Viernes, 19 de junio de 2009 | Hoy
Lo que se da en llamar “televisión basura” otorga un lugar privilegiado a la representación de gays y trans –las lesbianas ni siquiera tienen espacio más que como efímera fantasía heterosexual–, un lugar que permite la burla homofóbica sin culpa porque el ridículo se explota hasta la crueldad. En su entramado de silencios, la corrección política queda a salvo: no hay discriminación, se supone, sólo la risa cómplice frente a quienes aparecen como freaks porque ése es el precio para aparecer, incluso cuando la primera entrada se haya hecho, como en el caso de la fugazmente célebre Zulma Lobato, para denunciar la represión policial y el acoso a quienes no entran en la norma.
Hace casi exactamente seis años, en plena crisis económica, en el canal que entonces se llamaba Azul TV –aunque a pesar de los cambios de patrones y nombres siga siendo el 9– debutó Zap TV con la conducción de Marcelo Polino, y nació ese colectivo que más tarde se llamaría Los Mediáticos y del que Guido Süller es rey indiscutido. Zap TV era un choque de géneros: algo de parodia de los talk-shows, algo de reality, algo de telenovela. Allí hacían como que se peleaban notables de la escena bizarra televisiva nacional, desde Adriana Aguirre hasta Jacobo Winograd. Pero hubo un grupo nuevo que se destacó, que fue requerido más tarde por otros programas cuando Zap TV terminó, un grupo que se integró a la fauna televisiva –porque nunca llegaron a integrarse a la farándula–: son los gays mediáticos. Guido fue y es el rey. Pero hubo toda una corte: ahora mismo, Mich Amed (psicólogo, actor, autoproclamado rey de la noche gay) protagoniza un escándalo con la recién llegada Zulma Lobato. Pero tuvo los propios antes. En 1999, por ejemplo, cuando declaró en el programa de Mauro Viale que había sido amante de Ricky Martin. Diez años después, Mich desmiente: “Quiero aclarar que nunca conocí a Ricky Martin personalmente, ni nunca tuve relaciones con él. Lo que dije no fue verdad. Lo hice presionado por las circunstancias y por las promesas de un futuro mejor en mi carrera”.
Nadie se creyó nunca, claro, que Mich había sido amante de Ricky. Pero el juego de mentiras y máscaras y actuaciones (e incluso identidades) es lo que permite sacar a los mediáticos del mero rezongo, sacarlos del pensamiento más sencillo que reza: ocupan el lugar de bufón, el “aceptable” para los gays en TV. Muchos de los mediáticos van más allá, y quién sabe qué papel ocupan: son aceptables en tanto que graciosos, pero las realidades de las que dan indicios no son siquiera tan conocidas. Es un gran circo, eso está claro, lo mismo que las situaciones bizarras. Pero cuando El Larva (ex asistente de Guido, ex novio de Mich) apareció travestido y supuestamente prostituyéndose cerca del Lawn Tennis Club –ya había desfilado por unos pocos programas con una peluquita tipo Araceli en los ‘80, explicando lo difícil que le resultaba depilarse el pecho–, logró una presencia que luego permitió la aparición de Zulma Lobato: la de la travesti incómoda, con su cuerpo todavía tan de varón, tan lejos de la imagen estereotipada del cuerpo sensual que provoca deseo. El Larva existe aunque actúe: de alguna manera da testimonio. Así como existe –y esto sí es testimonio y tragedia– la hoy ausente de los medios Malenna Candelmo, que cuando adolescente fue violado por el ex entrenador, hoy comentarista y filocomediante Hector “Bambino” Veira. Allí el circo muestra su cara terrible, desnuda las miserias del público que se reía de Malenna y las del periodismo del espectáculo y la telebasura (cuando las tuvo). También refleja algo verdadero: Reinaldo, el joven consorte de la anciana Adelfa, los pactos entre jóvenes gays y sus amigas mayores. También quedan al desnudo las contradicciones, como con el desenfado chocante de Oggi Junco, RRPP voraz y comedor de heterosexuales (él lo ha dicho), hecho a imagen y semejanza de Moria Casán, otro personaje de lo más complejo, la terrible mujer que defendió con orgullo a la última dictadura mientras al mismo tiempo abre Gaysoline y marca un momento importante para la comunidad gay porteña. O la verborragia de Roberto Piazza , que pasa de militante de derechos civiles y denunciante de abusadores, a declarar que quiere matar ladrones con sus propias manos.
Después de Zap TV, que logró reunir a la mejor generación de mediáticos, no hubo mucho con tanta, digamos, potencia dramática. Los chicos gays de Gran Hermano son más “convencionales” o desaparecen (Gastón, los dos Marcelos –Corazza, sometido a una cámara oculta canalla en el programa de Jorge Rial–, Sebastián Pollastro; en Operación Triunfo hay un chico que se llama Nacho que podría tener futuro, pero no parece que al programa le vaya tan bien). Es claro: todos son menos bizarros, más clase media, menos vistosos, menos dispuestos a una exposición cercana a la cirugía. Los mediáticos pertenecen a otro mundo, más inasible: son animales de televisión barata y quizá nunca lleguen a ser otra cosa, porque ser un astro de la TV basura tiene techo, y no hay salto. Muchos se conforman, otros derrapan, y mientras tanto sigue el show.
“La policía nos amenaza permanentemente. Yo sé que saliendo en televisión me pongo en riesgo, sepan todos que si a mí me llega a pasar algo fueron los policías de la comisaría 4ª de José León Suárez. En Márquez y Ruta 8 está lleno de travestis y las dejan trabajar, pero trabajan con arreglo. Les pagan cincuenta pesos a la policía. Y eso es un delito. El jefe de calle es tan atorrante que va de civil y se mueve en un auto particular, y seguro que es el comisario el que lo manda a cobrar los cincuenta pesos a cada chica que ahí está ejerciendo la prostitución. Trabajando en la calle nadie hace fortunas, a lo sumo llegás a ganar cien pesos por día, si los ganás. Imaginate: si hay cincuenta travestis, ¡la plata que se lleva la policía! El 11 de diciembre de 2008 fui amenazada de muerte. Me llamaban permanentemente, me insultaban por teléfono. Y el 27 de enero me llevaron presa. Yo ya les había dicho en diciembre que no les iba a pagar un peso, y cuando me llevaron detenida la policía me robó un reloj, me robó dinero, me rompieron el celular, me metieron en un calabozo todo sucio y me tuvieron encerrada ocho horas. Después me pasearon por El Palomar, esposada, como si fuera una delincuente, y les pedía que por favor me sacaran las esposas porque me dolían. Y se mataban de risa. Yo hice la denuncia en la fiscalía de San Martín, en la UFI 9 y en la UFI 10, y jamás me llamaron a declarar. Quiero que procesen a esos policías, que les hagan pagar lo que me robaron, porque no es justo lo que me hicieron pasar. Me hicieron pasar la peor noche de mi vida. Esto que me hicieron a mí se lo hacen a miles de travestis y se tiene que terminar con esto, porque estamos como en la época de los militares, cuando les pegaban y les robaban las pertenencias a los travestis. Aparte, ellos cobran sueldo para cuidar a la gente, no para estar molestando a los travestis. Nadie hace nada. Ni siquiera las travestis, porque tienen miedo. Si a vos la policía te mata y sos travesti, sos un NN. Y como sos travesti, la Justicia no investiga. Evidentemente hay un vínculo de corrupción entre policía, jueces y fiscales. Y eso lo demuestra que hasta el día de hoy no me hayan llamado para declarar, ni se haya investigado nada. (...)
Cuando trabajo en la calle soy sólo Zulma; si llego a ser famosa, me voy a llamar Zulma Lobato. Y sí... me gustaría que me den un trabajo decente porque yo ya estoy cansada. Prostituirse puede ser algo muy desagradable: te topás con gente drogada, sucia, borracha... Qué más quisiera yo que alguien me ofrezca un trabajo decente.”
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