Viernes, 5 de agosto de 2011 | Hoy
Lentamente pero en movimiento, la gran nave de la escuela intenta surcar las aguas de los tiempos que corren. Con una Ley de Educación Sexual que ya tiene cinco años de sancionada y poco y nada de aplicada y con los efectos de una modificación a la ley de matrimonio que hace cada vez más visibles familias e identidades que antes se nombraban a medias en las aulas, la comunidad educativa busca los modos de que nadie sienta que puede naufragar en esta aventura. El proyecto Hacia una escuela libre de discriminación –hasta ahora lanzado sólo en el Mariano Acosta– y un convenio entre el Inadi y el Ministerio de Educación son pasos tímidos pero firmes en ese sentido.
Por Paula Jiménez
”Cuando estaba en los primeros años de mi escuela primaria, muchas veces escuché a compañeros llorar porque otros chicos se reían de sus abuelos italianos. Se burlaban porque hablaban español y no se les entendía nada (...) Las cosas eran diferentes si esos abuelos eran ingleses. Ahí se decía que eran cultos y que tomaban el té a las cinco de la tarde. Yo no llegaba a entender, pero era más o menos así: o eras nieto de un inglés y eso era bueno, o eras nieto de un italiano y eso era malo”, contó en el salón de actos del Normal Superior N2 Mariano Acosta, la editora y periodista de Las12 Marisa Avigliano. Es que esa mañana el colegio la invitó a participar, como madre de una alumna, de un acto en el que se firmaría junto con la Unión de Trabajadores de la Educación (UTE) y la agrupación 100% Diversidad y Derechos, el convenio “Hacia una escuela libre de discriminación”. Lxs chicxs prestaron atención y se podría decir que de todos los discursos el suyo fue el que más se adecuó a ellxs: sin palabras difíciles ni fórmulas que a niñxs y a grandes nos entran por un oído y nos salen por el otro. “¿Qué mejor que empezar por no discriminar entre amigos? Es un tema de vida o muerte, y no exagero, porque todavía hoy, cuando existe la ley de matrimonio igualitario, un chico muere de tristeza porque lo único que le gritan es maricón”, concluyó (refiriéndose al caso del riojano Carlos Agüero).
“Es un proceso de avances y retrocesos y negociaciones, de presiones sociales. Y nuestro país va avanzando en la medida que van apareciendo otras leyes que generan más derechos. La Ley de Educación Sexual garantizó en el 2006 el derecho a recibir educación sexual integral, la ley de matrimonio igualitario coloca en igualdad de derecho a las distintas uniones: todo esto favorece la valoración positiva de la diferencia. Entonces, las escuelas que no acompañan tanto este proceso de cambio se van corriendo de su lugar conservador hacia el de una mayor aceptación, en la medida en que el marco de derechos se amplía para todos los ciudadanos y ciudadanas”, dijo Mirta Marina, coordinadora del Programa Nacional de Educación Sexual Integral del Ministerio de Educación de la Nación. Esta ley, que es un derecho para todxs lxs niñxs argentinxs, supone también una responsabilidad para el Ministerio de Educación, que desde su sanción viene trabajando, según nos cuenta Marina, en las etapas previas a su implementación: capacitación docente, elaboración de materiales didácticos y de contenidos. “Entre ellos –dice– un contenido muy importante es el rechazo por todas las formas de discriminación, incluidas las que vengan de la orientación sexual. Este contenido se empieza a trabajar desde el jardín de infantes.” Pero se trata de algo muy reciente y aunque la sociedad da muestras de un cambio de posicionamiento con respecto a su mirada sobre la comunidad Glttbi y las familias homoparentales, la transformación está en sus albores. Según Gabriela Bacin, becaria del Conicet y también activista de Lesmadres: “En este momento la situación de las familias comaternales en las escuelas varía mucho según la localidad, la institución, la dirección, las familias y finalmente según las y los docentes a cargo. La escuela, como la mayoría de las instituciones sociales, está pensada en función de una familia tradicional y heterosexual. No obstante, en los últimos años se produjeron importantes cambios. La legislación vigente en el país alude expresamente al respeto por la diversidad. Tal es el caso de la Ley de Educación Nacional. Además, en los contenidos escolares aprobados en el Consejo Federal de Educación por ministros y ministras de todas las provincias hay contenidos vinculados con estos temas”. Esta cita es una extracción del documento leído por Bacin en el lanzamiento de la agrupación Docentes por la Diversidad. En este mismo texto, la activista menciona algunos de los puntos que constituyen para Lesmadres las mayores preocupaciones. En el primero de ellos Bacin se refiere a la escuela como un soporte cultural fundamental, de gran influencia en la formación subjetiva de lxs niñxs: “Como sabemos, la institución escolar no escapa a los condicionamientos sexistas pero con el agregado de ser un ámbito privilegiado en la construcción de sentido. Necesitamos una escuela que promueva la diversidad como un valor, que no promueva y que cuestione los estereotipos de género y de clase”. Otro de los contenidos que Mirta Marina destaca de importancia entre los elaborados por los técnicos del Ministerio de Educación es el de equidad de género: “Plantear desde los primeros aprendizajes que no hay juegos para varones o para mujeres, que hay libertad para elegir distintos lenguajes expresivos, distintos juegos, que no hay que rotular a las personas por sus actividades”.
Quien más quien menos, a nadie le faltan recuerdos perturbadores de su paso por la escuela. Las diferencias entre niñxs o adolescentes –-permeables a las imposiciones de un sistema que impulsa a la homogeneidad–- eran y siguen siendo vividas, en muchos casos, como amenazas. Todavía hoy, en la era post ley de matrimonio, hay quienes siguen corriendo el riesgo de quedar aislados y de ser estigmatizados por el resto. Pero el amparo y la inclusión a nivel social, estatal y educativa pueden intervenir disminuyendo esa cuota de sufrimiento personal. “La escuela sigue siendo un lugar hostil para los niños y jóvenes que no se adecuan a las normas de la heterosexualidad –dice Gabriela Bacin–. El hostigamiento, la discriminación y la violencia son experiencias cotidianas que generan padecimientos, baja autoestima y bajo rendimiento escolar. Esta situación difícilmente se modifique si no se implementan políticas claras de no discriminación y promoción de la diversidad en el marco de instituciones integralmente comprometidas.”
El pasado 29 de julio, el Inadi y el Ministerio de Educación acordaron realizar un trabajo en común. Si bien fue apenas una reunión de presentación entre el ministro Alberto Sileoni y el titular del Inadi, Pedro Mouratian, sirvió para empezar a compartir agenda. En este primer encuentro se propusieron trabajar fuertemente la temática de discriminación dentro de los colegios. La implementación de esta política conjunta será a través de medidas como exponer cartelería y utilizar la plataforma de las netbook para transmitir contenidos, pero fundamentalmente se irán pensando a lo largo de este tiempo lineamientos para avanzar en la lucha contra la discriminación desde las prácticas escolares cotidianas. Este proyecto viajaría a todo el país, ya que son dos organismos federales. Mirta Marina recalca el aporte fundamental tanto de esta acción como la del convenio entre la UTE, el Mariano Acosta y Docentes por la diversidad: “Estos proyectos contribuyen a que los contenidos que proponemos enseñar se hagan realidad. La escuela es un lugar donde un chico puede pasarla muy bien por ser reconocido en sus derechos, pero también puede ser uno de los lugares donde más se lo discrimine. Trabajar por la no discriminación es una tarea que no se termina nunca”. Nunca. Y una de las formas que adoptó este trabajo interminable dentro del ámbito oficial fue la creación de la revista para familias por parte del Ministerio, un medio cuyo primer aporte a la transformación está en el plural del título, que busca romper con la cristalización de la familia única y estándar. Esta revista se puede conseguir no solo en las escuelas, también en sindicatos, centros de salud y distintas organizaciones de la sociedad civil. Su tono general es didáctico y busca dirigirse en especial a madres y padres para informarles de los contenidos que se enseñan en el colegio. Sus temas son variados e incluyen relaciones sexuales, diversidad sexual, menstruación, masturbación, violencia, etc. Claro que inquieta cómo serán transferidos estos contenidos a lxs alumnxs de las instituciones más conservadoras. Según Mirta Marino: “La ley es clara. En su primer artículo dice que el derecho a la educación sexual es para todos los chicos que concurren a la escuela. Lo que nosotros trabajamos es un piso de contenidos mínimos que tienen que ser trabajados en todas las escuelas. Después las escuelas religiosas pueden agregar su posicionamiento sobre el tema. Pero una cosa no va en lugar de la otra. Ellos pueden pronunciarse o enseñar lo que quieran, pero siempre que cumplan con ese piso básico que marca la ley, es decir, brindar información sobre los derechos sexuales y reproductivos”. Pero muchas veces estas instituciones se muestran poco aggiornadas a las nuevas realidades e insensibles al mundo afectivo de lxs niñxs al imponerles su concepción monolítica del universo familiar. Este es uno de los puntos más preocupantes planteados por Gabriela Bacin: “Están aquellas instituciones que cometen acciones discriminatorias como solicitarles a nuestros hijos psicodiagnósticos por el solo hecho de tener dos madres lesbianas, donde se invisibilizan los vínculos familiares, no se respetan las denominaciones familiares y se promueven deliberadamente estereotipos sexistas y discriminatorios”. Y otro de esos puntos a resolver con este tipo de instituciones radica en la situación de aquellas maestras de la comunidad Glttbi a quienes se las obliga a invisibilizarse: “Entre otras cosas podemos nombrar la denegación de licencias, las amenazas de despido, la exigencia de invisibilidad de los vínculos familiares para conservar el trabajo. Muchas de nuestras compañeras trabajan en un clima hostil, llegando incluso a omitir cualquier información sobre su composición familiar por miedo a represalias en su situación laboral”.
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