por Alfredo Zaiat
Como escribió el profesor M. Fernández López en uno de sus brillantes artículos publicados en El Baúl de Manuel, en el suplemento económico de este diario, Cash, en la ciencia económica, unos tipos llamados “economistas” estudian e interpretan la “realidad económica” a través de ciertos esquemas o fórmulas. También ilustró con un chiste la tarea del economista: naufragan un químico, un físico y un economista, y rescatan latas de conservas. ¿Cómo abrirlas? Cada cual sugiere procedimientos conformes a su profesión. El economista propone: “supongamos que existe un abrelatas”. De esa forma se exagera la tendencia del economista a dar por existente algo sin antes demostrar su existencia. M. Fernández López explica que la ciencia económica se convierte así en un conjunto de sistemas hipotético-deductivos. Esquemas de razonamientos que parten de ciertos axiomas o supuestos, operan sobre ellos con la matemática y obtienen enunciados que pueden compararse con los hechos reales.
Con ese tipo de análisis se enfrenta la mayoría cuando escucha y lee a economistas en los medios masivos de comunicación. En cambio, la ciencia económica y muchos profesionales que la estudiaron y estudian tiene otra concepción. Julio H. G. Olivera, el personaje elegido para la propuesta de este número aniversario, rechaza la idea de la ciencia económica como un modelo predictivo, al sostener su carácter hermenéutico o explicativo. “Es una ciencia de la interpretación, que no es un mera hipótesis ni un modelo descriptivo o predictivo, sino un modo de traducir la realidad y de hacerla inteligible”, postula.
Olivera es uno de los economistas más respetados en el mundo académico. En la Facultad de Ciencias Económicas adquiere figura de prócer, no por veneración sino por el inmenso respeto intelectual que le tributan todos sus colegas. Puede ser por su personalidad introvertida y seria, puede ser por su extrema rigurosidad en la exposición de contenidos, es una figura desconocida para la mayoría que, justamente, consume con afición temas económicos con el insondable objetivo de saber qué va a pasar. En cambio, no lo es para aquellos que lo consideran una de las mentes más brillantes en el área económica a nivel mundial, con aportes originales para el desarrollo de esa ciencia. Ese lugar se pone en evidencia en el reconocimiento de ser nombrado en cuatro oportunidades (1970, 1971, 1973 y 1978) como miembro del grupo internacional de economistas elegido por la Academia Real de Suecia para proponer candidatos al Premio Nobel de Economía. También él fue propuesto en dos ocasiones para el Nobel: en 2000 y en el 2004.
Próximo a cumplir 77 años, fue premio Konex de Platino como “máximo exponente de su categoría: Teoría Económica”, en 1986; y fue rector de la Universidad de Buenos Aires en el período dorado de 1962-1965. Fue pre-sidente en dos oportunidades de la Academia Nacional de Ciencias Económicas (1989-1991 y 2001-2003). Ahora es presidente de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires. Se recibió de abogado, en 1951, con calificación de sobresaliente en todas las asignaturas. Es uno de los científicos más importantes con que cuenta el país en la actualidad. En 1972, el premio Nobel Sir John Hicks lo elogió al sostener que coincidía con sus teorías sobre inflación: “Estoy en esto enteramente de acuerdo con el doctor Olivera, cuyos artículos sobre este asunto he estado leyendo con muy alto interés y aprobación”.
Los aportes de Julio H. G. Olivera son muchos y valiosos. Uno de los más recientes se refiere a la vinculación de la educación y la economía. En el acto de apertura del seminario organizado por el Plan Fénix (FCE-UBA), en agosto del año pasado, afirmó que “existe un núcleo sobre el cual concurren sin excepción las escuelas de pensamiento económico antiguas y modernas, un punto fijo en el oleaje de las opiniones y doctrinas económicas: es la importancia crucial de la educación como base y fuerza motriz del crecimiento económico”. También ilustró con los siguientes conceptos:
Julio H. G. Olivera no sólo es contraejemplo de los economistas mediáticos, sino, fundamentalmente, que lo es por su ética y calidad académica y científica. Puede ser que finalmente termine siendo tapa de este diario, como también de los otros, si llegara a ganar el Nobel. Se haría justicia. Para el Premio Nobel.