Desde Roma
Veintiséis mujeres italianas, enamoradas de sacerdotes, le escribieron al papa Francisco pidiéndole que tome medidas contra el celibato, así ellas y sus compañeros pueden realizar como se debe el propio amor. La carta, que curiosamente se dirige al Papa tuteándolo –algo muy inusual en Italia–, está firmada con el nombre de pila de cada una de ellas y la inicial del apellido o de la ciudad de origen. Pero en el sobre de la carta certificada que le llegó al Vaticano aparecían un nombre y un apellido, además de un número de teléfono, por si Francisco, que suele llamar a la gente que le escribe, quisiera hablar con alguna de ellas. De todas maneras, la recepción de la carta no ha sido confirmada oficialmente por el Vaticano. Pero el hecho de ser publicada en principio por uno de los diarios más antiguos de Italia, La Stampa de Turín, a cuyos periodistas el pontífice concedió una entrevista hace algunos meses, le dio un indirecto respaldo de seriedad.
“Querido papa Francisco, somos un grupo de mujeres de todas las partes de Italia (y no sólo) que te escribimos para romper el muro del silencio y de indiferencia con el que chocamos cada día –escribieron–. Cada una de nosotras está viviendo, ha vivido o quisiera vivir una relación de amor con un sacerdote del que está enamorada.” Ellas dicen ser un pequeño grupo de mujeres que viven en esa condición, pero sostienen que hablan en nombre de muchas otras que están obligadas a mantener el silencio. “Con humildad queremos poner a tus pies nuestro sufrimiento para que algo pueda cambiar, no sólo para nosotros sino también para el bien de la Iglesia”, agregaron. Y más adelante indicaron: “Nosotras amamos a estos hombres y ellos nos aman y la mayor parte de las veces no se logra romper la relación, aun con toda la fuerza de voluntad posible (...) Cuando, destruidos por tanto dolor se decide por un alejamiento definitivo, las consecuencias no son menos devastadoras y a menudo queda una cicatriz para siempre en ambos. Las alternativas son: abandonar el sacerdocio o persistir con una relación secreta (...). Como mujeres deseamos que la vocación sacerdotal de nuestros compañeros pueda ser vivida plenamente y que puedan permanecer al servicio de la comunidad”, concluyeron. Al final agradecieron al papa Francisco y manifestaron su esperanza de que él “bendiga nuestros amores, dándonos la felicidad más grande que un padre quiere para sus hijos: verlos felices”.
Ha habido miles de casos en el mundo de curas que abandonan los hábitos luego de tener relaciones con alguna mujer y que luego se casaron. Son conocidos como “los curas casados”, aunque en realidad han debido abandonar los hábitos. Ellos reivindican el derecho de continuar sirviendo a la Iglesia y a menudo insisten en usar la sotana o el clergyman. Hay numerosas organizaciones que los nuclean repartidas por el mundo, como la Federación Latinoamericana de Sacerdotes Casados. Se habla de más de 150 mil curas casados en todo el mundo. En la década de 1980, incluso, se hizo una suerte de congreso mundial de curas casados en Roma, con la intención de sensibilizar al Vaticano. Hoy, algunas de esa organizaciones bregan por la anulación del celibato, otras hablan de “celibato opcional”. Y al hablar de la real posibilidad de estas opciones, hay quien cita el ejemplo de un sacerdote anglicano de Estados Unidos que pudo pasarse al catolicismo sin abrazar el celibato, gracias a una disposición de Benedicto XVI respecto de los anglicanos. Pero también se habló –sin que nada se concretara– de que el Vaticano invitaría a los curas casados a pasarse a otras religiones cercanas, como la ortodoxa, donde el matrimonio de los sacerdotes es posible.
Uno de los motores de la organización latinoamericana de sacerdotes casados fue Jerónimo Podestá, ex obispo de Avellaneda, que en la década del ’70 dejó los hábitos para casarse con Clelia Luro, separada y madre de seis hijos. Podestá murió en el año 2000 cuando Jorge Mario Bergoglio era arzobispo de Buenos Aires. Bergoglio visitó a Podestá en el hospital y lo asistió espiritualmente. Después quedó en contacto con la señora Clelia a la que, al parecer, ha llamado por teléfono algunas veces desde Roma. Después de haber leído la carta de las mujeres dirigida al Papa, escrita con un estilo tan informal, como si lo conocieran, a más de uno se le ocurrió pensar que podía haber mujeres argentinas en el grupo o estar inspiradas por Clelia, que luchó junto a su marido por los derechos de los sacerdotes casados hasta su muerte, el pasado noviembre en Buenos Aires.
Pero el tema del celibato no parece estar en la agenda inmediata del Vaticano. A no ser que, por alguna razón, el asunto pudiera salir a relucir en el sínodo sobre la familia que concentrará a obispos de todo el mundo en octubre en el Vaticano. Aunque con Francisco nunca se sabe. En el libro que escribió junto al rabino argentino Abraham Skorka dejó clara su posición sobre este tema: “Estoy a favor del mantenimiento del celibato con todos los pros y contras que supone, porque son diez siglos de experiencias positivas más que de errores”.
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