México debe ser declarado, oficialmente, zona de desastre democrático. El Instituto Federal Electoral (IFE), visto con calma, presenta hoy el aspecto que ofrecía el edificio Nuevo León, allá en Tlatelolco, después del terremoto de 1985. Las cortinas flotan como blancos fantasmas, las entrañas de cemento y varilla han quedado reventadas, y los pisos y techos se han comprimido como un trágico y monstruoso acordeón.
La catástrofe del 2 de julio, que destruyó las jóvenes instituciones democráticas del país, por fortuna tiene remedio. La gente ha reaccionado con madurez y agudeza extraordinarias. Desde ese día, miles y miles de ciudadanos de todo el país percibieron extrañas anomalías en el Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP): los resultados escritos en las sábanas oficiales, afuera de cada mesa de votación, no eran, como tenían que ser, idénticos a los del PREP. El fenómeno instantáneamente fue bautizado como fraude hormiga.
Después se produjo la asombrosa “desaparición” de tres millones de votos dentro del propio PREP, que el IFE se apresuró a reconocer inventando ridículas explicaciones, mientras el grueso de la gente comprendía que sí, que en efecto había algoritmos para abultar las cifras de Calderón y reducir las de Andrés Manuel
López Obrador en las computadoras oficiales. Luego vino el conteo del 5 de julio, que, en la madrugada del día 6, detonó el golpe de Estado mediático.
Pero las trapacerías de la ultraderecha no se agotaron allí: cuando López Obrador informó que solicitaría el recuento voto por voto, a lo largo de esta semana, en todo el país, misteriosas personas han entrado a las juntas distritales a violar los paquetes electorales, robarse actas y alterar de nuevo los resultados del proceso, allí donde casualmente ganó López Obrador.
Unas 500 mil personas acudieron el sábado al Zócalo para repudiar el fraude y proclamar el triunfo de López Obrador. ¿Cuántas irán a la marcha de mañana que, para bien o para mal, definirá la historia de México en lo inmediato? Si el número de asistentes no supera el millón y medio del 24 de abril de 2005, los golpistas se sentirán con ínfulas para seguir avanzando. Pero si el pueblo responde se abrirá un rayo de luz en la espesa oscuridad del cielo.
* De La Jornada de México. Especial para Página/12.
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