Viernes, 11 de junio de 2010 | Hoy
La noticia más bizarra de la semana tiene como protagonista a un sacerdote católico y, aunque parezca mentira, no se destaca en abuso sexual, pedofilia u homilía con primicias sobre el infierno. El sacerdote Johnny Durán, de República Dominicana, está en contra del sexo de los ángeles. Sí, concretamente le molestan las actitudes equívocas de un grupete de ángeles del mural que adorna el altar de la iglesia Nuestra Señora del Carmen, en Jarabacoa. Ya protestó ante el Vaticano y propone destruir la pintura, declarada de Interés Municipal, “porque los ángeles tienen una mirada homosexual y sus expresiones diabólicas causan incomodidad en los feligreses”. Vaya a saber cómo es la niña de los ojos de esos ángeles, y qué movimientos registra el cura desde el púlpito. Y, también, qué sería de la Capilla Sixtina, el Louvre y similares si este terror del arte sacro tuviera el poder de masacrar querubines a piacere. La pintura “confunde” a los fieles, al no definir con claridad si aluden a hombres o a mujeres, agrega. ¿No era que no tenían sexo los ángeles, esas criaturas pioneras en el culto a la ambigüedad o a la no definición estricta de los géneros? Se dirá que esto es cosa de oscuros curas, pero se le estaría quitando mérito al mundo de la alta cultura: esta misma semana, el laico y cultural Museo de las Culturas del Mundo de Gotemburgo (Suecia) decidió, tras consultar a representantes de las tres grandes religiones monoteístas (judaísmo, cristianismo e islamismo), no exhibir una exposición de la fotógrafa Elisabeth Ohlsson-Wallin sobre la opresión ejercida contras las personas Glttbi por esas tres religiones para no “ofender” los sentimientos de sus fieles. ¿Cuántos estragos puede hacer la imaginación en un cura, las imágenes en los fieles y las fantasías sexuales en un conductor de radio? La imaginación de Pergolini, la semana pasada, mientras hablaba del “matrimonio gay”, fue atacada por una imagen angelical. Está todo bien con el tema, decía, pero cuando se imagina a su propio hijo teniendo sexo con otro hombre, las cosas no están tan bien que digamos. Le da cosita. ¿Será que por un instante desató al ángel homofóbico que tiene adentro o habrá querido decir que cuando se imagina a su hijo con una mujer, la pasa bomba? Al final, para librarse de la imaginación ajena habrá que concluir que el closet no estaba tan mal. Eso les recomendó a los atletas el futbolista australiano Jason Akermanis, para no distraer la atención del juego, ni ocasionar pérdidas a sus equipos. La liga lo suspendió por unas semanas tanto en el campo de juego como en sus intervenciones mediáticas. Qué pena que Rolando Hanglin no está en forma para jugar y que no juega en Australia, porque sus comentarios a favor de los derechos de los homosexuales añorando los años en que, closet mediante o no, todos éramos machos, lo hubieran dejado en el banco un rato largo. “Ya no se estila el viejo modelo del señor gay: discreto, refinado, reservado, solterón. No se le conocía una novia, sólo algunos amigos. Ahora lo que cuadra es otra cosa: subirse a la Marcha del Orgullo Gay-Lésbico-Trans, disfrazarse con plumas y perlas, pintarse los labios, mirar a cámara con lágrimas en los ojos y cara de víctima: ‘Me asumo gay’.” Qué lástima que Hanglin no vive en China, porque podría disfrutar de la escuela primaria que se acaba de abrir en Henan destinada a paliar la supuesta feminización de sus alumnos de la que se culpa a las madres en casa y al hecho de que los papás los miman mucho por esta ley que impone hijos únicos. La iniciativa, denominada “Buscando un hombre de verdad”, pretende enseñar a los chicos cómo actuar de forma más viril y, según su profesor, surge de que ha venido notando que los niños se están volviendo más y más femeninos. “El juego favorito durante los recreos es saltar al elástico, que es un juego típico de niñas. Y también son muy delicados. Si les regañamos, se ponen a llorar.”
Mientras todo esto pasa en el mundo, la semana pasada se celebró en Buenos Aires el sexto matrimonio de personas del mismo sexo de la historia argentina. Alberto Fernández –de 47 años– y Matías Méndez –de 44– se casaron después de recibir la correspondiente autorización del juez en lo contencioso administrativo, Hugo Zulueta. Mientras que Carolina Pérez y Verónica Dessio han recibido también la autorización judicial y tienen fecha para el próximo 25 de junio.
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