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El país|Miércoles, 30 de abril de 2008
Empezó el juicio contra tres policías retirados por la masacre de Fátima

Gallone le echó la culpa a la foto

El comisario que aparece en la foto con una Madre de Plaza de Mayo en 1982 aseguró que el día de la masacre de Fátima estaba en Mar del Plata. Junto a otros dos policías, está siendo juzgado por el asesinato de treinta personas en agosto de 1976.

Por Diego Martínez
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Carlos Gallone aseguró que sus amigos le dijeron que esta imagen iba a ser la “desgracia de su vida”.

Luego de tres años preso, el comisario inspector Carlos Gallone intentó defenderse con un dato que había omitido durante todas las indagatorias anteriores: aseguró que el día de la masacre de Fátima estaba en Mar del Plata, con su padre, jugando en el casino. Con el mismo temple, dijo que durante la manifestación de Madres de Plaza de Mayo de 1982 que lo inmortalizó apretando la cabeza de una mujer contra su pecho “estaba la agrupación Hijos”. “Esa foto va a ser la desgracia de tu vida”, le advirtieron “los que me querían”. No explicó por qué. El comisario inspector Miguel Angel Timarchi, en tanto, aseguró que aquél, para agosto de 1976, llevaba diez meses de licencia médica. Así consta en su legajo. El comisario general Juan Carlos Lapuyole se negó a declarar. Los tres imputados escucharon ayer ante el Tribunal Oral Federal 5 el auto de elevación a juicio del juez Daniel Rafecas. Están acusados como autores mediatos de los secuestros y homicidios calificados por alevosía de los treinta secuestrados de Superintendencia de Seguridad Federal, asesinados y dinamitados en la masacre de Fátima.

Gallone y Timarchi, presos en Devoto, llegaron esposados. Lapuyole, con domiciliaria gracias a sus 78 años, llegó en su silla de ruedas, aunque mostró que camina sin problemas. La lectura de la acusación lo sumió un sueño profundo, con ronquidos incluidos. El juez Daniel Obligado, presidente del tribunal, lo despertó para preguntarle si iba a declarar. “Por consejo de mis abogados, no”, respondió. Sólo admitió que le decían “Francés desde que era cadete, porque cuando era joven tenía esa fisonomía” inconfundible de los franceses.

–¿En qué situación sigo? –quiso saber.

–Como acusado –le explicó O-bligado.

A pedido de su defensor, el TOF le permitirá estar ausente durante las audiencias previas a los alegatos.

Gallone, de 63 años, explicó que “mi apellido lleva más de 110 años en la Policía Federal”, desde su abuelo hasta su hijo mayor. “Lo único que he hecho fue proteger a la sociedad”, aclaró. Como garantía de pureza agregó que “no me involucré nunca en política”. Relató que en 1973 fue custodio del entonces ministro de Interior, el actual procurador Esteban Ri-ghi. Custodió a “todos los ministros de Interior de Cámpora, Perón e Isabel Martínez”. Tras el golpe siguió en la ayudantía policial del ministerio, que ocupó el general Cesáreo Cardozo y luego Albano Harguindeguy. Una tarde el ministro lo citó para comunicarle “que él venía con su gente” y preguntarle “qué destino le gustaría”. Gallone pidió Mar del Plata, pero por razones que no explicó Harguindeguy “me mandó al Departamento Sumarios de Superintendencia”. Allí no vio nada ilegal. Trabajó en la calle y realizó detenciones “ordenadas por los jueces de ese entonces”.

El día de la masacre gozaba en Mar del Plata del “franco largo mensual”. Pese a que en más de tres años nunca lo había mencionado, recordó en detalle que se alojaron en el Hotel Miami y “en la confitería de Santiago del Estero y la peatonal leímos que habían matado al general Actis”. “Pobre muchacho, lo conocí, fue interventor de YPF”, dice que dijo el padre, que “tenía una empresa de seguridad y era director de seguridad de la petrolera Amoco Argentina”. Al volver no escuchó un solo comentario sobre “el desastre inmundo de lo de Fátima”.

En 1982, destinado en la comisaría cuarta, le tocó “cuidar a las Madres de Plaza de Mayo, a las viejitas, abuelitas que los jueves daban vueltas” y “trataban de llegar a Casa de Gobierno”. Tomó agua, respiró y agregó que “ese día estaba la agrupación Hijos (que se formó en 1995), Madres, familiares de presos políticos y familiares de desaparecidos”. Desvió a las Madres para que no llegaran a la plaza y para compensar le ofreció a Adolfo Pérez Esquivel llevarlo a entregar un petitorio al gobierno. Al volver “una ancianita me dijo ‘gracias, hijo’, y se puso a llorar en mi pecho”. Días después la foto recorrió el mundo. Fue la desgracia de su vida, dijo. Al concluir, de espaldas al público, se tapó la cara como quien llora.

Timarchi, sereno y sin sobreactuar, arrancó con un ayudamemoria. “Traté por todos los medios legales de llegar a esta instancia para decir mi verdad”, dijo. Aseguró que “por educación y formación profesional nunca hubiese cometido un acto de terrorismo desde mi función de agente del Estado”. No se privó de elogiar el proceso de justicia: “La única forma de dar consuelo a las familias que no han cerrado las heridas es con la obtención de una verdad real. El Estado tiene la obligación de investigar y castigar hechos aberrantes como el que hoy se analiza aquí”, reflexionó. El problema es que “me han metido en una bolsa donde nunca estuve”.

Timarchi declaró que el Departamento Sumarios “no realizaba detenciones”, pero nada dijo sobre el “acto meritorio” que consta en su legajo “por su actuación contra elementos subversivos” el 20 de noviembre de 1974. Saltó sin escalas al 4 de octubre de 1975. “Iba en un móvil no identificable cuando advertí la presencia de una camioneta con dos masculinos que, al ver el móvil policial (sic) se dieron a la fuga”, relató. Tres cuadras después se produjo un tiroteo y la explosión de una granada le hizo perder el conocimiento. Explicó la neurosis que aún padece y se esmeró en demostrar que las licencias médicas superpuestas con cambios de destino que constan en su legajo no son contradictorias. Como creyó escuchar en la elevación de Rafecas que “todos los imputados niegan la existencia de un centro clandestino en Superintendencia”, aclaró que “yo no niego nada, hablo hasta el 3 de octubre de 1975”. Gallone lo miraba fiero.

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