad neoliberal del sálvese quien pueda.”
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