turismo

Domingo, 16 de septiembre de 2007

RUSIA > UNA CIUDAD OLíMPICA

2014, la hora de Sochi

Famosa por su buen tiempo y conocida como una de las ciudades subtropicales más al norte del globo, Sochi fue elegida para los Juegos Olímpicos de Invierno de 2014. Hora de descubrir sus playas sobre el Mar Negro, pero también su estación de esquí.

 Por Graciela Cutuli

A principios de julio, Sochi saltó a las páginas de las noticias deportivas por algo más que su presencia habitual como simple mención en las biografías de Maria Sharapova y Yevgueni Kafelnikov, dos de los exitosos tenistas rusos del momento que salieron de su semillero: había sido elegida, para sorpresa de muchos, como la sede de los Juegos Olímpicos de Invierno de 2014, derrotando a ciudades postulantes de Corea del Sur y Austria. Sus conocedores y habitués, sin embargo, no tenían de qué sorprenderse: Sochi, aunque muy lejana para los parámetros del Cono Sur, es una de las localidades más turísticas de Europa, con millones de visitantes que cada año disfrutan de la belleza de sus playas sobre el Mar Negro. Playas, justamente, aunque haya sido elegida para los deportes de invierno...

Sochi, la “Riviera Rusa”, es una de las localidades más turísticas de Europa.

Las imágenes tomadas desde el agua la muestran asomada al mar a lo largo de decenas de kilómetros de extensión (incluyendo lo que se llama el “Gran Sochi”, es decir, los alrededores) y respaldada por las montañas del Cáucaso. Sin duda, tiene sus curiosidades: muchos la eligen por su “garantía de buen tiempo”, porque Sochi tiene en sus diplomas unos 300 días de sol al año (sol que no podía faltar en su escudo), pero al mismo tiempo es conocida por su estación de esquí, ya que la montaña ofrece un cercano contraste con la calidez de esta ciudad conocida como una de las urbes subtropicales situadas más al norte del globo. Por algo se encuentra al borde de lo que llaman “Riviera Rusa”.

La Suiza del Mar Negro

Tal vez la diversidad del paisaje es lo que le vale a Sochi su apodo de “pequeña Suiza”: estos rincones jalonados de lagos, glaciares y montañas, donde los espeleólogos aún tienen cavernas por descubrir, hacen pensar en algunas de las localidades alpinas que concentran el turismo más rico del mundo. Con un carácter muy distinto, porque años de historia dejan su huella, esta auténtica capital rusa de verano invita a salir de trekking por los alrededores, internándose en las alturas del Cáucaso. Sin ir tan lejos, basta escalar los 600 metros de la colina más cercana a la ciudad, Akhun, para tener un panorama general de un sitio privilegiado para los deportes de todo tipo, pero en particular para el esquí: el centro de esta actividad es la estación de Krasnaya Polyana, situada sobre un manto de nieve donde la vista parece no perderse nunca, y donde es habitual que el colchón blanco alcance los dos metros de espesor. La moda del momento, como en las principales estaciones del mundo, es el esquí fuera de pista, y sin duda este lugar ofrece una forma original de llegar a los rincones menos accesibles, en antiguos helicópteros rusos con silueta de guerra y agilidad de pájaro.

Las montañas del Cáucaso van a ser el marco de los Juegos Olímpicos de Invierno 2014. Fotos de BT Group

Ciudad de líderes

A la popularidad de Sochi contribuyeron no sólo su belleza natural sino también los personajes que a lo largo del tiempo la eligieron como lugar de vacaciones. El más reciente es el presidente ruso, Vladimir Putin, que se empeñó personalmente por conseguir su designación como sede de los Juegos de 2014, y también gusta de elegirla como sede de encuentros internacionales: no en vano tiene allí una residencia de verano. Como la tenía, también, Josef Stalin, el “zar rojo”. Una dacha que hoy exhibe simplemente una placa con su nombre en la entrada, y donde el tiempo no parece haber pasado desde los años ‘30: actualmente convertida en hotel, es posible pasar la noche y revivir los años soviéticos bajo un retrato de Stalin que adorna el comedor, o durmiendo en su propia cama (claro que la aventura cuesta varios cientos de euros). En los años ‘60 y ‘70, este edificio se convirtió en lugar de recepción para las personalidades invitadas a Rusia por el Partido Comunista, y llegó a su destino actual sólo tras la caída de la Unión Soviética, a comienzos de los ‘90. Eso no le cambió el color, un verde que se disimula perfectamente con el paisaje y no permite distinguir la dacha ni desde el aire ni desde el mar: una orden de Stalin, obsesivo de la seguridad.

Dejando atrás la dacha y sus fantasmas, hay que volver a la Sochi moderna y llena de diversiones, donde florecen perfumados jardines y la vida se prolonga hasta tarde en los teatros, exhibiciones y espectáculos: desde siempre, el público ruso es aficionado a las artes y la vida social, que aquí se cultiva con todos los honores. Un punto más en la ya larga lista de atractivos de Sochi, con proa hacia el 2014.

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