Domingo, 11 de octubre de 2009 | Hoy
Por Isidoro Gilbert
Supe de Mercedes Sosa por mi amigo Bernardo Solnik. Serían fines de los ’50: él ya me había anoticiado de otro folklorista en ciernes, Horacio Guarany, que llegó con la tucumana a llenar el vacío que dejó la salida del Partido Comunista de Atahualpa Yupanqui en 1953. Bernardo activaba en el Movimiento de Partidarios de la Paz y organizaba conciertos para simpatizantes acomodados, como forma de recolectar recursos para esa entidad.
Mercedes fue generosa desde siempre con los comunistas y sus necesidades financieras. Gerardo Pignatiella, que había sido dirigente sindical de la industria automotriz y fue represaliado, le contó al autor que de los grandes festivales que la FJC organizó en la provincia de Buenos Aires durante la dictadura militar, tuvo como protagonista a Mercedes Sosa con Armando Tejada Gómez, Horacio Guarany, Daniel Toro o Víctor Heredia, entre otros. Reunieron a miles de personas y dejaron jugosos dividendos para la caja juvenil, amén de sacarlos del encierro dictatorial. En uno de ellos, en La Plata, la policía disolvió el concierto y obligó a la gran Voz a irse a cantar al exilio.
Sosa-Guarany escasamente actuando juntos, recuperaron para la izquierda su influencia en el campo del folklore, casi siempre bastión del nacionalismo y, claro, del peronismo. Yupanqui les había dado lustre a los comunistas que, extrañamente, no produjeron trabajos académicos de envergadura sobre los ritmos del interior; tampoco con el tango pese a haber contado entre sus adherentes de fierro desde Pugliese a Fulvio Salamanca. Yupanqui fue execrado cuando logró que el peronismo “le permitiera” trabajar: tuvo un costo, su alejamiento del PC, lo que motorizó iras de envergadura. Algún salvaje propuso romper sus discos. Pero llegó la Negra y los comunistas recuperaron brillo y a su Voz: en ninguna casa comunista faltó su 78 rpm, luego el larga duración o el casete. Fue una marca, tal como en los consultorios o estudios jurídicos los profesionales exhibían un Castagnino, Bruzzone y muchos nombres más, adquiridos en las míticas campañas financieras del PCA. O de los llamados “movimientos de masas”.
Conocí a Mercedes como periodista de la TASS, sea para una encuesta mundial sobre los peligros de la guerra o por algún viaje que hizo a la URSS. Tengo más grabado mi fanatismo por su canto, ir a sus conciertos, algunos de ellos inolvidables como los del teatro Opera, cuando regresó triunfante de su exilio. En los ’80, cuando Fernando Nadra rompió con el PC, la Negra lo acompañó, pero siempre cuidó recordar que el comunismo fue su partido.
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