Domingo, 7 de septiembre de 2014 | Hoy
BUENOS AIRES. TURISMO RURAL EN ENSENADA
Un laberinto de pasajes y vegetación, casas sobre pilotes y el río para pescar sin prisa es la propuesta tranquila de los fines de semana en Isla Santiago, sobre la costa bonaerense, que forma parte de la red de Pueblos Turísticos de la provincia.
Por Nora Goya
Fotos de Nora Goya
Muelles para pescar, pasadizos de vegetación exuberante y casas de madera y chapa construidas en altura sobre la costa del río hicieron de la Isla Santiago un destino accesible para el descanso a sólo siete kilómetros de la orilla del municipio de Ensenada y a 60 kilómetros de la Capital Federal.
Llegamos a la isla –que desde hace tres años forma parte del programa Pueblos Turísticos que coordina la Secretaría de Turismo del gobierno de la provincia de Buenos Aires– luego de recorrer el camino pavimentado que, puente levadizo mediante, une el continente con la pequeña población. Este recorrido lo pueden realizar quienes quieran visitar la isla en auto, bicicleta o en el colectivo de línea 275 que comienza su recorrido en La Plata.
Tras pasar por la rotonda que une las avenidas platenses 32 y 120, tomamos el camino Rivadavia hacia el municipio de Ensenada. Una vez que llegamos al centro urbano, nuestro recorrido sigue hacia el este a través de la avenida Bossinga. Pasamos por el acceso al Club Náutico Ensenada y por el Museo del Fuerte Barragán, y luego la avenida que se dirige al balneario de Punta Lara tomará el nombre de Camino Costero Almirante Brown. Cuando llevamos recorridos unos cinco kilómetros, sale hacia el este un camino pavimentado que finalizará en la población de Isla Santiago.
DEL PUENTE A LA ISLA El río Santiago se cruza por un pequeño puente levadizo; del otro lado un cartel de madera sobre la ruta indica la llegada a destino. Cuando llegamos al final del camino pavimentado nos bajamos en la única parada de micros existente en la población rural.
Recorrer la Isla Santiago implica caminar por los pequeños senderos de ligustrina que separan los distintos lotes con viviendas realizadas de madera y chapa, emplazadas sobre pilares para evitar los daños que causan las inundaciones durante la crecida del río. Entre los dueños de las casas hay isleños y otros que las utilizan como residencias para disfrutar fines de semana y temporadas de verano en la orilla del río.
Las fachadas de muchas viviendas, decoradas y pintadas de vivos colores, hacen pensar en las construcciones típicas de La Boca. Durante la caminata por este laberinto en el que no entran autos nos envuelve el aroma de la exuberante vegetación, acompañado por el sonido de perros y aves sueltas por la zona. Uno de los caminos nos lleva hasta la escuela primaria número 38, que también funciona como unidad sanitaria para los habitantes de la isla.
Según el censo de 2010, viven en la Isla Santiago alrededor de 200 personas. En su mayoría son “familias que llegaron en busca de un sitio tranquilo para criar a sus hijos”, nos explica Cenia Cáceres, que se mudó junto a su marido y sus hijos hace cuatro años.
Debido a que en la isla no funcionan grandes empresas o fábricas –apenas hay un quiosco, un almacén, un vivero–, la mayoría de los habitantes trabaja fuera de la población. El resultado es una calma total: lo confirma Cenia, contando que con su familia decidieron vivir en Isla Santiago por la “seguridad y tranquilidad” que les brinda esta zona poco transitada. Frente a la costa del canal del acceso al puerto de La Plata, la mujer y su marido, Ramón Vega, están construyendo su casa de madera y chapa.
Vega es un isleño: se crió aquí junto a sus padres y luego se mudó fuera de la región costera, hasta que finalmente volvió por el pedido de su madre. “Durante los fines de semana y en temporada de verano llegan muchos turistas, en su mayoría familias que disfrutan de la pesca, de navegar en el río o de una caminata”, agrega su esposa, recordando que el colectivo de línea no ingresa los sábados ni domingos y el camping municipal es la única oferta hotelera de la población.
UNA LARGA HISTORIA En Isla Santiago también funciona un puesto de Prefectura Naval y, a diferencia de otras islas de la zona, los habitantes cuentan con electricidad y agua para las viviendas, en su mayoría rodeadas de coloridos jardines y vegetación autóctona. Mientras transitamos por el camino costero, Vega señala que existe un “espíritu solidario muy fuerte entre los habitantes”, y destaca “la colaboración entre vecinos en la construcción de viviendas”. Poco antes de comenzar nuestra conversación, este hombre moreno de hablar pausado buscaba con otros amigos lombrices para la pesca.
Juntos recorremos los parajes de la isla, donde la gente sólo pide a los visitantes que pidan permiso antes de tomar fotos de sus casas. Entre un pasaje y otro, encontramos un santuario al Gauchito Gil con las ofrendas florales y banderas rojas propias de la veneración a este santo popular.
Vega va contando que durante la construcción del Puerto La Plata de Ensenada, en 1890, hubo que realizar una división de la isla por donde caminamos, con la apertura de un canal. Así surgieron la Isla Paulino, nombre en homenaje a Paulino Pagani, uno de sus primeros pobladores, y la nueva Isla Santiago de un tamaño mucho menor.
Nuestros pasos nos llevan frente al Club Isleños Unidos, fundado en 1913. Mi guía comenta que actualmente está cerrado, pero junto a un grupo de vecinos “se están organizando” para reparar las instalaciones, para que los chicos puedan disfrutar las hamacas y los juegos del parque.
En la década del ’30, con la instalación de la cercana Base Naval Militar, fueron expropiadas gran cantidad de tierras destinadas a la producción agrícola. Este acontecimiento generó una importante emigración de los pobladores que se dedicaban al trabajo de la tierra, en terrenos sembrados de papas, ajíes, tomates, chauchas, arvejas, espárragos y frutas. Actualmente la economía local está sustentada en el turismo: por ello se creó la Asociación de Turismo Comunitario Isla Santiago, que organiza ferias de productos regionales y actividades relacionadas con la pesca.
En el sendero que bordea el canal de acceso al Puerto de La Plata, un grupo de jóvenes disfruta de la tarde andando en bicicleta y en roller. Esta zona de la isla está organizada como espacio de recreo, al igual que el Bar 14 que funciona frente a uno de los muelles. Los dueños de este local, además de vender todo lo necesario para pescar en el río, organizan espectáculos musicales y bailes para la población local y los turistas ocasionales.
ISLA PAULINO La Isla Paulino, junto con el balneario de Palo Blanco, también forma parte de los destinos elegidos por los visitantes de la costa platense. Aquí se accede desde el embarcadero ubicado en el municipio de Berisso. Este pequeño muelle de madera da a un canal que desemboca en el río Santiago y cuenta con un servicio de lanchas.
Con este mismo servicio se puede cruzar el canal de acceso al Puerto La Plata, que separa las Isla Paulino y Santiago. Antes de la construcción del camino pavimentado que une Isla Santiago con la orilla continental de Ensenada, los isleños sólo podían llegar a sus casas gracias al servicio de lanchas.
Por la tarde, cuando los visitantes vamos volviendo hacia La Plata, se ve a los pobladores volver a sus hogares después de un día de trabajo fuera de la isla. Es el momento de un hábito cotidiano: el saludo incluso a quienes no conocen, esa costumbre ya olvidada en las grandes ciudades.
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