Lejos de extinguirse, el fuego de las protestas egipcias contra el gobierno de Hosni Mubarak demostró sus llamaradas más fuertes ayer, cuando la plazas centrales de El Cairo y Alejandría volvieron a poblarse con cientos de miles de ciudadanos. Su reclamo, la renuncia del presidente, sigue siendo el mismo que hicieron oír durante los días anteriores y consecutivos de movilizaciones y protestas y parece ser innegociable, pese a su cada vez más lejana posibilidad de consecución. Así, los manifestantes hicieron oídos sordos a los anuncios que el Ejecutivo realizó ayer con el ánimo de demostrar sus intenciones de avanzar en la transición gubernamental. La creación de tres comisiones que supuestamente ayudarían a la apertura política parecieron haber caído en saco roto. Estados Unidos, al igual que Francia, reiteró su pedido de que la transferencia del poder se realice “pacíficamente”. Pero además aprovechó para advertir al resto de los países árabes que adopten cambios políticos: “Tienen que seguir el ejemplo de lo ocurrido en Egipto y Túnez”, consideró el secretario de Defensa del país norteamericano, Robert Gates.
La supuesta apertura que el gobierno egipcio llevó a cabo convenció poco a los principales referentes opositores y nada a los miles de manifestantes. Luego de la negociación sin precedentes del domingo entre el vicepresidente Omar Suleimán y la oposición, Mubarak oficializó ayer los primeros –y prácticamente únicos– acuerdos de ese encuentro: la creación de tres comisiones para reformar la Constitución, en aspectos relativos a los períodos presidenciales y a los requisitos de los partidos para participar de los comicios; el debate de reformas políticas y económicas y la investigación de los ataques a manifestantes durante las protestas de la semana pasada.
Suleimán aseguró que el gobierno no perseguirá a los manifestantes. La agencia de noticias oficial MENA anunció ayer que el gobierno liberó a 34 presos políticos. “Se evaluó la posición de los presos. Mostraron buenas intenciones y expresaron su deseo de vivir pacíficamente en sociedad”, rezó el comunicado transcripto por el medio. Los liberados se suman al medio centenar de jóvenes que salieron de prisión durante los últimos días, todos detenidos en las revueltas en las que las protestas fueron atacadas por patotas pro Mubarak. Sin embargo, el diario El País, de España, informó que el ejército egipcio sigue deteniendo gente.
Para Estados Unidos, Egipto, al igual que Túnez, ya se convirtió en ejemplo a seguir: “Mi esperanza es que los otros gobiernos de la región, viendo los hechos espontáneos en Túnez y Egipto, adopten las medidas necesarias para moverse en dirección positiva para resolver los reclamos de sus pueblos en materia política y económica”, indicó el secretario de Defensa estadounidense.
La masiva presencia de ayer en Tahrir, así como en el centro de Alejandría y en varias otras ciudades del país, no hace más que demostrar que los ciudadanos superaron el miedo a la represión y sostienen firmes su rechazo al gobierno actual. La Hermandad Musulmana calculó que sólo en la plaza central cairense había más de 300 mil personas, concentración que por momentos colapsó su principal acceso, según los opositores. Allí, además de carteles con exigencias de renuncia a Mubarak, los manifestantes colgaron grandes fotos de las personas que fallecieron en los enfrentamientos de la semana pasada, a quienes consideran mártires.
Según la cadena de noticias árabe Al Jazeera, la nueva “marcha del millón” de ayer contó con la presencia de muchos hombres y mujeres que no habían participado antes de las revueltas. La prensa añadió que los nuevos protestantes se unieron a los reclamos callejeros impulsados por la liberación del ejecutivo de Google Wael Ghonim. El joven gerente también participó de la concentración y habló ante la multitud. “Un gobierno que arresta a su gente por expresarse debe ser derrocado”, apuntó Al Jazeera que Ghonim repitió una y otra vez frente a la multitud. En tanto, un joven estudiante de Ingeniería, Tarek Hamza, dio su versión de los hechos: “Fuera de Tahrir, la vida ha vuelto a la normalidad. Por eso, mucha gente aprovecha para venir en cuanto sale del trabajo. Antes nuestras familias no querían que viniésemos. Ahora directamente vienen ellas”.
Los manifestantes han establecido un calendario claro, con grandes convocatorias los martes y los viernes, mientras que el resto de los días, sólo resisten unos cientos que permanecen acampando en la plaza.
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