El equipo de devaluadores seriales despliega su estrategia de ataque por diferentes frentes. En estos meses la intensidad es mayor que la habitual alentada por un contexto económico internacional desfavorable. Para imponer su táctica están siendo ayudados por el daño autoinfligido de Brasil que está implementando un ajuste ortodoxo con devaluación vertiginosa. La unidad de asalto sobre las reservas fracasaron a fines del año pasado cuando impulsaban una corrida cambiaria para condicionar el período electoral, ofensiva bloqueada por el oportuno cambio en la conducción de la autoridad monetaria acompañado por el acuerdo de intercambio de monedas con China (swap que también han rubricado otras bancas centrales de 23 países). No lograr el objetivo en esa instancia no los ha desalentado pues tienen experiencia en generar estados de incertidumbre en la búsqueda de la profecía autocumplida. Dólar blue, devaluación de la moneda brasileña, dólar ahorro, la caída de la Bolsa de Shanghai, las economía regionales afectadas por el descenso de los precios internacionales de los productos de exportación, el retroceso de la soja son mensajes de alerta para determinar la inevitabilidad de una brusca devaluación. A esa colección de amenazas le han sumado la que advierte sobre el deterioro del balance del Banco Central y la escasez de reservas. El argumento que han empezado a sembrar respecto de la fragilidad del balance del Banco Central dice:
- El patrimonio neto de la entidad monetaria es reducido y hasta negativo si “se hacen bien las cuentas”.
- Que en el activo del Central no hay oro y divisas en magnitud y sí muchos papeles (bonos, títulos públicos intransferibles a 10 años recibidos a cambio de dólares para pagar deudas –por ejemplo, la del FMI el 3 de enero de 2006–).
- Además en el activo han aumentado los Adelantos Transitorios al Tesoro que se renuevan automáticamente.
- La calidad de las reservas internacionales ha desmejorado porque se contabilizan el swaps de China, los encajes en dólares de los bancos y otros créditos externos (Banco de Francia y de Basilea). Por lo tanto, gran parte de las reservas no es del Banco Central y lo relevante es calcular las reservas netas, que son insuficientes para pagar los futuros vencimientos de deuda.
- En octubre se cancelará el último cupón de intereses y capital del Boden 2015 entonces las reservas bajarán aún más.
El Instituto Argentino de Análisis Fiscal de Nadin Argañaraz, ex titular del Ieral-Fundación Mediterránea, elaboró un documento de 17 páginas para demostrar el deterioro del balance del Banco Central. Incluye definiciones como Patrimonio neto “depurado” y respaldo “genuino” en la conformación de las reservas. El documento desarrolla una serie de sumas y restas en función de alcanzar la conclusión de que “se aprecia un importante deterioro del balance del BCRA, fundamentalmente dado por la pérdida de reservas de los últimos dos años y por la mayor asistencia financiera al Tesoro del gobierno nacional”. La única comparación con otras bancas centrales para defender esa sentencia es en la tasa de acumulación de reservas en el período 2005-2014: Argentina tuvo una variación positiva del 12 por ciento mientras que la de Brasil fue del 576 por ciento, Uruguay un 470 y Chile un 139 por ciento, sin mencionar que ese saldo es consecuencia del intenso ciclo de desendeudamiento local. El informe no presenta ninguna otra comparación con otras bancas centrales a partir de los otros indicadores detallados como negativos (patrimonio neto, activos, calidad de las reservas) para que la realidad no se interponga en el objetivo planteado.
Este tipo de análisis que se ha empezado a filtrar en grandes medios y en comentaristas de títulos de diarios tiene una falencia de base: equiparar el balance del Banco Central al de los bancos comerciales. Evaluar el ejercicio económico de la autoridad monetaria con criterios contables deriva en interpretaciones que sólo sirven para alimentar la confusión. El economista Sergio Arelovich de la Universidad Nacional de Rosario ilustra en ese sentido, al plantear que la base monetaria es registrada como un pasivo, una obligación, y la técnica contable considera obligación a algo que o tiene vencimiento o en el algún momento se transforma en exigible. “¿La base monetaria es entonces un pasivo? Claramente no porque no reúne ninguna de las dos condiciones”, afirma. El economista Matías Vernengo explicó en “Leyendas urbanas y mitos sobre las cuentas del BCRA”, publicado en Ambito Financiero el 31 de agosto de 2012 que “los balances de los bancos centrales no pueden ni deben ser interpretados como si fueran los de un banco comercial, porque un banco central tiene que crear la liquidez necesaria para garantizar el funcionamiento de la economía”. Por lo tanto, el funcionamiento de la banca central no es ni debe ser evaluado como el de un banco privado, cuyo objetivo es la rentabilidad. Es un error conceptual y de gestión hacer ese tipo de análisis. Es caer en la lógica destructiva de la regla de convertibilidad: base monetaria igual reservas.
Vernengo se adelanta en el artículo mencionado a varios de los cuestionamientos de la ortodoxia acerca de la calidad del balance del Banco Central, como el que dice que sólo valen como activos “genuinos” aquellos que tienen cotización en mercados secundarios. Esto significa que los Adelantos Transitorios y las Letras intransferibles del Tesoro deben restarse del activo porque no se comercializan en el mercado. Vernengo señaló que “es un caso curioso de contabilidad creativa. A ninguno de los que propician este ‘ajuste’ en las cuentas del BCRA se les ocurriría restar los redescuentos (o préstamos por ventanilla) en los balances de los bancos comerciales por el hecho de que no existe un mercado secundario de redescuentos”. La mayoría de las entidades privadas registraría entonces un patrimonio neto negativo porque sus activos están integrados por papeles de derechos a cobrar los créditos sin cotización de mercado, como también por títulos públicos, acciones, obligaciones negociables y letras del Banco Central.
El concepto de reservas “genuinas” es otro aporte de la ortodoxia para la construcción de una ficción contable. Las reservas de todos los países están constituidas por “papeles” porque rinden intereses y acumulan una proporción menor en oro –como lo hace el BCRA– porque es un activo que no brinda una renta. El cuestionamiento al balance del Banco Central también se dirige hacia al pago de la deuda con reservas y a la utilización de los Adelantos Transitorios como vía de financiamiento del Tesoro. Esas críticas incluyen la propuesta de cambiar esa estrategia que brinda márgenes de autonomía de la política económica y que evita una crisis por otra que consiste en endeudamiento en los mercados financieros internacionales (para cancelar vencimientos) y ajuste fiscal (para disminuir la asistencia del BCRA al Tesoro Nacional). Esas observaciones ocultan que la capacidad del BCRA para financiar al Tesoro no es nueva y estuvo, bajo formatos diferentes, en gobiernos pasados. En realidad, es lo que hacen todas las bancas centrales. Esto quedó en evidencia a partir de la crisis internacional iniciada a fin de 2007 cuando la Reserva Federal (banca central estadounidense), el Banco Central Europeo y la autoridad monetaria inglesa y japonesa –con mayor o menor entusiasmo– han volcado un financiamiento masivo a los bancos comerciales para que éstos a su vez compren títulos de deuda emitidos por los respectivos tesoros.
Las reservas sirven para pagar deuda en moneda extranjera y para garantizar la estabilidad cambiaria. Están para ser utilizadas, no son un objeto decorativo o una cuenta para mostrar solamente como se acumula. Es una obviedad que es mejor tener más que menos, pero las reservas están para aplicarlas según la circunstancias para evitar perturbaciones mayores, lo opuesto a la pasividad exhibida en estas semanas por la banca central brasileña con más de 350 mil millones de dólares de reservas dejando que el mercado determine el nivel del tipo de cambio.
La advertencia acerca del deterioro del balance del Banco Central forma parte de la estrategia de los devaluadores seriales. Colaboraría en reducir un poco la construcción de esa ficción contables y de esas expectativas devaluatorias si, además del rechazo de esa opción regresiva en discursos por parte del candidato a presidente con más votos en las PASO, sus economistas más vinculados a la city fueran más enfáticos en diálogos privados con empresarios acerca de que un salto más fuerte que los miniajustes diarios del tipo de cambio no está incluida en la agenda de gobierno de Daniel Scioli.
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