Las regulaciones establecidas por el Gobierno para la compra de dólares han generado polémica. Algunas opiniones expresadas en medios de comunicación dominantes han evocado la ley de la oferta y la demanda como un camino deseable, que se ve perturbado por la presencia del Estado. Esa crítica es errónea. Ignoran o niegan que el Estado debe regular el mercado de activos financieros (dólar incluido), porque no se autorregula ni encuentra precios de equilibrio. Además, le adjudican una serie de intenciones, cuando la finalidad de la medida consiste en combatir la economía “en negro”.
En el análisis del tema surge una aparente paradoja: lo común es que cuando sube el precio de un bien, baje su demanda; pero cuando aumenta el precio de un activo financiero, no es frecuente que baje la demanda, al revés de lo que ocurre con la generalidad de los bienes. ¿A qué se debe esta conducta? A que los activos financieros no se utilizan para consumirlos, sino para ahorrar o especular. Si la subida del precio de un activo financiero se considera como una anticipación de que seguirá subiendo, se lo comprará más y su precio continuará subiendo; y si esa suba incrementa los recursos del especulador (o su acceso al crédito) se enriquece más, tendrá más poder de compra para aumentar la demanda. De esta manera, la especulación financiera genera profecías autocumplidas.
Se producen así burbujas financieras que pueden pincharse o, peor aún, desestabilizar una economía, como ocurrió recientemente en los países desarrollados. Entonces el Estado debe intervenir porque no son mercados que se autorregulen y encuentren precios de equilibrio. El tema ha sido desarrollado por el economista francés Michel Aglietta, que continuó con la línea del pensamiento keynesiano desarrollado por Hyman Minsky y Charles Kindleberger.
Las especulaciones financieras, seguidas de crisis, son corrientes en el capitalismo desde al menos el siglo XVII. En cada ocasión se han centrado en algún tipo de activo, por ejemplo las acciones bursátiles, los bienes inmuebles o las divisas extranjeras. Este último tipo de especulación es particularmente nocivo, porque puede determinar una caída de las reservas internacionales del Banco Central y forzar devaluaciones, o por lo menos quitarle al Banco Central margen de maniobra para enfrentar shocks financieros externos. Es por ello que los Estados deben intervenir, sin pensar que los mercados se autorregularán y encontrarán por sí mismos un “precio de equilibrio”.
Una norma básica de cualquier sistema económico consiste en consolidar las transacciones “en blanco” y ejercer el control fiscal para evitar delitos e irregularidades. En el caso de la venta de dólares, las medidas que ahora se aplican sólo exigen la justificación del origen de los fondos que se van a utilizar. El comprador no debe dar las razones de la compra de dólares, sino verificar la procedencia de los fondos utilizados. Con ello se combate la economía “en negro”, vinculada al delito (en particular el “lavado” de dinero), la evasión fiscal y la explotación laboral.
Con las medidas adoptadas, no se prohíbe comprar dólares dentro de los límites del control de cambios, sino que se limita el uso del dinero que no se puede justificar. Se restringe la participación de los especuladores en el mercado financiero, lo cual es una medida usual; si hasta en los paraísos del juego que son los casinos, los propietarios se reservan el “derecho de admisión”. En ese sentido, las medidas adoptadas van en el sentido de evitar que los narcotraficantes blanqueen sus ilícitos en el mercado financiero, como lo solicita el GAFI. También sirven para combatir las maniobras de quienes, con prestanombres, eluden los límites cuantitativos existentes a la compra de dólares por particulares.
La participación de los especuladores en el mercado financiero puede generar también una fuga de capitales, susceptible de determinar una caída de las reservas internacionales del Banco Central y forzar devaluaciones. Así se fragiliza a la economía quitándole al Banco Central margen de maniobra para evitar crisis financieras.
Como nos ha enseñado Néstor Kirchner, para entender un proceso económico y social es necesario llevarlo al campo político. Allí aparecerán sus verdaderas causas, los sectores influyentes, los intereses en presencia. De esa manera será posible encararlo con seriedad y elaborar cursos de acción. En este caso de la regulación de la compra de dólares aparece con claridad la mano de una parte de la oposición que está ligada a los medios de comunicación dominantes. ¿Quizá buscan generar una corrida sobre el dólar? Es típico del modo de actuar de grupos económicos, cuya práctica política está alejada de la del resto de la oposición, que está representada en el Congreso y que compite democráticamente en elecciones.
La modalidad de golpe de mercado bajo la forma de corrida bancaria y/o cambiaria parece ser confirmada a través de las tapas de los principales diarios de circulación masiva. Tal vez crean que si quienes los leen tuvieran algunos ahorros en pesos se abalanzarían sobre las casas de cambio para comprar dólares. Por supuesto, con los 47.800 millones de dólares de reservas internacionales del Banco Central no tienen posibilidades de éxito; pero marcan una forma de proceder y una actitud frente a la derrota electoral de sus intereses explícitos o implícitos. Lejos de reacomodarse a la realidad y acatar la legalidad electoral, tratan de introducir cuanto factor de perturbación esté a su alcance.
En conclusión, las medidas adoptadas se basan en una teoría económica correcta, puesto que se considera que el Estado debe intervenir para regular el mercado financiero, que por su naturaleza misma no se autorregula ni encuentra precios de equilibrio. En segundo lugar, las medidas instrumentadas combaten la economía “en negro” e impiden delitos económicos. En el plano político, pone otra vez en contradicción la solvencia de nuestro sistema económico y financiero con el afán perturbador de minorías destituyentes.
* Senador nacional (FpV).
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