Viernes, 14 de mayo de 2010 | Hoy
MEDIA SANCION > ENTREVISTA
Marcos Cuccovillo, el “hijo gay” mencionado en el discurso del diputado socialista que conmovió a tanta gente, tiene 23 años, participa en la Falgbt desde hace casi un año y sus conversaciones con su padre han sido un importante aporte para el desmantelamiento de prejuicios e ignorancias.
Luciana Pollo es hija de la diputada Olga Guzmán, del Movimiento Popular Neuquino quien admite que dudó hasta fines del 2009 sobre la conveniencia de esta ley. La joven, atravesando lo que llama “la brecha generacional”, puso al alcance de su madre las herramientas para votar a conciencia.
Por Federico Sierra
—¿Me lo preguntás porque no soy homosexual? El hecho de que yo sea heterosexual no significa que me parezca un tema menor. Estamos hablando de derechos humanos y la posibilidad inédita de legislar de una vez por todas sobre algo real que sucede a diario. Todos necesitamos pensar en lo que significa para cada una de las parejas que quieren concretar su amor el derecho a poder hacerlo en un registro civil. ¿Por qué criar un hijo, educarlo y amarlo debe ser algo exclusivo y excluyente de una parte de la población, con tantos chicos que esperan en orfanatos y hogares? Mi influencia tuvo que ver con mi rol de hija.
—Con ella lo charlamos mucho, muchísimo. Le pedí por favor que su voto sea positivo. Esta vez ella tenía la oportunidad real y concreta de hacer algo, de sumar su grano de arena para cambiar la historia. Mi pedido no sólo fue mi deseo como hija, también apelé a su responsabilidad como diputada para poder ampliar y profundizar la democracia. Tenía en sus manos una oportunidad valiosísima y se lo reiteré miles de veces. Ella me escuchó, porque es una persona muy abierta y hoy estoy muy orgullosa de su decisión.
—Vivimos un régimen democrático y el principio que lo rige es el de igualdad ante la ley: si la ley no es igual para todos, entonces cambiémosla.
—Pude ver varias partes, aunque no vi su discurso. Luego la llamé y le dije que estaba muy orgullosa de ella. Fue uno de esos momentos en el que te decís “al fin en algo estamos yendo para adelante todos juntos y a la vez”. Basta, que deje de ser un tema tabú. Luego supe que la felicitaron directamente muchísimas personas en Neuquén y en todo el país.
—(Se ríe a carcajadas.) ¡Sí! Pero no es que yo sea intolerante, es que ella tenía sus dudas sobre el tema de la adopción. Y yo no hice más que hacerle ver algo que sucede en la realidad: que la sexualidad en sí no tiene que ver con la capacidad de dar amor y poder criar un hijo para darle la oportunidad de ser feliz. Ella fue maestra jardinera muchos años, sabe muy bien lo que en verdad necesitan los niños durante su desarrollo, así que no fue nada difícil.
—Sí, los tengo. Pero no tiene nada que ver: aunque no los tuviera, esto parte de un convencimiento. Neuquén no es una provincia donde el tema sea fácil de digerir para quienes no lo aceptan, pero creo que vamos bien. Hay una fuerte impronta religiosa en todo este debate, pero sabemos que ni la homosexualidad ni el deseo de formar una familia son algo propio del siglo XXI, han existido en todas las épocas. Todo esto es un aprendizaje para nuestros padres: ellos tienen que entender, aceptar esta realidad y a veces hay que ser pacientes para mostrarles lo que sucede. Por ahí se notaba una brecha generacional y lo que hicimos junto a mi hermana fue darles a mis papás el empujón para que puedan tener una mirada diferente.
—He ido a marchas en Neuquén y te aseguro que quiero ir algún día a la marcha en Buenos Aires. Acá las marchas son de otro estilo, mucho más pequeñas y discretas, todavía no es un ritual tan relevante como el que se estableció en la Capital Federal. A mí me pareció importante estar ahí acompañando ese reclamo, aunque yo no sea gay. Porque de eso se trata, ¿no? De preocuparse más allá de si a mí me tocan de lleno o no los beneficios de esta ley: eso es poder pensar en el otro.
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