Vittorio Mussolini, Marko Milosevic, Gustavo Stroessner o Seif al Islam tienen un punto en común: todos son hijos de dictadores.Y pocos fueron los que, incluso comprometidos con el régimen dictatorial de sus padres, pagaron por los crímenes cometidos. Muammar Khadafi tiene seis hijos, cuatro de los cuales, Seif al Islam, Mootasen, Mohamed y Saadi –el ex futbolista que amaba los yates, Beyoncé y los Lamborghini amarillos–, participaron de manera activa en la empresa tiránica de su padre. Saadi regresó de su exilio de millonarios para dirigir una unidad de elite del ejército y asesinar civiles. Mohamed fue presidente del organismo libio de Telecomunicaciones. Mootasen fue presidente del Consejo Nacional de Seguridad hasta 2007. En 2010 se incorporó como consejero. En cuanto a Seif al Islam, este segundo hijo del fugitivo coronel fue el que más se implicó en la represión de la revuelta libia hasta convertirse en la cara más visible del régimen en los últimos cuatro meses.
A tres de los hijos se los decía capturados cuando cayó Trípoli, pero luego aparecieron libres. La esposa de Khadafi, Safia, su hija Aicha, Mohamed y Hannibal Khadafi, el hijo que circuló a contramano con un Porsche por los Campos Elíseos a 140 kilómetros por hora, están hoy refugiados en Argelia. Los descendientes del “León del desierto” se encuentran en buenas manos. Pese a que sobre la cabeza de Seif al Islam pende un mandato de arresto de la Corte Penal Internacional (CPI), puede que con los hijos del dictador ocurra lo mismo que con otros descendientes de tiranos: casi todos escapan a la Justicia, huyen al extranjero o negocian su impunidad con las nuevas autoridades.
La historia más extravagante de esta gesta de herederos envueltos en la sangre que derramaron sus padres es la de Vittorio Mussolini, el hijo del dirigente fascista italiano, el Duce. Vittorio es una hazaña. De-sempeñó un papel central en las relaciones exteriores del régimen fascista de su padre, se entrevistó con Hitler, fue traductor del SS Erich Priebke y hasta participó en la aventura colonial en Africa como piloto de avión de guerra. En sus memorias publicadas en 1957 describió como “divertidos” los bombardeos contra la población civil. Pero cuando cayó el sistema de Mu-ssolini y el Duce fue capturado y ejecutado, Vittorio logró huir a la Argentina, donde le fue bien en los negocios. Creó una cadena de pizzerías y vivió muchos años sin que nadie lo molestara. El impune tuvo una tercera vida. Amaba el cine. Regresó a Italia, publicó libros elogiosos sobre el Duce, se convirtió en un reputado crítico de cine y se dio el lujo de producir las primeras películas de Federico Fellini. Las biografías suelen resaltar su sagacidad de crítico del séptimo arte sin hacer mención alguna a su pasado. Murió en 1997, de muerte natural, al igual que Gustavo Stroessner, el hijo del dictador paraguayo Alfredo Stroessner. Gustavo murió en un hospital de Asunción a los 66 años. Estaba prófugo de la Justicia del Paraguay desde que abandonó el país luego del derrocamiento de su padre, en febrero de 1989. Desde entonces vivió en Brasilia, pero no era un inocente. Fue coronel de la aviación y estaba propuesto a suceder a Alfredo Stroessner. Su papito lo formó con ese fin, pero el golpe militar cambió sus planes sin que por ello perdiera la libertad.
Los hijos del dictador chileno Augusto Pinochet gozan igualmente de buena salud, libertad y abultadas cuentas bancarias. Los cinco hijos del general fueron arrestados unos días en 2007 por estar ligados al caso del banco Riggs, la malversación de fondos en las que estaban implicados el general, su familia y varias personas de su círculo. Hay que reconocer que las cosas han evolucionado un poco y que no todos tienen la impunidad garantizada. Sin que se sepa aún si habrá o no condena, dos hijos del dictador egipcio Hosni Mubarak, Alaa Mubarak y Gamal, enfrentan cargos de corrupción. El más implicado con el antiguo régimen es Gamal Mubarak, quien era su sucesor. Los hermanos suelen correr destinos dispares según el papel que tuvieron durante los años de sangre y plomo. Los dos hijos del dictanosaurio rumano Nicolae Ceausescu, Nicu y Valentin, corrieron suertes distintas. Después de que su padre fuera ejecutado en 1989, Nicu fue arrestado y juzgado. En los años en que Ceausescu hizo de Rumania su imperio personal del horror, Nicu ocupó puestos importantes en el gobierno. Valentin no. Nicu fue condenado a 20 años de cárcel mientras que Valentin, ajeno a los delirios de su padre, siguió una carrera de físico que le ahorró toda persecución.
El extranjero suele ser una cortina protectora muy eficaz para los hijos de dinosaurios que asesinaron a sus pueblos. Marko Milosevic, el hijo del presidente serbio Slobodan Milosevic, el último jefe de Estado genocida de Europa, fue acusado de haber estafado al Estado en la ex Yugoslavia. Marko, de quien Interpol pidió su captura, salió a tiempo de Belgrado y encontró en Rusia un país acogedor que le dio el estatuto de exiliado político. Raghad, la primera hija de Saddam Hussein, vive bajo el amparo de Jordania. Las nuevas autoridades de Bagdad le reprochan una supuesta colaboración con la insurgencia iraquí, pero Amman se niega a extraditarla. Muchos habrán olvidado el nombre de Idi Amin Dada, el sanguinario golpista que dirigió Uganda entre 1971 y 1979. En su breve reinado, Dada dejó un tendal de decenas de miles de muertos. Su hijo, Jaffar Amin, volvió a Uganda en los años ’90 con la meta de esclarecer la amplitud de los crímenes atribuidos a su padre. Quiere conocer la verdad mientras trabaja poniendo su voz en publicidades radiales y televisivas. Nada garantiza que los mandatos de arresto de Interpol o de la Corte Penal Internacional lleguen a perturbar a la familia de Khadafi. El ex presidente del Chad Hissène Habré ejecutó a 40 mil personas durante su mandato de ocho años. Está inculpado de crímenes de guerra, crímenes contra la humanidad y tortura. Interpol y otros organismos internacionales pidieron su captura. Hissène Habré vive cómodamente en una lujosa mansión de Dakar, en Senegal. Con los padres o los hijos, la Justicia internacional roza la inmoralidad y la inacción cuando se trata de hacer pagar a un hombre las decenas y decenas de miles de muertos que causó.
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