EGIPTO EN EL MUSEO EGIPCIO DE EL CAIRO
El tesoro de Tutankhamón
El mayor museo del Antiguo Egipto exhibe valiosísimas piezas de los diversos períodos de los faraones. Sin duda, el tesoro más fabuloso es el que se encontró en la tumba de Tutankhamón:
sarcófagos de oro, tronos reales, máscaras mortuorias, esfinges de granito, piezas de alabastro y papiros que ilustran “El libro de los muertos”.
He visto el pasado;
conozco el futuro
Epitafio de Tutankhamón
Por Julián Varsavsky
Después de la dominación romana de Egipto –entre el año 30 a. C. y el 395 d. C.–, la monumental civilización de los faraones desapareció por completo para el mundo occidental bajo el fango aluvional del río Nilo y las arenas del desierto. Allí descansaron por más de mil quinientos años las tumbas de los faraones, las pirámides y una serie de templos que comenzaron a salir a la luz casi intactos a partir de la invasión de Napoleón en 1798. Pero recién en 1850 llegan los arqueólogos enviados por el Museo del Louvre, quienes toman su parte y luego ayudan a crear el actual Museo Egipcio de El Cairo, del cual podría decirse que alberga el tesoro más fascinante jamás encontrado en toda la historia moderna: el contenido de la tumba de Tutankhamón.
En todo el museo se exhiben 6000 objetos que son la representación cultural más completa que haya dejado pueblo alguno de la Antigüedad. El legado egipcio bien podría verse como una serie de signos creados expresamente para trascender el tiempo –la mayoría de los objetos más deslumbrantes tenía una utilidad concreta para la vida después de la muerte–. Y por cierto algo de eso lograron, porque el mundo moderno tiene ahora un conocimiento minucioso de la cotidianidad, las creencias y hasta de la escritura de un pueblo que existió hace más de 5000 años.
La colección La planta baja del museo contiene objetos de la época del Antiguo Egipto (hace unos 5000 años), cuando esta cultura germinaba a orillas del Nilo y producía ánforas rojas decoradas con peces y cocodrilos. La Dinastía IV, famosa por haber construido las pirámides, está representada por una gran estatua negra de Kefrén (2520-2494 a. C.).
Durante el período el-Amarna (1330-1334 a. C.), los dioses dejaron de estar representados por figuras y la supremacía divina se trasladó al dios-sol, que se dibujaba como un disco dorado agarrado por unas pequeñas manos. Una sala entera está dedicada a este período.
La era de Ramsés (1307-1070 a. C.) fue la edad de oro de la civilización egipcia. Las colosales estatuas de este guerrero y gran constructor de edificios se encontraron en los principales yacimientos arqueológicos del país: Memphis, Luxor, Karnak y Abu Simbel. Muchas de ellas están hoy en el museo, así como las máscaras de oro que cubrían a los muertos, cuando ese metal comenzó a ser identificado con los dioses gracias a su brillo y sus propiedades anticorrosivas.
Gran parte del arte egipcio estaba destinado a ser contemplado por el alma de los muertos y no por los vivos, quienes no tomaban contacto con esta suerte de “arte oculto” que llenaba las tumbas de los faraones. Se consideraba que el alma seguía viviendo en las estatuas y también en el cuerpo de los muertos, y es por eso que se los momificaba para que se conservaran y fuesen útiles en la siguiente vida. Además se colocaban con el muerto todos sus bienes materiales para que pudiera disfrutarlos en el futuro. Una infinidad de jeroglíficos plasmados en papiros con el texto del Libro de los Muertos explican con sumo detalle: “El corazón del difunto será pesado delante de Osiris en su trono y 42 jueces, poniendo en el otro plato de la balanza una pluma de avestruz, símbolo de la diosa Maat. Thot actúa como escribano; Anubis maneja la balanza y un monstruo con cabeza de cocodrilo amenaza devorar al que no supere la prueba”.
Tutankhamón La aparición en una tarde de noviembre de 1922 de la tumba de Tutankhamón –oculta entre las rocas del Valle de los Reyes– se convirtió en el descubrimiento más aclamado de la historia de la arqueología. Hoy es el plato fuerte del Museo Egipcio. Alrededor del año 1355 a. C. gobernaba Egipto el rey Akhnatón, quien sólo había tenido hijas y eligió a un joven príncipe llamado Tutankhamón para que se casara con una de ellas. Al morir el rey, en 1352 a. C., el príncipe hereda el trono siendo apenas un niño y, luego de nueve años de reinado, muere cuando aún no había cumplido los 20 años de edad. Durante su “infantil” reinado, quienes realmente manejaban el gobierno decidieron abandonar el culto exclusivo del dios-sol y reestablecieron las divinidades figurativas del pasado. En los hechos hubo un cambio de religión oficial que perjudicó a un grupo importante de religiosos y militares que se convirtieron en enemigos implacables del régimen. Inclusive una marca en la mejilla izquierda de Tutankhamón hace pensar que el rey podría haber sido asesinado. El dato histórico dice que al morir el joven rey hubo una suerte de restauración del antiguo régimen y el nombre de Tutankhamón fue borrado de la lista de reyes anteriores. Quizá por eso su tumba en el Valle de los Reyes quedó escondida y olvidada. Y milagrosamente la cámara real se salvó de los saqueos que sufrieron las de otros reyes en este valle. Así, aunque en algunas antecámaras de la tumba se encontró la huella de profanadores, la cámara del joven faraón llegó intacta hasta nuestro días con cada objeto en el lugar donde fue solemnemente colocado hace 3347 años atrás.
El cadáver de Tutankhamón estaba dentro de tres ataúdes de oro y cuatro sarcófagos colocados uno adentro del otro. El tercero, con una longitud de tres metros, es un verdadero bloque de oro puro. La cara de la momia del faraón estaba cubierta por una máscara de oro con incrustaciones de lapislázuli, cornalina roja, malaquita verde y tallas con la figura de un buitre y la cobra sagrada. Sobre el cuerpo había una diadema real, un pectoral de Horus, un cuchillo de oro macizo y láminas doradas en los dedos de las manos y los pies. A un costado de féretro había un cofre de alabastro esculpido con imágenes de las cuatro diosas protectoras: Isis, Nefti, Neith y Selket. En su interior estaban las vasijas que contenían las vísceras del rey embalsamado. A su vez, la tumba tenía alrededor imágenes talladas con forma de león e hipopótamo, una serpiente dorada, un gato de alabastro con la lengua rosa, un perro de bronce y una gacela de marfil. Otra pieza deslumbrante es el trono de oro y plata con la imagen del faraón y su esposa Ankhesenamón.
Un dato que llama poderosamente la atención de los arqueólogos es que Tutankhamón fue una figura de pequeña importancia en relación con muchos otros faraones enterrados en el Valle de los Reyes. La diferencia está en que la tumba de Tutankhamón casi no sufrió saqueos, y por eso los mejores tesoros se encontraron allí. Cabe la posibilidad de que por alguna razón desconocida este faraón recibiera un trato especial, pero de no ser así, ¿cómo habrán sido los tesoros que resguardaban las tumbas de los principales faraones –víctimas del pillaje a lo largo de siglos–, que se han perdido para siempre?