“Fue el día más feliz de mi vida. Me reí, lloré, le hablé desde el lugar donde están sus papás, le dije que había podido cumplir lo que desde siempre le prometí a mi hija: encontrar a su hijito, mi nieto”, explica Jorgelina “Coqui” Pereyra. “Fue una emoción enorme, porque además él quiso conocernos”, explica Nilda Cagnola con los ojos llorosos. Jorgelina y Nilda son las madres de Liliana Carmen Pereyra y de Eduardo Alberto Cagnola respectivamente, y se refieren al encuentro con su nieto Federico, nacido durante el cautiverio de su madre en la ESMA e identificado por una investigación de HIJOS. Sin ocultar la alegría pero cuidadosas de no dar datos sobre el nieto 95 recuperado por las Abuelas de Plaza de Mayo, ambas hablaron ayer ante decenas de cámaras en la sede del organismo. También se confirmó la identificación de Laura Catalina De Sanctis Ovando, nacida durante el cautiverio de su madre en el Hospital Militar de Campo de Mayo. “No tengan miedo de recuperar su identidad, es de la única manera que van a caminar firmes”, aseguró Coqui, que encabeza la filial de Abuelas en La Plata.
Estela de Carlotto, presidenta de Abuelas, repasó la historia de ambas parejas y de sus búsquedas en una sala desbordada de periodistas, amigos, y una numerosa delegación de Chacabuco que acompañó a los familiares de Cagnola. Contó que “Lali” y “Mocho” se conocieron en La Plata, donde estudiaban derecho y donde comenzaron a militar en la Juventud Universitaria Peronista, escala previa a su incorporación a Montoneros. En 1977, cuando La Plata era tierra arrasada, se mudaron a una pensión de Mar del Plata. Ella trabajó como filetera, él en una cámara frigorífica.
Los secuestraron el 5 de octubre, a Liliana con un embarazo de cinco meses, y los trasladaron a la Base Naval de Mar del Plata, donde Eduardo fue visto por última vez. Luego Liliana fue trasladada a la ESMA, donde dio a luz a Federico en febrero de 1978. Estuvieron juntos alrededor de diez días. Luego los marinos de Mar del Plata se llevaron a Liliana. Allí se le perdió el rastro. En 1985 el Equipo Argentino de Antropología Forense exhumó e identificó su cuerpo, enterrado en el cementerio de Mar del Plata. Cagnola sigue desaparecido.
Ambas abuelas denunciaron el caso en 1981. Poco después recibieron denuncias sobre un matrimonio que podía tener en su poder un posible hijo de desaparecidos. La comisión “Hermanos” de la agrupación HIJOS dio con el paradero de Federico. El juez federal Jorge Ballestero ordenó retirar muestras de ADN de pertenencias del joven. El martes, en su despacho, le informó que la compatibilidad con la familia Cagnola-Pereyra es de un 99,99 por ciento. El juez le informó que abuelas, tíos y primos estaban en otra oficina y Federico aceptó conocerlos allí mismo.
“Fue algo sensacional. La emoción, el amor, la alegría, es muy difícil de expresar con palabras. Fui pensando que él querría resguardarse. Cuando el juez nos dijo que quería conocernos fue una sorpresa hermosísima. Así que tuvimos la dicha de verlo. Lo besé, lo abracé, le mostré fotos de su mamá y su papá, y tuve una charla breve”, repasa Coqui.
Nilda admite que sintió “una emoción muy grande” y destaca que nunca perdió la esperanza de encontrarlo. “Con mi esposo, que se tuvo que ir antes que yo, siempre decíamos que teníamos que encontrarlo y que él conociera sus orígenes. Después, que decidiera qué hacer. Ahora es un hombre de treinta años, así que ya decide. Fue una alegría enorme verlo. Conversó mucho y desde luego quiere que lo respetemos, pero intercambiamos los teléfonos, así que a lo mejor nos vamos a comunicar”, sonríe.
–¿Es parecido a sus padres?
–En realidad tenía tanto miedo de emocionarme y llorar y no poder disfrutarlo que me paré y lo único que pude decirle es “sos muy buen mozo”. Después lo besé, le tocaba el brazo, la espalda, lo toqueteé todo, cosa que nunca imaginé. Son tantos años –confiesa Pereyra.
Mientras dialoga con PáginaI12, Coqui recibe otra noticia, la frutilla de la torta. “Llamó recién tu nieto. Te manda un beso enorme. A vos y a todos. Agradece muchísimo que lo hayan resguardado”, le informan. Coqui salta del sillón, exclama “¡Hay, mi amor!”, corre hacia al resto de las Abuelas y cuenta a los gritos “¡Me llamó mi nieto! ¡Me llamó mi nieto!”.
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