Desde París
La guerra que Francia azuzó en Mali con la intervención directa de sus tropas repercutió en Argelia con, todavía, un incierto baño de sangre. El ejército argelino intervino ayer para liberar a los más de 600 empleados argelinos y los cerca de 50 extranjeros secuestrados por un comando de Al Qaida en el Magreb Islámico (AQMI) en una planta de gas situada en la localidad argelina de Amenas, al sureste del país y próxima a la frontera con Libia. Las informaciones que circulaban anoche sobre el saldo final de víctimas son muy confusas: la agencia oficial argelina APS aseguró que seis rehenes y ocho jihadistas habían muerto en el asalto. En cambio, la agencia mauritana ANI y el canal Al Jazeera evocan la muerte de 34 rehenes y 15 secuestradores. En París, otras fuentes adelantaban la cifra de 30 muertos, entre ellos siete de los 41 extranjeros secuestrados por el comando islamista que actuó en represalia contra la intervención del ejército francés en Mali decidida hace exactamente una semana por el presidente socialista François Hollande. Hasta ahora trascendió que entre las víctimas hay dos británicos, un francés y dos japoneses.
El Ejército argelino bombardeó la planta con helicópteros en momentos en que los jihadistas intentaban trasladar a los secuestrados. Argelia intervino de manera unilateral, sin avisar a los países concernidos por el secuestro. “Los argelinos son conscientes de que hubiéramos preferido ser avisados con antelación”, dijo un portavoz de la cancillería británica luego de que el primer ministro, David Cameron, se comunicara con las autoridades argelinas. Tanto Japón como Noruega protestaron por la forma en que se decidió la toma de la planta por parte de Argelia. En París, el presidente François Hollande reconoció que la crisis de los secuestros atraviesa “condiciones terribles, dramáticas”. Pese a este baño de sangre y a la libertad que Francia se tomó para entrar en Mali sin base legal internacional alguna, François Hollande recalcó que este episodio “justifica todavía más la decisión de acudir en ayuda de Mali”. Un testimonio de uno de los secuestrados obtenido por el vespertino Le Monde detalla las condiciones del secuestro: según la fuente, que mantiene el anonimato, “los terroristas estaban perfectamente preparados y conocían muy bien el lugar”. En otro testimonio telefónico difundido por el canal France 24, uno de los rehenes contó que los secuestradores obligaron a varios rehenes a ponerse cinturones cargados de explosivos.
El grupo que protagonizó el ataque a la planta de gas, autodenominado Los que Firman con su Sangre, secuestró el miércoles a 41 extranjeros y 150 argelinos y planteó dos condiciones para dejarlos en libertad: que Argelia liberara a 100 islamistas presos y que Francia ponga término a la operación militar asumida por París para cortar el avance de los islamistas hacia el sur con el tímido y poco visible apoyo de varios países africanos. En un comunicado emitido el miércoles por la noche, el grupo exigió “el fin inmediato de la agresión contra nuestros hermanos en Mali”.
El ministro argelino de Interior, Dahou Ould Kablia, descartó desde el vamos cualquier negociación con los terroristas. El diario digital TSA reveló, no obstante, que el gobierno de Argel estaba dispuesto a dejar salir a los terroristas si éstos dejaban a los rehenes sanos y salvos. Nadie se explica aún de qué manera el comando que perpetró el ataque organizó con tanta facilidad el operativo, que sorprendió a todo el mundo. Las instalaciones petroleras y gasíferas de Argel están ultraprotegidas por servicios de seguridad privados y fuerzas de seguridad locales. Las autoridades argelinas revelaron anoche que el jefe del comando resultó muerto en el ataque. Interrogado por el semanario Le Nouvel Observateur, Louis Caprioli, ex responsable de la lucha antiterrorista en el contraespionaje francés, DST, explicó que “el grupo terrorista que llevó a cabo esta operación, y sobre todo su líder, es un zorro del desierto: logró escapar a todas las operaciones que condujo en los últimos años”. Al igual que otros observadores, Caprioli está convencido de que la relación entre el operativo en la planta de gas y la participación del ejército francés en Mali no es tan directa, incluso si fue usada como pretexto del secuestro.
“Creo –dice el responsable– que esta operación fue preparada hace bastante tiempo, mucho antes del intento de invasión del sur de Mali (por parte de los tres grupos islamistas que operan en la zona, el Movimiento para la unicidad de la Jihad en Africa del Oeste, Mujao, Al Qaida en el Magreb Islámico, AQMI, y Ansar Eddine) y de la reacción francesa. Se necesita una planificación logística importante para intervenir en esa zona, ya que los argelinos tratan de controlarla muy bien.” Interrogado por el matutino Liberation, el experto en Jihad internacional Dominique Thomas juzgó que la meta de esta acción consistió en “internacionalizar el conflicto y golpear a todos los enemigos de la Jihad, tanto los occidentales como los países vecinos que respaldan la ofensiva en Mali”.
Por lo pronto, las operaciones militares que Francia lleva a cabo en Mali prosiguen rodeadas de cierto misterio informativo. El Operativo Serval se lanzó con la meta de cortar el avance de los jihadistas del norte hacia el sur luego de que éstos lograron tomar el control de la estratégica localidad de Koma. Por ahora, sólo el ejército francés y el de Mali asumen la responsabilidad de las operaciones. No hay un balance preciso de los enfrentamientos, ni reportes claros sobre las localidades que fueron o no recuperadas.
Hasta ahora, los efectivos franceses ascienden a 1400 y se espera que lleguen a 2500. Los países miembros de la Comunidad de Estados de Africa del Oeste, Cedao, deben enviar un total de 5000 hombres. Se calcula que este nuevo despliegue llevará una semana. Los refuerzos llegan en cuentagotas: 200 hombres provenientes del Chad, 40 de Togo, están hoy en Bamako. En cuanto a los demás países de la Unión Europea, éstos aportan granitos de arena y respaldan a Francia con fórmulas diplomáticas carentes de compromiso. Francia está pagando sola el tributo de una intervención militar delicada, hecha en nombre de la sempiterna y dudosa “lucha contra el terrorismo” (François Hollande) junto a un ejército, el de Mali, acusado de las más espantosas violaciones a los derechos humanos. Amnistía Internacional recopiló un copioso catálogo de crímenes imputables a todos los actores de esta guerra, ejército e islamistas. La Corte Penal Internacional, presidida por el argentino Luis Moreno Ocampo, anunció hace dos días el inicio de una investigación sobre los crímenes cometidos en Mali por cada una de las partes en conflicto, institucionales o no.
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