–¿A qué se dedica hoy?
–Trabajo en el Centro Nacional de Investigación del Cáncer de la Universidad de Heidelberg, el más importante de Alemania, del que durante veinte años fui director; desde hace seis estoy felizmente jubilado, pero continúo trabajando allí.
–¿Cuál cree usted que es la relevancia social del descubrimiento por el cual le han dado el Nobel?
–Bueno, creo que el reconocimiento tiene que ver con el trabajo sobre el papilomavirus y los cánceres cervicales, y que resultó eventualmente en el desarrollo de una vacuna para prevenir estos tipos de cáncer. El cáncer de cuello de útero es el segundo más frecuente a nivel mundial entre las mujeres y por tales motivos estamos deseosos de poder prevenirlos en toda la población mundial.
–¿Qué se sabía sobre relaciones entre virus y cáncer cuando usted comenzó a investigar este tema?
–Cuando comencé en 1962 no era posible relacionar ningún agente infeccioso conocido con el cáncer humano. En 1985 se detecta por microscopía electrónica el primero de estos agentes en un tumor, el virus de Epstein-Barr. Tuve la oportunidad desde 1966 de trabajar yo mismo en este tema durante muchos años y pudimos demostrar presencia de material genómico de este virus en células de linfomas, en tumores de niños del Africa y en células de carcinoma nasofaríngeo.
–¿Se han podido desarrollar vacunas a partir de ese descubrimiento?
–Lamentablemente aún no existen vacunas disponibles para el control del Epstein-Barr, aunque algunas compañías están trabajando en el tema. El problema con este virus es que se ha diseminado por todo tipo de poblaciones, e incluso nosotros podríamos excretarlo en nuestra saliva, es ubicuo y fácilmente transmisible. Pero en la mayoría de los casos no produce síntomas, y esto impidió que muchas compañías pusieran el debido énfasis en el desarrollo de vacunas. Ocasionalmente causa mononucleosis infecciosas. La acción tumoral de este virus es poco común pero ocurre principalmente en pacientes inmunosuprimidos y en regiones específicas del mundo. Todavía no podemos comprender por qué los linfomas Burkitt por Epstein-Barr ocurren predominantemente en el Africa ecuatorial, y por qué el carcinoma nasofaríngeo se limita principalmente al sur de China y al área del Sudeste asiático.
–¿Y por qué son importantes las vacunas contra el HPV?
–Los papilomavirus están ampliamente diseminados alrededor del mundo, y calculamos que la mayoría de la población mundial está en alto riesgo de adquirir los papilomavirus que causan cánceres cervicales. De hecho, las mujeres tienen un 50, 70 u 80 por ciento de riesgo de ser infectadas durante su edad sexualmente activa. A pesar de eso sólo 1,1 por ciento van a desarrollar cáncer cervical con el tiempo, o al menos éstas son las cifras obtenidas en Alemania. Las lesiones menores serán detectadas por Papanicolaou y extirpadas por el ginecólogo, y si tempranamente se detecta cáncer, hay excelentes chances de curarlo. Pero a nivel mundial tenemos alrededor de 500.000 casos de cáncer cervical y por esto unas 250.000 personas mueren, la mayoría en el mundo en vías de desarrollo.
–También se habla de una relación entre HPV y cáncer bucal.
–Sí, existe una relación, y entre un tercio y un cuarto de los cánceres orofaríngeos están asociados a este tipo de virus. Existe evidencia de que estos virus causan estos tipos de cáncer, y de que están presentes en el cáncer de amígdalas y en cáncer anal, y en un 30 a 50 por ciento de los cánceres de pene y de vulva.
–¿Y eso es importante epidemiológicamente?
–Sí, claramente, porque se relaciona con la vacunación. Sería conveniente vacunar a los niños varones también, por varias razones: el cáncer orofaríngeo y el anal ocurren más frecuentemente en varones que en mujeres. Además las verrugas genitales –condilomas– aparecen en ambos sexos con relativa frecuencia, son extremadamente desagradables y recidivan bastante. Es totalmente posible erradicar estas infecciones con una vacunación a nivel mundial. Y debiera ser obligatorio vacunar a los niños varones también. Creo que es una cuestión de solidaridad de género, porque los hombres transmiten el virus a las mujeres y viceversa, pero sucede más comúnmente de hombre a mujer. O sea que para proteger al otro género la vacunación es muy importante.
–Se han leído algunas críticas suyas sobre el costo de las vacunas.
–Sí, porque la vacuna en la actualidad es demasiado cara. Desconozco su precio en la Argentina, pero en Alemania pagamos 465 euros por las tres inyecciones. En Estados Unidos, aproximadamente 365 dólares. Algunos gobiernos han sabido negociar un precio más bajo, pero los alemanes no somos hábiles para negociar (risas). Las compañías trataron de darme explicaciones por estos altos costos, pero no me han logrado convencer. Creo que los precios se van a reducir en el futuro porque habrá compañías en países como India y China que desarrollarán vacunas que contengan aún más variedad de tipos. India está produciendo una vacuna octovalente –contra ocho serotipos del virus– y otra compañía está trabajando en la producción de una vacuna nonavalente. Creo que la competencia va a aumentar en los próximos años y esto va a bajar costos considerablemente. Para el mundo en vías de desarrollo el cáncer de mama es más importante (que los causados por HPV).
–¿Es posible cubrir con una sola vacuna todos los tipos de virus que causan cáncer?
–En teoría sí, pero en la práctica no, hasta ahora. Varios grupos están trabajando en lo que se llama “vacunas de grupo específico”. Todos los virus que infectan el tracto genito-anal que pertenecen a los mismos subgrupos del HPV estarían cubiertos por este tipo de vacuna. El problema es que los niveles o títulos de anticuerpos que proveen son relativamente bajos y necesitamos más investigación para mejorar esta condición, pero creo que en el futuro sí será posible.
–¿Cuánto demorará?
–No podemos predecirlo. Depende de las pruebas clínicas, ojalá que un par de años. Veremos.
–¿Cómo piensa que influye la industria farmacéutica en la investigación científica?
–Quizá no tanto respecto de la dirección de la investigación, pero indudablemente sí en la aplicación de la información que resulta de la investigación. Por ejemplo, este tipo de vacunas no hubieran podido ser desarrolladas sin las compañías farmacéuticas. Es obligatorio que lo hagan, incluso con un respaldo financiero razonable. De modo que en ese sentido existe mucha influencia. Por supuesto que la industria farmacéutica puede influir en la investigación haciendo que ésta responda a las requisitorias relacionadas con su propia actividad. Sin embargo, debo decir que nunca he sido presionado por la industria farmacéutica.
–¿Y qué piensa de la importancia social de la ciencia?
–Es mi opinión, la ciencia es muy importante para la sociedad, es una de las fuerzas que movilizan su de-sarrollo. Es cierto que necesitamos que se conduzca una investigación básica, pero también que se vuelquen estos resultados de la investigación a la aplicación práctica. No creo que un país deba confiarse únicamente a que (sus científicos) interpreten la información, sino que debieran realizar ellos mismos por lo menos algún tipo de investigación básica.
–¿Cómo nivelar este problema entre países pobres y ricos?
–Es una pregunta difícil. Los países donde se hace investigación invierten mucha plata y pueden hacerlo fácilmente. Igualmente creo que se debe alentar a los países en desarrollo a realizar investigación básica. Algunos dicen que esto ya no va a ser posible, pero yo insisto en que hay que intentarlo, aunque sea en forma limitada, porque ésta sería una forma de lograr algún desarrollo y liderazgo en áreas específicas, y la correspondiente aplicación en esas áreas para el beneficio humano.
–¿Qué ha cambiado para usted después del Premio Nobel?
–Es una pregunta interesante, porque inicialmente cuando los periodistas me lo preguntaron yo decía que inmediatamente iba a volver a mi actividad normal. Pero no es verdad, porque en realidad recibo diariamente grandes pilas de correo, pedidos para colaborar en publicaciones y un montón de cosas que ya no puedo hacer más. De todos modos la vida sigue siendo todavía agradable y estoy trabajando duro en un nuevo proyecto de investigación que hemos desarrollado recientemente.
–¿Y de qué se trata?
–Trabajamos en otros cánceres porque creemos que existe evidencia epidemiológica de que pueden estar implicadas infecciones, en particular en el cáncer colorrectal, el de mama, el pancreático y el pulmonar en personas no fumadoras. Dado que son cánceres muy comunes, pensamos que si esta especulación resulta cierta tendrá mucha importancia en la prevención y el diagnóstico temprano. Ese es nuestro tema actual.
–Sólo faltaría el de próstata y estaríamos hablando de la mayoría de los cánceres comunes.
–En el cáncer prostático es difícil de diagnosticar, porque se trata de un retrovirus que no se ajusta a los mismos modelos epidemiológicos. Buscamos con criterio epidemiológico porque estos cánceres son interesantes para infectólogos, como yo mismo. El cáncer colorrectal, por ejemplo, ha aumentado su incidencia en países donde se consume mucha carne roja, como en Argentina. El riesgo de adquirirlo ha aumentado entre 20 y 40 por ciento tras el consumo de carne vacuna, porcina y de cordero.
–Pero se habla de la carne asada como factor de riesgo, ¿qué lógica tendría eso?
–Creemos que aparecen factores químicos cancerígenos en el proceso de cocción –asar y freír–. Estos factores también han inducido cáncer en roedores (de laboratorio). Como la carne de ave no produce este riesgo, necesitamos una explicación, y nuestra especulación es que en la infección existen algunos agentes resistentes que sobreviven a los procesos de cocción. Y de hecho así es, ya que existe un grupo de virus que resisten 80° C por un período prolongado. Nuestra sospecha es que la interacción entre el virus latente y estos factores químicos favorece el aumento de este riesgo en el desarrollo de este tipo de cánceres, y estamos trabajando en eso con vacas y ganado.
–¿Es el cáncer una sola enfermedad?
–Hay muchos tipos de etiologías en cáncer, y por lo tanto en mi opinión nunca habrá una única cura para el cáncer. Tendremos que ir allanando el camino con el estudio de los cánceres individuales.
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