“Convoco a los que todos los días se levantan y salen a yugarla por migajas que no alcanzan, a que se rebelen... Y si a esta convocatoria vienen todos los convocados, la cordura habrá invadido en revolución nuestro país para siempre.” La primera y la última oración del poema de Eduardo Pereira Rossi, moldeadas sobre una estrella roja de ocho puntas, pueden leerse desde ayer en el kilómetro 103 de la ruta 9. Dos mil metros tierra adentro, hace hoy 25 años, el entonces oficial principal Luis Abelardo Patti terminó de matar a Pereira Rossi y Osvaldo Cambiaso, militantes montoneros secuestrados tres días antes en Rosario. Acto y monumento corrieron por cuenta de la Casa de la Memoria de Zárate, cuyo presidente Juan Evaristo Puthod fue secuestrado durante 28 horas después de hacer pública la organización del homenaje.
Cambiaso y Pereira Rossi fueron secuestrados el 14 de mayo de 1983. Los sacaron de un bar amordazados y vendados frente a testigos que vieron los abrazos de los captores. Tres días después un comunicado informó que habían sido “abatidos en un enfrentamiento” por Patti y los suboficiales Rodolfo Diéguez y Juan Amado Spataro. En base a pericias que mostraban torturas y disparos a quemarropa, el juez Juan Carlos Marchetti los apresó por homicidio calificado. Pero ante las presiones se desdijo. La Cámara de San Nicolás confirmó el sobreseimiento provisorio. Un cuarto de siglo después justicia o impunidad dependen de la Cámara Federal de Rosario, que debe resolver el incidente de nulidad del sobreseimiento.
“¿A quién se le ocurrió la idea del monumento? ¿Qué tiene que ver (Sara Derotier de) Cobacho (secretaria de Derechos Humanos de la provincia de Buenos Aires)? ¿Para qué refrescar la muerte de esos terroristas?”, fueron algunas de las preguntas que uno de los captores le formuló a Puthod el 1º de mayo. El hombre frágil, atado a una cama en el piso de una habitación, con una venda sobre el único ojo que la dictadura le dejó, le respondió que la idea era propia y nada tenía que ver Cobacho, Madre de Plaza de Mayo y única funcionaria que ayer se hizo presente.
El acto comenzó con el himno. En primera fila, cuatro Madres con sus pañuelos. En el fondo, la mirada profunda de Julio López y una leyenda: “Sin López no hay nunca más”. A treinta metros un paisano preparaba hamburguesas en una parrilla sobre un par de ladrillos. Hombres de 50, 60 años, que parecían reencontrarse, se abrazaban con fuerza. Con un largo sobretodo negro, Juan Puthod, que el jueves terminó de revocar el monumento, aclaró que sufría “problemas de salud” y lamentó “la muerte de un compañero que no soportó mi secuestro”. Destacó la necesidad de “resucitar la memoria, la identidad política de Carlón y el Viejo”. Y lo hizo: “Hoy estamos recordando a dos compañeros del peronismo revolucionario, dos montoneros”. Tenía en su mano el poema “Convocatoria”, pero “no quiero darle el gusto al otro sector de que me vean llorar”, aclaró. Esbozó una sonrisa y bajó del escenario.
Gladys Cambiaso explicó que el homenaje era “una reivindicación a todos los caídos en luchas populares”. Su hermana Ethel se limitó a decir “sinceras gracias”. Analía Pereira Rossi, de poncho negro, agradeció “a Sara, que me llevó por el camino de la verdad”. El diputado provincial Emir Gorostiza recordó que “en 1983 recuperamos el estado de derecho, pero aún no recuperamos el estado de justicia: eso ocurrirá sólo cuando la verdad esté en manos de las familias de cada compañero desaparecido”. Luego la cantante y compositora Teresa Parodi recitó “Convocatoria”, que provocó el mayor aplauso de la tarde.
Antonio Moreno, delegado municipal de Lima, explicó que “los pueblos se suicidan si no tienen memoria”, pero “la memoria sola no alcanza: necesitamos verdad y justicia”. El bancario Juan Argüello, el Negro, historió con orgullo que “tuvimos el coraje para empuñar las armas y enfrentar dictaduras” y rezongó de “la versión descafeinada de la historia”. “El Viejo Cambiaso, jefe indiscutido de los Montoneros presos, no era un utópico. Pasó en la cárcel dos dictaduras enteras. Carlón no sólo escribía poesía. Se jugaba la vida cotidianamente. Por eso eligió Argentina y no el exilio”, remarcó.
“Soy dura pero hoy estoy aflojando”, admitió Cobacho, que cerró el acto. Recordó que “el 9 de mayo de 1983, en mi casita de Merlo, Carlón me dio un beso y dijo ‘vuelvo el 15’. Nunca volvió”. Luego rememoró “cuando trajeron al Viejo al Regimiento de Santa Fe donde yo estaba secuestrada”. Admitió que su rol en la secretaría, querellante en 32 causas de la provincia, “es lo que me mantiene viva”. “Quizás no podamos llevar a todos a juicio, muchos represores están muriendo, pero es importante que vean que pedimos justicia, que no somos como ellos”, concluyó.
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