Viernes, 25 de noviembre de 2011 | Hoy
El músico y performer Génesis Breyer P-Orridge y su mujer Lady Jacqueline Breyer P-Orridge modificaron sus cuerpos a base de cirugías para crear una identidad mutua que los representara a ambos y al amor que los une. Este proyecto lleva el nombre de pandroginia y es, entre otras cosas, un atentado a la idea de los sexos y las identidades inamovibles. En Viena, además de estrenarse el documental La balada de Génesis y Lady Jaye, se desarrolla una exposición que registra el proceso de transformación que a pesar de la muerte de Lady, no cesa.
Por Victoria Slavuski
Este grisáceo otoño vienés ofrece un buen marco para escribir sobre el amor de Génesis Breyer P-Orridge y Lady Jacqueline Breyer P-Orridge, su expresión como hecho artístico viviente y la subversión absoluta de la idea tradicional de identidad que implica. Un amor que nació en un sótano de una Nueva York marginal en 1993, vivió hasta la inesperada muerte de Lady Jaye de cáncer de estómago, en 2007, y sobrevivió. Ya que en el amor pandrógino la muerte de uno de los amantes no puede separarlos. Los dos artistas, músicos, performers y activistas se enamoraron perdidamente desde el primer momento y al cumplir su décimo aniversario de casados decidieron materializar el deseo de fusión y comenzar a tratar de convertirse en el otro. Hasta entonces solo habían usado ropa, maquillaje, corte y color de pelo similares, pero a partir de ese momento recurrirían a la cirugía, sometiéndose a numerosas operaciones con el objetivo de crear un tercer ser único, Breyer P-Orridge, que existiría cuando estaban juntos como una unidad formada por dos mitades semejantes. La idea no fue ser gemelos idénticos ni siameses, sino afirmar rotundamente con sus propios cuerpos modificados “por amor” para acabar “con las dualidades de una sociedad que divide todo en dos: hombre/mujer, blanco/negro, bueno/malo”, como declaró Génesis en el estreno de la película sobre sus vidas. La solución que ambos imaginaron y realizaron para luchar contra ese espejo deformante fue la pandroginia, programa que consistió, como ellos mismos lo definieron, en transformarse uno en otra, y otra en uno, en la extinción de los sexos y no del sexo, la reformulación de ambos en dos amantes-criaturas idénticos. Ahora, el documental sobre su historia recorre el mundo, y acaba de presentarse en Viena, donde se le concedió un lugar prominente en la Viennale de cine 2011, finalizada este mes. La balada de Génesis y Lady Jaye (2011), multigalardonado film de la francesa Marie Loisier –premio Audiencia del último Bafici–, si bien no tuvo una gala como Clooney, Moretti y Cronenberg, fue el único filme escoltado por un programa paralelo: la exhibición Génesis Breyer P-Orridge: Sangre, sexo y magia, que presentó obra de la pareja en la galería de arte contemporáneo Christine Koenig, y lo que hubiera sido un gran concierto de rock, cancelado por la inesperada hospitalización de Génesis en Nueva York, aparentemente por problemas renales.
Aplicando retroactivamente el efecto mariposa de la teoría del caos, es claro que no estaría escribiendo sobre el amor de Génesis (1950) y Jacqueline (1971-2007) si hace siete años, en una inauguración del Soho neoyorquino, la galería no hubiera estado tan atestada. El día anterior, la cineasta Marie Loisier había asistido a un concierto del inventor del punk, Alan Vega, en que se presentó también el británico Génesis P-Orridge, uno de los músicos, letristas y cantantes más innovadores y controvertidos en el ambiente experimental de punk techno o acid rock. Marie me sonríe en la pantalla de Skype desde NYC, describiendo su encandilamiento con Génesis. “Su voz, la poesía de la actuación, su intensidad... fue mágico.” Y la magia siguió. Un pisotón cualquiera da en la vida, dicen, pero no cualquiera da un pisotón tan trascendental como el que dio Marie Loisier en la galería de Soho. Al levantar la vista para pedir disculpas a su víctima, se encontró cara a cara con el cantante del día anterior. La magia se reinstaló “y Génesis me pidió que le escribiera”. Siguió una invitación a su casa, donde Marie conoció a “la bellísima Lady Jaye Breyer P-Orridge”, y media hora más tarde, sentada en una gigantesca mano-sillón verde, escuchó la propuesta de ambos de que los filmara, seguida de la invitación a acompañarlos en una gira de Psychic TV, el grupo donde ambos tocaban. Todo continuó como en patines. Pero en esas dos semanas de tour, Marie se da cuenta de que está frente a algo inédito que le interesa mucho más que el grupo: el peculiar experimento amoroso de Génesis y Lady Jaye, a su juicio, “la historia de amor con la que medio mundo sueña”. Un año atrás, la pareja había iniciado el tortuoso camino hacia la pandroginia a fin de convertirse en un único Breyer P-Orridge doble, y publicado un manifiesto conexo. Durante los siete años siguientes, el binomio y, tras el fallecimiento de Lady Jaye, en 2007, el sobreviviente Génesis, que adoptó el nombre Génesis Breyer P-Orridge (GBPO), le abrieron de par en par las puertas de su casa de Brooklyn, y le dijeron que podía visitarlos con su Bolex cuando y cuantas veces quisiera. Así se filmó La balada..., desde 2004 hasta principios de este año con una Bolex sin sonido que Marie considera parte de su cuerpo, en 1400 rollos de tres minutos, sumando unas 70 horas de filmación:un documental con momentos de gran pathos y declaraciones conmovedoras o de una gracia desopilante y a la vez tristona o nostálgica, como de circo, pantomima o cine mudo, desde la introducción en que Génesis baila con una especie de gigantesco tutú que cae desde su cuello como un Harpo Marx sobredimensionado que interpretara al canario Tweety en un estilo cautivante, payasesco y a la vez lírico, y lady Jaye, que en los minutos siguientes no se le queda atrás recordando a la novia de Buster Keaton en El navegante, tocando en la cocina con una gracia compradora dos maracas imaginarias que son en realidad opulentos ramitos de perejil.
Uno de los momentos más atmosféricos de la película es el encuentro de Génesis P-Orridge (narrado por Gen) y Lady Jaye Breyer, en Nueva York, en 1993, P-Orridge vivía en ese entonces en California con sus dos hijas, Genesse y Caresse, e iba cada tanto a pasar un fin de semana a Nueva York. Allí se alojaba en la “mazmorra” de una amiga que para financiarse una vida de escritora trabajaba como “ama” o “dominatriz”. Una madrugada en la mazmorra lo despertó un ruido. Semidormido, vio pasar varias veces de ida y vuelta por el marco de una puerta iluminada una aparición que lo conmovió. Una figura de mujer delgada y elegantísima. Hipnotizado, la vio sacarse la ropa de los años ‘60 y enfundarse un traje con calados fetichistas –sus dos estilos de vestimenta preferidos–. La impresión fue tan fuerte que Génesis confiesa “cerré los ojos y me concentré en un rezo interno que decía algo así como: querido universo, si encuentras una manera de que yo pueda estar con esta mujer, eso es todo lo que quiero, y me quedaré con ella para siempre”. Si no el Universo, al menos Lady Jaye respondió positivamente a su deseo y empezó una relación. Se adivinaban, y desde el principio pusieron proa a la pandroginia: “La primera vez que estuvimos juntos, antes de salir a la calle, Lady Jaye me vistió con algunas prendas de ella. Captó inmediatamente esa faceta de mi personalidad”. Ese mismo año, Génesis P-Orridge y Jacqueline Breyer se casaron. Como debía ser, ella le compró a él, que en ese momento usaba bucles, un vestido de novia, y ella vistió pantalones con una chaqueta oscura abierta y nada debajo. Ella lo levantó en vilo para pasar el umbral de una puerta y él tiró el ramo de flores. Lo atestiguan una serie de fotos sobreactuadas y godardianas, en el estilo lúdico y jubiloso, payasesco y autoparódico que caracteriza y hace seductora a la pareja. En La balada..., Gen lo resume en pocas palabras a Marie, a la que adivinamos detrás de la Bolex: “y fue una historia de ésas... uno se enamora locamente de alguien... por lo menos, esperemos, una vez en la vida... y el sentimiento es tan fuerte que uno quiere consumir al otro, devorarlo, unirse con el otro y que los dos sean solo uno... dejar de ser un individuo”. Ese deseo necesitó expresarse y Génesis y Lady Jaye empezaron a vestirse, peinarse y maquillarse de modo similar. Pero el proyecto de pandroginia propiamente dicho se inició al cumplir diez años de casados, e implicó para ambos un sinnúmero de operaciones que comenzaron con intervenciones en los rostros para parecerse más entre sí y llegaron a incluir vasectomía e implantes de senos. La meta era producir un nuevo ser pandrógino, Breyer P-Orridge, que sería uno y los dos a la vez. En ese mismo año aclararon motivos y significados en el mencionado Manifiesto de Pandroginia (ver recuadro). Pero aunque Génesis se autodenomina sh/e, es decir él/la, se viste con ropa de mujer y tiene senos, él/la y Lady Jaye siempre afirmaron que su búsqueda no tenía ningún punto común con el transgénero, y muchos clasifican la pandroginia como un proyecto artístico emparentado con el accionismo y el bioarte, basados en la prehistoria artística de la pareja.
Antes del encuentro de las mitades que constituirían la “bi-unidad” bautizada Breyer P-Orridge, mucha música, instrumentos, textos, canciones y objetos de arte de vanguardia habían pasado por la mente, las manos y la garganta de Génesis, artista conceptual post Dada y post Fluxus, músico, cantante y escritor nacido con sexo masculino como Neil Andrew Megson en Manchester en 1950, es decir, exactamente en la mitad del siglo XX –un siglo en que todas las búsquedas existenciales y artísticas alcanzaron su cresta máxima, en que todo se puso en tela de juicio y los límites parecían existir solo para ser transgredidos–. A los 18 años autobautizado Génesis P-Orridge, sacó su primer disco, que en la cubierta tenía citas del celebrado y revolucionario compositor John Cage. Ese fue el primero de una discografía que incluye más de doscientos títulos (incluido uno compuesto con el archivo personal de William Burroughs) que produjo como fundador e integrante de distintos grupos que cultivaban la provocación y a través o conjuntamente con la música desafiaban tabúes y convenciones sociales realizando performances y happenings. Génesis inició muy joven una sólida amistad con los papas beatnik William Burroughs y Brion Gysin, aplicando la técnica del cut up a la música. Con la artista conceptual y estrella porno Cosey Fanni Tutti hicieron actuaciones donde incluían esculturas de tampones ensangrentados y pornografía hard-core. Las instituciones que los habían financiado gracias a la influencia de Burroughs se retractaron públicamente y el ministro de las Artes los acusó de ser “destructores de la civilización”. Entre otras cosas, se lo enjuició por haber creado imágenes porno con la reina de Inglaterra. Perseguido por la Scotland Yard, se estableció en California con su esposa Alaura, con quien tuvo dos hijas, Genesse y Caresse. Por su parte, Jacqueline Breyer se había escapado de su casa a los 16 años y trabajó como ama y dominatriz en ambientes sadomasoquistas para financiarse sus estudios de enfermería. Paralelamente, actuaba en happenings y performances conceptuales en que se dramatizaban problemas de género. También puso en escena actuaciones extremas, como por ejemplo una sesión en que boxeaba con otra mujer hasta quedar las dos ensangrentadas y al borde de un colapso. Por su parte, en uno de sus grupos, Génesis y sus músicos hicieron una actuación en que aparecían surcados de cortaduras falsas o se cortaban realmente hiriéndose con navajitas de afeitar en el escenario. Estas “experiencias” de perfil autodestructivo son similares a las de los radicales y subversivos accionistas vieneses que, como él, afrontaron juicios, siendo varios de ellos encarcelados. Según Thomas Miessgang, el curador de la muestra Sangre, Sexo y Magia, POrridge también comparte con ellos tendencias ritualistas y sacrificiales.
Me cito con el ahora curador independiente Miessgang en la galería Christine Koenig, de la calle Schleifmülhgasse, frente a la maravillosa floristería Blumenkraft. Lo quería ver a Miessgang, que dirigió hasta marzo el importante museo Kunsthalle de Viena, más que para que me comentara la muestra, para recoger sus impresiones directas de Génesis en Nueva York. “Nos encontramos cerca de su casa, en el barrio judío del Lower East Side. Recién había vuelto de Katmandú, donde están montando una fundación para madres y bebés que llevará el nombre de Lady Laye.” En las paredes de la galería figura una frase de GBPO que lo define: “No tengo que aceptar nada de lo que me ha sido dado”. Lo más interesante: un video en que los Breyer P-Orridge nos exhortan a no permitir que la sociedad suprima el ser humano del sexo “opuesto” que nos constituye y del que se nos despoja al nacer. Lo más impactante: una gran foto de la megaboca de GBOP con labios henchidos de silicona que dejan entrever sus famosos dientes de oro macizo. El folleto explicativo: “Del transgénero a la pandroginia”. Miessgang me comenta que la Tate Gallery ha comprado una parte de la documentación pandrógina de GBPO. Noto que se refiere a Génesis, que se autodenomina “s/he” (él/la), usando simplemente “she” (ella). y cuando le pregunto por qué no utiliza una pronunciación más pandrógina, como por ejemplo “sh-jí” (ellla) contesta con una frase oblicua: “Parece una respetable señora de mediana edad, encantadora, organizada, jovial...”. Miessgang menciona que GBPO le dio a entender que la pandroginia nació a raíz de que no podían tener hijos y por eso pensaron en crear un ser único, que como un hijo, estaría hecho de ellos dos. Génesis ha afirmado –en consonancia con los discursos que desligan la transexualidad de un discurso médico– que no se identifica con las ideas de “la mujer encerrada en un cuerpo de hombre” o “el hombre encerrado en un cuerpo de mujer”. “El pandrógino –dice– se siente, simplemente, encerrado en el cuerpo.” Esa noche en Skype noto que Marie Loisier también lo/la llama “ella”. “¿Pero es ella o él/la?” pregunto. La respuesta fue trifásica: “Yo la llamo ella, porque ella así lo prefiere, pero otros, que la conocen desde antes, le dicen él, cosa que a ella no le molesta en absoluto”. “Y... ella, él o él/la –digo– ¿cómo se dice o llama?” “Y... ella se dice siempre nosotros, habla siempre en ‘nosotros’”, me contesta con un mohín consternado Marie en la pantalla. (En español tendría un problema adicional, ya que we y us pueden traducirse “nosotros” o “nosotras”). ¡Por fin! una entrevista en que plantean mi pregunta, ¿por qué “ella”, no es acaso “él” y “ella” a la vez? Contestación (medianamente satisfactoria): sí, definitivamente es “el” y “ella” a la vez... usa “ella” para hacerse la vida más fácil e imponer respeto al experimento.
Lady Jaye y Génesis, partidarios del autodiseño genético, definieron la pandroginia como una androginia positiva dirigida a la evolución de la especie y consideraron que la sacralización del cuerpo era el mayor obstáculo para la evolución. Sus proyectos Breakin Sex y Pandroginia han sido inscritos en el llamado bioarte, junto a otros artistas que también rediseñan sus propios cuerpos “interviniendo” en ellos o que utilizan sus tejidos, secreciones o ADN como materia prima. Al utilizar procedimientos invasivos con el cuerpo humano, el bioarte comparte con el accionismo su desacralización, en el sentido de cuerpo dado por Dios o la Madre Naturaleza (lo natural), que no se debe alterar sino en casos codificados que incluyen salvar o mejorar la vida física –cirugía– o psicológica –-cirugía estética– o para cumplir con rituales, ritos o castigos religiosos, prácticas de una etnia que en otras pueden ser marginales (tatuaje, piercing). El bioarte replantea las nociones de identidad, postulando la piel como máscara, la mascarada, el vacío detrás de la máscara, el binomio ser interior/exterior, como la artista francesa Orlan (que se hizo cinco operaciones para asemejarse a distintas personalidades–iconos), Nina Arsenault (sometida a más de medio centenar de operaciones para embellecerse conservando genitales masculinos), Paul Vanouse (que crea huellas digitales genéticas de criminales o personas famosas a partir de su propio ADN), el australiano Stelarc, que en 2006 se implantó una oreja en el antebrazo, o la francesa Marion Laval-Jeantet, que se inyectó sangre equina para experimentar los efectos concomitantes.
Pero lo más importante para GBPO es que la pandroginia no tiene límites temporales ni puede ser interrumpida por la muerte, sino que sigue y sigue, tanto en este mundo, donde GBPO representa a Lady Jaye, como en el otro, donde ella representa a GBPO. Una y otra vez ambos Breyer P-Orridge aseguraron que la pandroginia, y las operaciones quirúrgicas a las que se sometieron en su nombre, no tienen nada que ver con el transgénero ni la belleza. Su única meta era hacerse lo más idénticos posibles el uno al otro para fundirse en un nuevo ser. Consideraban la empresa como una aplicación del método literario de cut up de Burroughs y Gysin. Y como Gysin decía que su trabajo conjunto con Burroughs era el de una tercera mente que no era ni de Burroughs ni suya sino de ambos, GBPO consideraba que Breyer P-Orridge era un tercer ser que no era ni Lady Jaye ni Génesis sino que representaba a los dos. Así, Lady Jaye, que decía que el cuerpo era sólo “una vieja maleta”, se sometió a una docena de operaciones de cirugía estética para parecerse más a GBPO, que incluyeron los ojos, el mentón y la nariz además de un implante de senos que realizaron conjuntamente en un aniversario, algo que consideraron sumamente “romántico”. GPBO pasó por operaciones de pómulos, tres de senos, una de ellas de reducción, y varias de rostro, aparte de muchas otras operaciones, algunas sumamente ligeras como la que consistió solo en un tatuaje en la mejilla de GBPO de algunos lunares que Lady Jane presentaba en la suya correspondiente. No hubo ninguna operación en que GPOB perdiera una parte de su aparato sexual, aunque Lady Jaye afirmó que hubiera querido añadir a su cuerpo un pene si eso hubiera sido fácil. Cuando le preguntaban qué tipo de vida sexual tenían, ella contestaba “la misma que tiene cualquier pareja normal”.
En un momento de La balada..., ambos hablan de la muerte. GBPO teme ser recordado en relación con tampones ensangrentados, y Lady Jaye tiene claro que querría ser recordada como la protagonista de un amor absoluto. Tras la muerte de Jacqueline Breyer, el proyecto de pandroginia y el documental pasaron por un período de tinieblas en que no se sabía si iban a resucitar. Pero en un momento la directora y el protagonista sobreviviente dejaron de llorar abrazados. El querido Universo invocado por GBPO al principio y el destino de Lady Jaye de morir tan joven harían que ese deseo se cumpliera ya que, extrañamente, toda historia de amor, incluso de amor loco, sólo puede ser una gran historia de amor si es trágica. La reactuación y narración de Génesis en el film de la inesperada muerte de Lady Jaye en el segundo de dos colapsos idénticos entre los cuales le hizo revivir a GBPO la esencia de su historia de amor, son un testimonio profundamente misterioso, casi bosquejan un mito moderno. Y las palabras con que Génesis cuenta el último instante en común en un reportaje reciente parecen salidas directamente de Shakespeare aunque tal vez solo alguien como él/la pueda pronunciarlas de esa manera alejándolas a años luz del melodrama: “Ella murió en mis brazos, besándome, exhaló su último suspiro dentro de mi boca”.
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