Viernes, 13 de marzo de 2009 | Hoy
Por Liliana Viola
Bella práctica, y sobre todo práctica pagana, la de cantar a coro, reírse tanto, apagar velas y comer torta festejando el día en que uno mismo nació. “Soy”, parece que susurra el aire soplado por esa boca fruncida que, contra todo pronóstico cobarde, finalmente apaga la vela. “Soy”, burla de buen gusto para la presencia artera de la muerte, de lo que podría no haber sido pero es. Más que existir, insistir. Bella práctica el cumpleaños, única ocasión en la que se aplaude a alguien por pedir tres deseos. Pedimos, entonces, tres deseos: diversidad, diversidad, diversidad. No rogamos desde este suplemento por el destino de la civilización. Ese es trabajo de ella. Que la civilización se vaya acomodando, aprendiendo, actualizando, para no dejar de ser civilización. Que el mundo civilizado entienda, y no que tolere, que la diversidad no sólo es fiesta, ni límite quebrado, sino condición vital.
Dicen que en el más olvidado de los Egiptos, los faraones festejaban como locos sus cumpleaños, pero se sabe que entonces y durante mucho tiempo fueron ellos los únicos agasajados. Ni las mujeres, ni el resto de los pobres tenían siquiera el derecho de conocer la fecha de su nacimiento. Se podría conjeturar que todos estos siglos fueron de militancia cumpleañera o una selección natural de las celebraciones gracias a las cuales heredamos esta naturalidad con la que en todas las casas se celebra el primer año de los hijxs. Qué tedio, después de todo, ser el único en cumplir, hacerlo solo.
Con fastuosa exageración de faraón –ver más adelante los lujosos, estrafalarios y valiosos regalos recibidos–, no obstante, el Suplemento Soy festeja ahora su primer año en este mundo. En este mundo que no ha cambiado tanto desde los tiempos en que se dividía a fuerza de religión, medicina y códigos contravencionales entre normales y desviados, entre invertidos y vertidos. Pero que ha cambiado lo suficiente como para que un suplemento “tan raro” aparezca y no perezca en el interior de un diario de circulación masiva, que con su sola presencia interpele al sentido común, reino de los temores, vieja trampa.
“Soy la que soy”, ha dicho Wislawa Szymborska en un poema que no por casualidad se llama “Del montón”: “Soy la que soy. Casualidad inconcebible como todas las casualidades.”
El suplemento Soy festeja las casualidades y así, más narcisista que una flor de Narciso, este momento exacto en el que tus ojos pasan por acá. Te reflejes o te refractes, te veas identificadx o sorprendidx, estupefactx, o lo que sea. Festeja por cada viernes que alguien compra el diario con disimulo para sacar a solas “la revistita”, una de las pocas contraseñas a mano en el interior de tantas cuevas hostiles todavía. Porque hay gente que lo lee en cualquier parte, quienes lo buscan puntualmente en Internet, quienes se buscan a sí mismos en el estilarlo, en las crónicas fuera del closet, en los amores correspondidos, quienes van como dos Hansel y Gretel de película porno siguiendo las miguitas que Lux les tira.
El suplemento Soy apaga la velita que le corresponde por todas las coincidencias que han reunido en estas páginas a todas las personas, tan extrañas y del montón, que hacemos este suplemento. Porque aunque es cierto que hasta donde sepamos no existe un suplemento de diversidad en ningún diario del mundo, no hemos sido víctimas, ni héroes, ni temerarixs. No es difícil reconocerlo, la necesidad de un espacio de reunión queer al alcance de todos estaba en el aire. Qué suerte que esta vez sean nuestras esas bocas fruncidas, que soplan.
El primer año es sòlo el comienzo. El comienzo de algo que será lo que es, y está dispuesto a seguir cambiando. Lo ha dicho excelente Szymborska en ese mismo poema: “En el vestuario de la naturaleza/ hay muchos trajes.../ Traje de araña, de gaviota,/ de ratón de monte./ Cada uno, como hecho a medida,/ se lleva dócilmente/ hasta que se hace tiras.”
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