Viernes, 28 de marzo de 2008 | Hoy
TAPA
Las páginas de contacto son la materia prima que los sociólogos de la cultura gay deberían privilegiar en sus estudios sobre identidad, comportamientos y modos de relación. Después de un viaje hedonista en el que se descubrió parte de una comunidad que todavía lo sorprende, el cronista de SOY decidió navegar por sitios de encuentro. Cartografía de un recorrido virtual en busca de los usos y costumbres de ese “club” del que este viajero se reconoce miembro.
Por Daniel Link
La paradoja de Marx Hace algunos años, después de dos semanas de trabajo en la Ciudad de México, mi esposo y yo nos fuimos a pasar unos días a la playa, antes de volver a casa. Un tsunami había destrozado la costa del Caribe, de modo que elegimos el Pacífico. Nos fuimos a Puerto Vallarta, en un auto alquilado con el que atravesamos el hermoso territorio mexicano en carreteras impecables.
Ya en Vallarta, vivimos en carne propia la gran paradoja de Marx. Por razones de seguridad, nos explicaron en el hotel con voz muy pausada, porque creían que entendíamos poco y mal el castellano, que debíamos usar durante toda nuestra estancia unas pulseras de plástico azul que identificaban a los huéspedes del hotel. Si acaso quisiéramos invitar a alguien a pasar a nuestro cuarto, debíamos registrarlo previamente en la recepción, donde la visita debería dejar su documento de identidad, a cambio del cual se le entregaría una pulsera de color amarillo. Aceptamos (no había otro remedio) las condiciones de Club Med trucho que se nos imponían. A la mañana siguiente, nos dedicamos a inspeccionar en las mesas de desayuno quiénes portaban pulseras azules y quiénes, amarillas. Los camareros insistían en hablarnos en inglés, porque Vallarta se ha transformado en destino turístico gay norteamericano (yanqui y canadiense) y prácticamente a nadie más en el planeta se le ocurriría ir allí de vacaciones, a pesar de la belleza que corta el aliento de sus playas. Durante nuestra estancia, alcanzamos a identificar (antes de hundirnos en el sopor envenenado de la rutina) el atraco sucesivo en las gigantescas radas del otro lado de la Bahía de Banderas del Crucero Gay, el Crucero Lésbico (el célebre Olivia) y el Crucero de Black Gays & Lesbians (por razones económicas o simbólicas, la negritud no alcanzaba a constituir mercado para razas sexuales separadas).
Junto con las muñecas de los demás huéspedes y los periódicos del día, inspeccionamos también el programa de amenidades previsto para la jornada. A la puesta del sol, había happy hour en la terraza del hotel, que acompañaban shows de drag-queens, algunas tardes, o de desnudistas, otras. Decidimos quedarnos en la playa para mirar cómo el sol se hundía en el Pacífico, como una burbuja de fuego colorado a punto de reventar por los costados.
“¡Pero cómo!, ¿no van al show, no es bueno?”, nos preguntó el muchacho que levantaba las sombrillas y reposeras a toda marcha. “No sabemos —después habríamos de comprobar que era excelente—, pero seguramente no es comparable a la majestad de este crepúsculo.” “Ya, ya”, dijo el jaliscence, a quien, era evidente, importunábamos.
“¿No hay fiestas de noche en la playa?”, pregunté. “No, nunca.” Eso sí: había “lesbian bingo” (además de lo obvio sobre los participantes, una línea se forma cuando se unen dos perpendiculares, formando una “ele”, en el cartón) y una nada sutil progresión horaria de shows en diferentes puntos de la ciudad tomada. Para los turistas, no éramos materia interesante porque nada dejaba entrever en nosotros al nativo bien dispuesto al arrumaco y para los nativos carecíamos del atractivo asociado con la lengua del dólar.
Nunca en mi vida me había sentido discriminado por mi “orientación sexual”. Fue paradójico haber tenido esa sensación de minoría y de expulsado en uno de los centros neurálgicos de la cultura gay. Fue entonces cuando recordé la paradoja de Groucho Marx, que tan bien describe a la comunidad imposible de lo gay: “No quisiera pertenecer a un club que me aceptara como uno de sus miembros”.
Censo permanente Por supuesto, no sería fácil definir los rasgos necesarios que marcan a la cultura gay, pero uno de ellos (el más inclusivo) es la erotomanía, entendida no como esa rara pasión de la que Ian McEwan hizo un admirable retrato en Amor perdurable, sino como la puesta en perspectiva de todas las cosas respecto de la disposición sexual, erótica, amorosa. No salgo de vacaciones o a bailar, no invito gente a mi casa sino que hago todas esas cosas para provocar la situación que de-sencadene el roce erótico. Del mismo modo, no navego por Internet, sino que lo hago sólo para encontrar partenaires sexuales (novios, maridos, lo que fuere). Un poco por eso, y otro poco porque el alucinado universo de lo gay es muy snob, las páginas de contactos se multiplican y se suceden unas a las otras en la preferencia de los usuarios con una velocidad de vértigo.
Lo primero que las páginas de contactos tienen en común es una obsesión por la identidad y las autodefiniciones. Como en cualquier sitio, el mecanismo de adhesión a las páginas de contacto es sencillo: uno debe elegir un apodo, una contraseña y proveer una dirección electrónica en la que recibirá el código de activación de la cuenta. Hecho esto, uno debe completar su perfil: un título, una bajada (síntesis), fotos (¡desde ya!) y una lista de datos de tanta especificidad que llama al desaliento. Por un lado, la morfología física —altura, peso, color de ojos y pelo, tamaño del miembro en estado de erección (en algunos casos, se puede consignar la medida en largo y ancho; en otros, hay que decidir en la escala de S a XXL; g4me permite el “soy un caballo”), pilosidad corporal, señas particulares (tatuajes, piercings), diámetro de cintura, bíceps y caja torácica en las páginas más exigentes—, por el otro, adhesiones metafísicas (raza, religión, actitud corporal, estilo), hábitos y gustos (alcohol, tabaco, drogas, deportes, comidas, música, literatura, películas, shows de televisión, actores y actrices predilectas), rasgos de carácter (tímido, ordenado, extrovertido, melancólico...) y, last but not least, orientación sexual (gay, bi, hétero, curioso), estado civil (soltero, casado, en pareja, en una relación abierta...) y rol preferido (activo, pasivo, versátil). Ni las policías estatales se atreverían a llevar adelante un censo semejante, pero en las páginas de contactos es la norma porque se presupone un conocimiento profundo de las motivaciones de cada uno, que, además, se consideran permanentes e inmodificables, la clave de la identidad (como quien dijera, la camiseta) y, porque además, la lectura de esos prontuarios permitirían al exigente y apurado paseante decidir sin hesitación a quién invitar a su cama, como quien compra nuevo modelo de celular.
El misterio del rol Nunca se sabrá hasta qué punto influyen en la elección de partenaire o pareja los hobbies, los hábitos alimentarios o los actores fetiche, pero es tan unánime la requisitoria en esos puntos, que sospechamos que allí se encierra una verdad. Por lo menos, la verdad sobre los imaginarios hegemónicos que la cultura gay ha adoptado. Las futboleras, las musculosas, las amantes de la “vida sana” parecen tantas que después de una tarde de examinar registros, será posible tener pesadillas con ejércitos de locas infladas avanzando sobre la ciudad desprevenida. O tal vez esas listas interminables y penosas (por lo repetidas, por lo estereotipadas) sirvan para disimular lo único que importa: te la pongo/ me la ponés (soluciones mixtas no se contemplan y en general son las más difíciles de articular; los jóvenes, los expertos y los cínicos que me asesoraron, me murmuran: “Si pone versátil, es pasiva”).
Curiosamente es en el delicado tema del rol donde menos unanimidad existe entre las diferentes páginas. A las tres características básicas —activo, pasivo, versátil (que en Rosario se dice “amplio”)—, cada página agrega sus propias categorías: “más activo” y “más pasivo”, subdivide gayromeo.com, pero además multiplica la clasificación (la página es europea) respecto del “sexo anal” y del “fisting” (la introducción del puño per angostam viam).
Recon.com (otra página internacional, más bien conglomerado de comunidades, las más importantes de las cuales son las de blacks y las de leathers) lleva el misterio lo más lejos posible al permitir la utilización de porcentajes: “90% activo”, puede leerse, y uno se pregunta quién será el elegido capaz de colmar esa tan mínima brecha. “70% pasivo” quiere decir, a lo mejor: “Si me obligan, te la pongo”, pero el “60/40” es la proporción más enigmática: ¿qué inclina la balanza hacia un lado o el otro, y de manera tan sutil?
Los más sospechosos de mentir son los activos que buscan a otros activos (¿a qué competencias se entregarán?) o los bisexuales pasivos (¿qué pericias exigirán de las mujeres?).
Una palabra dice más... Los textos en los que cada visitante se define y define su busca son reveladores, naturalmente, con o sin la conciencia del que ha escrito. “Soy más activo, sin problemas. Si tenemos onda, a coger” (33, gayromeo) parece sintético y claro como el agua. Pero no, de los cinco “informantes” que me acompañaron en esta investigación, cuatro coincidieron en que quien así se presenta... es feo. “Casado (¡real!), busco alguna historia que me haga salir de la rutina. Muy discreto, amante de dar y recibir muchos, muchos mimos... Mucha discreción. Laburo en la zona centro, tengo tiempo preferentemente por las mañanas.” (37, contactossex) plantea el problema del valor agregado de la mujer cornuda (“¡real!”) y lo mucho que cotizan los seudohéteros en el mercado. O no, me dicen los expertos: “encontrar un horario para verse después es una pesadilla: pueden de 7 a 9 o de 13 a 14. Para eso, mejor te los encontrás en el cine porno”.
¿Nada es lo que parece? A veces sí: “FACHERO ACTIVO busco hombres pasivos o versátiles para darles placer A FULL. SIN FOTO NI SE MOLESTEN” (29, manhunt) por lo menos sabe usar las mayúsculas. Habrá que ver si es tan “fachero” como él cree y, si lo es, cuál es su target (“para mí es una histérica”, dijeron 3 de mis 5 Virgilios). Por supuesto, no hay peor psicópata que el que dice no serlo: “Sólo pibes copados y masculinos de verdad (nada de mochilita cruzada y pesar 15 kg o tener el segundo hogar en Santa Fe y Pueyrredón)... No tengo nada en contra del ambiente gay pero me parece un desastre y demasiado grasa como para tolerarlo. Tengo ganas de conocer gente por mi zona (Palermo/Bn/Belgrano) para juntarnos.. charlar... tomar algo... divagar un poco. ¿Oka? yo me cuido... soy sano... voy al gym... y no soy un psicópata... espero lo mismo del otro lado”. (28, manhunt). El “cero ambiente” y el “cero plumas” son una marea de discurso que no se sabe bien de dónde sale pero que asusta: ¿se me notará?, ¿seré Priscilla a los ojos de estos hombres cabales? Y... ¿no forman, las páginas de contactos, parte del “ambiente”, la ecología gay, el mundo nuestro? Y, si tiene que ser del barrio, ¿no sería más fácil encontrarlo caminando por ahí?
Como la cultura gay es global, desde sus comienzos, las únicas diferencias entre diferentes comunidades locales son lingüísticas. Las presentaciones más graciosas, por el exotismo, sino por otra cosa, son las de la españolísima página Bakala: “AMO WAPO KAÑERO SALIDORRO A TOPE CON TEMA BUSCA WAPO MAMONAZO TRAGON MAD YA.” (30, bakala). Muy rara vez el sentido del humor interviene (porque el sexo es de una seriedad que quema): “Hola, ¿qué tal? Somos Roberto TRAGA y Ricardo DORES, somos un grupo (de dos) que juntos formamos una pareja de heterosexuales flexibles... muy flexibles. Buscamos: el unicornio azul de Silvio Rodríguez que al boludo ayer se le perdió... ¡Parece que paga bien! Si saben algo, avisen. Fantasía(s): Ya que somos 2 significantes nuestra fantasía es que venga un tercer significante y nos copule bien copulado... así surge la significación” (miembros de la EOL, en g4me).
... que mil imágenes Salvo el caso de gaydivo, que recompensa a sus usuarios cuando producen contenidos “periodísticos” para la página (¡así qué gracia!), la mayoría de los sitios estimulan la exposición fotográfica (“7 veces más chances de que vean tu perfil”, “en Manhunt sabemos que lo que importa es el tamaño”). Las fotografías de los perfiles son un tema aparte. Las hay de tres tipos (principales, secundarias y privadas, que el usuario habilitará a ver sólo a quien le interese especialmente) y de dos calificaciones: atp (por llamarlas de algún modo) y “adultas”. Las primeras: caritas, el usuario rodeado de amigos y amigas en alguna fiesta y, pesadilla de pesadillas, viajando: la torre Eiffel, o las cataratas del Iguazú, o Machu Picchu y, al lado, un muñequito indiscernible. Ah, ¿viajaste? ¿Y con eso qué? Tan molestas y estúpidas son esas fotografías de todos y de cualquiera que algunos sitios las limitan expresamente (Bakala). Las fotos adultas muestran diversos grados de desnudo, erección u ofrecimiento anal. Naturalmente, son raras las fotos que combinen cara y cuerpo tan dispuesto (las madres, los hijos, las esposas y los jefes, después de todo, también navegan Internet). Algunos sitios, con la excusa de una supuesta moral, limitan la exhibición de esas fotografías a los usuarios premium (los que pagan por usar las páginas). Pero basta que haya una (dudesnude) en lo que eso no sucede para que la impostura quede revelada. De hecho, no hay inmoralidad en esas fotos, sino tan solo desesperación: quiero tanto lo que digo que quiero que estoy dispuesto a demostrarlo fotográficamente.
La pregunta del millón: ¿funcionan las páginas de contacto? “Sí, claro, pero hay que trabajar mucho”, sanciona mi tribunal de expertos. ¿Y quiénes las habitan? Profesores universitarios, médicos, actores, periodistas, abogados corporativos, comerciantes, estilistas, empleados públicos, viajantes de comercio, viajeros... ¡De todo hay, como en botica! ¿Y buscan amor, o solo sexo? ¿Acaso importa? ¿No es lo más importante la necesidad de inscribir el propio cuerpo en relación con todo lo que existe? Como cualquier producto del capitalismo tardío (celulares, tarjetas de crédito, casas prefabricadas, literatura), yo también tengo mi página en Internet. Si no hay discurso o especialización laboral que me sostenga, pongo a disposición del mundo mi cuerpo y mi deseo. ¿La seguimos en el msn?
dudesnude.com Sistema de mensajería restringido. Su única ventaja es que las fotos no sufren censura de ningún tipo ni requieren de upgrades pagos para poder ser vistas. Página poco frecuentada por argentinos, las que hay son todas musculosas pasivas.
gaydar.co.uk Una de las páginas más populares. Sistema de mensajería restringida, fotos “adultas” censuradas, chat repleto de profesionales del sexo y descerebrados. Muchísima histeria. Tiene filial exclusiva para chicas (gaydargirls.com).
g4me.com.ar La página argentina (muy mal administrada). Sistema de mensajería. Frecuentada sobre todo por personas mayores y del interior del país.
contactossex.com Sin orientación sexual definida, es el lugar ideal para hombres casados en busca de aventuras (revise, señora, revise). Sistema de mensajería. Visualización de fotos restringida.
recon.com Página especializada en comunidades específicas (leathers del mundo). Sistema de mensajería restringido, fotos censuradas. Pocos argentinos.
gayromeo.com Sistema de mensajería. Excelentes buscadores. Muy útil para viajeros (sobre todo a Alemania, de donde era originaria la página ahora administrada por holandeses). Los argentinos que la frecuentan entienden lo de “romeo” en una forma muy romántica.
gay.com Una de las páginas más populares. Sistema de chat. Visualización de fotos restringida. Para pasar la noche planeando cosas que nunca se concretarán (“ya es muy tarde”, “el mes que viene puedo el sábado al mediodía”).
manhunt.net La estrella del momento. Plataforma bien diseñada pero consume muchos recursos. Sistema de mensajería. Buenos buscadores. Gente bien dispuesta (y de la otra también).
manjam.com La página más cool y más extraña. Parece una fundación sin fines de lucro. Permite búsquedas laborales y la inserción de currículum profesional. También se ofrecen y se piden alquileres. Poco frecuentada por argentinos.
gaydivo.com Hija reciente de gay.com. Sistema de mensajería ilimitado. Fotos censuradas. Sistema de puntos de premio por la participación en la producción de contenidos (“gaydivo los prefiere activos”).
bakala.org La página mejor pensada (optimizada para los navegadores mozilla firefox y opera; puede funcionar con explorer). Buenos buscadores. Totalmente producida en jerga castellana (“pollón”, “polvazo”, “te doy kaña”). Muy útil para viajeros a la península. Todo en ella es gracioso. Muy poco frecuentada por argentinos.
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