Desde Bonn, Alemania
Ese bicho tan trabajador y simpático (pese a sus picaduras), la abeja, está amenazado con desaparecer. Eso lo hemos logrado con el sistema económico que sólo quiere producir y obtener ganancias. Y que la sociedad consuma cada vez más, aunque por supuesto conservando la desigualdad social. La abeja. La miel.
Pero no sólo se trata de la miel. La abeja es esencial para la polinización.
La pronta desaparición de la abeja en el mundo acaba de anunciarla la oficina oficial de la Protección a la Naturaleza de Alemania. Se señala que en un futuro cercano desaparecerá más de un cincuenta por ciento de todas las clases de abejas en este país. Se calcula que existen 560 clases de abejas, además de la apis mellifera, la abeja de la miel. Y su más importante misión es, como decimos, la polinización de las flores. Por ejemplo, en Estados Unidos, empresas especializadas emplean esas abejas en forma industrial para la polinización de la alfalfa.
Sí, en todo el mundo están desapareciendo las abejas. Ya se ha anunciado esto en Japón, en China y en Egipto. El último estudio en Estados Unidos señala que allí ya han desaparecido (d-e-s-a-p-a-r-e-c-i-d-o) el treinta por ciento de las especies de esos himenópteros. Ellos son los más importantes “seres utilitarios” de la tierra. Se ha calculado que la utilidad que traen estos pequeños seres voladores a la agricultura europea es de 22 mil millones de euros por año. Y en el mundo, se calcula que llega a 153 mil millones de euros anuales. Lo que representa el 9,5 por ciento de los productos agrícolas.
Pero, aunque esa ganancia fuera menor, es mucho más importante el equilibrio de la naturaleza. Son las abejas que nos enseñan la laboriosidad y el trabajo de todos para todos. Sí, porque no sólo producen miel, sino que también polinizan manzanos, tomates, nogales, espárragos, pepinos y brócolis.
El biólogo alemán Paul Westrich señala que en Europa existen tres causas para la desaparición de las abejas. La más importante es la técnica agrícola de métodos cada vez más intensivos, especialmente por la gran cantidad de agroquímicos que se utilizan. Y hace hincapié también en que los jardines y las superficies convertidas en céspedes, que son rasurados por lo menos cinco veces al año, van haciendo desaparecer cada vez más las plantas y, con ellas, las flores. Y, por supuesto, en las extensiones cada vez más grandes de maíz y de soja, que no permiten la existencia de la mayoría de las clases de abejas. Recomienda no rasurar los céspedes con ninguna cortadora de pastos y dejar crecer todas las plantas silvestres con flores. Sugiere, además, como una sonrisa de consuelo, tener toda clase de plantas en los balcones.
Los seres humanos destruimos nuestra propia naturaleza y así nuestra calidad de vida. Las grandes ciudades tienen cada vez más autos, autos, autos... y además las centrales atómicas... y soja, soja, soja.
Y aquí debemos mirarnos al espejo y sonreír con ironía. Nos pusimos contentos, como seres humanos, cuando Alemania decidió este año aprobar el plan de eliminación de las centrales atómicas que posee. Claro, a muy largo plazo, pero por lo menos está el principio de pensar en las generaciones del futuro y no sólo en nosotros mismos. Pero esa alegría duró poco. Hasta que leímos en los diarios la declaración del brasileño Chico Whitaker, uno de los fundadores del Foro Social Mundial y ganador del Premio Nobel Alternativo por ser defensor de la ecología. En esa declaración primero felicita al pueblo alemán por haber logrado ese plan de terminar con las centrales atómicas. Sin embargo, muestra toda su ironía cuando señala: “Pero al mismo tiempo, Alemania vende un reactor atómico antiguo, en su poder, para que sea instalado en Brasil en una región siempre en peligro de sufrir terremotos”. Y se pregunta con toda sorna, muy dolorido: “¿Acaso la energía atómica es mala para los alemanes pero suficientemente buena para los brasileños?”. A partir de ese momento, los organismos alemanes defensores de la naturaleza han reaccionado con toda su fuerza contra ese proyecto. El Partido Verde, por ejemplo, señaló: “Primero están los negocios, luego los Derechos Humanos”. Y quedó en descubierto ese doble juego.
Lo mismo sucede contra el proyecto de instalar una central atómica en la India, que está analizando el Ministerio de Economía alemán para respaldarlo con un crédito para su construcción, y en ese sentido se ha iniciado una gran protesta entre los organismos de derechos humanos germanos. También esas mismas organizaciones civiles están en contra de que Alemania financie y construya dos “fábricas de huevos” para gallinas ponedoras en Ucrania, una de las cuales contendrá cinco millones de esas aves (sí, repetimos, cinco millones) y la otra, tres millones. Cifras para no creer. La reacción de las organizaciones protectoras de animales y de trabajadores del campo germanas han reaccionado de inmediato en contra de que el gobierno lleve a cabo estos proyectos verdaderamente demoníacos. Dado que aquí, en Alemania, sólo se permiten pequeñas concentraciones de gallinas ponedoras y la prohibición de tenerlas en jaulas, es muy triste que se lleven a cabo en otros países donde justamente no están prohibidas esas realizaciones.
Además de estos proyectos, el diario alemán Frankfurter Rundschau ha denunciado que el gobierno federal alemán –de formación demócrata-cristiana y liberal– está examinando si apoya o no el pedido de créditos para la construcción de varias centrales atómicas en la República Checa apenas a 60 kilómetros de territorio alemán; la financiación de la central atómica de Wylfa (Gran Bretaña), dos en Finlandia y otra en Hainan (China).
Ojalá que las organizaciones de base del pueblo alemán logren con sus acciones hacer desistir a las autoridades estatales de llevar a cabo esos proyectos. Sería terminar con una política de cinismo puro.
Es que, como decían los libertarios de principios del siglo pasado, el futuro del mundo está en los movimientos populares, formados desde abajo, desde la más intensiva preocupación por la salud, la paz y la justicia social. Y en eso debemos traer el ejemplo del triunfo de la Etica en otras cosas que dejan en claro los errores cometidos contra precisamente esa Etica en la Historia. Por ejemplo, aquí, en Alemania, en la localidad de Kyffhäuser, ha comenzado el accionar de actos públicos para que se quite de ese lugar el monumento al mariscal Hindenburg, quien siendo presidente de la República le abrió las puertas a Adolf Hitler a fin de que tomara las riendas del gobierno. Y así comenzó la tragedia histórica más grande de Alemania. Además, Hindenburg fue uno de los ejecutores fundamentales de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), que como resultado trajo la muerte violenta de millones de jóvenes soldados.
En ese sentido, cambiando ya de continente, saludamos el accionar de quienes en nuestra querida tierra argentina, en la ciudad de Carlos Paz, han solicitado al Concejo Deliberante eliminar el nombre de una de las calles principales llamada General Roca. Y en Luján, por iniciativa del historiador Federico Suárez, se ha pedido también cambiar de una de sus calles el nombre de Roca por el de Cacique Calelian. Es decir, otros NO, bien justos, contra el genocida de las poblaciones autóctonas de esas latitudes.
Parece que el ejemplo cunde. Y repetimos algo que nos gusta decir con orgullo y esperanza para la paz del mundo: “Finalmente, la Etica siempre triunfa, aunque deban transcurrir para ello muchísimos años”. Ojalá que el mundo alguna vez llegue a basarse en estos principios y lograr por fin la Paz Perpetua, con la que soñaba el filósofo Kant.
Por eso, ahora hay que luchar para que no se acaben las abejas y dejemos de tener miel. Miel, la bella palabra.
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