Domingo, 8 de febrero de 2009 | Hoy
Por Mickey Rourke
En La ley de la calle había un paralelo muy importante con mi vida en la relación entre el Chico de la Motocicleta, mi personaje, y Rusty James, el de Matt Dillon. La cosa de los hermanos me resultaba muy cercana. En ese momento mi hermano Joe estaba en su primera batalla contra el cáncer, no sabía si se le terminaba el tiempo, y yo no estaba ahí para cuidarlo de la manera que debía. Estaba demasiado preocupado con aprender mi oficio y todo eso. A Joey le dieron la extremaunción dos veces. Así que su vida, para mí, es un regalo. Creo que después traté de recuperar el tiempo porque me sentí responsable.
Francis Ford Coppola nos dirigía desde el trailer, lo que era muy psicodélico, con el baterista de The Police, Stewart Copeland, a su lado tocando tambores, para mantener el ritmo. Francis escribía y nosotros improvisábamos. Nos hablaba desde un micrófono: tenía sus rollos personales y estaba experimentando con no estar en el set. Francis usaba metáforas sofisticadas y la mayor parte del tiempo yo no entendía de qué carajo estaba hablando. Pero nadie me había hablado así antes, de modo que estaba bien. Yo lo respetaba.
Durante el rodaje me vinieron a avisar de que mi padre se estaba muriendo. Y en la película había toda esta cosa de pensar sobre la identidad. ¿Quién era mi padre? Yo recién lo conocía, nos habíamos escrito un par de veces y estaba a punto de pedirle que me visitara.
Así que perdí la oportunidad de tener una relación amistosa con él. Era demasiado tarde. Demasiado tarde para mí y demasiado tarde para el Chico de la Motocicleta, también. Me hizo sentir que ya no había razones para seguir viviendo, que no había motivos para que yo siguiera aquí, y usé esa sensación en la película. Fue un tiempo doloroso. El padre de Dennis Hopper murió durante el rodaje, y mi padre murió justo cuando lo terminamos. El hijo de Coppola había muerto poco tiempo antes. Creo que Francis, en parte, era el Chico de la Motocicleta. Fue un film muy innovador, muy simbólico, muy místico. Cuando voy a Europa, todavía vienen jóvenes a hablarme de La ley de la calle. Por supuesto, en Estados Unidos no la vio nadie.
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