Domingo, 17 de enero de 2010 | Hoy
Por Kevin Kelly
La tecnología cambia la manera en que nuestro cerebro trabaja, así como leer y escribir cambian la manera en que nuestro cerebro procesa información. Con Internet mi pensamiento se ha vuelto más líquido. Es menos fijo, como lo puede ser el texto en un libro, y más fluido, como lo puede ser el texto en la Wikipedia. Mis opiniones cambian más. Mis intereses caen más y más rápido. Estoy menos interesado en la Verdad, con mayúscula, y más interesado en las verdades, en plural. Siento que lo subjetivo tiene un papel importante a la hora de montar lo objetivo a partir de varios datos. El progreso perseverante y creciente de la ciencia parece ser el único camino para saber algo.
Aquel sueño lúcido que llamamos Internet también borra las diferencias entre mis pensamientos serios y mis pensamientos más lúdicos: ya no puedo distinguir cuándo estoy trabajando y cuándo estoy jugando online.
La propensión de Internet de disminuir nuestra atención está sobrevaluada. Es cierto: porciones cada vez más pequeñas de información pueden dirigir toda nuestra atención. Y no sólo me pasa a mí: todos reportan haber sucumbido a las veloces, pequeñas interrupciones de la información. La cultura de Internet consiguió fragmentar y condensar grandes trabajos en menores envases: los álbumes musicales son fragmentados y se venden canciones por separado; las películas se convirtieron en trailers; los diarios se transformaron en posts de Twitter. Nado felizmente en este creciente océano de fragmentos.
Y así y todo mi pensamiento es más activo, menos contemplativo. Voy por la vida mirando, buscando, preguntando, reaccionando ante la información. No espero. Actúo a partir de las ideas en lugar de pensar sobre ellas.
La emergencia de los blogs y de la Wikipedia es la expresión de este impulso, actuar (escribir) antes y pensar (filtrar) después.
Sin embargo, la forma en que Internet cambió con más fuerza la dirección de mi atención, mi pensamiento, es que se convirtió en una cosa. Puede parecer que paso incontables nanosegundos en una serie de tweets, surfeando en páginas web o saltando de un libro a otro. Pero en realidad paso diez horas al día prestándole atención a Internet. Regreso a ella después de unos minutos, día tras día, poniendo en ella toda la atención.
Estamos desarrollando una intensa y sostenida conversación con esta gran cosa, un “inter-medio” con dos mil millones de pantallas conectadas a ella. El conjunto de estas conexiones –que incluye libros, páginas, twetts, películas, juegos, posts, streams– es una especie de libro (o película) global y estamos recién empezando a aprender cómo leerlo. Saber que esta gran cosa esta ahí y que estoy en constante comunicación con ella, ha cambiado cómo pienso.
Kevin Kelly (www.kk.org) es una de las figuras más destacadas de la cultura digital. Fundador de la revista Wired, es autor de Out of Control: The New Biology of Machines, Social Systems and the Economic World y del próximo What Technology Wants (2010).
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