Roberto Fernando Bendini no pasará a la historia por su triste final. El teniente general que comandó el Ejército Argentino durante el primer gobierno posterior al genocidio que desterró de plano la teoría de los dos demonios será recordado en los manuales de historia por una foto tomada el 24 de marzo de 2004. Por orden del entonces presidente Néstor Kirchner, ese día Bendini se paró sobre un banquito frente a cámaras y descolgó de la galería de ex directores del Colegio Militar los cuadros de los dictadores Jorge Videla y Benito Bignone. Esa imagen quedará como el sello de su gestión y un símbolo de la era K. Entre sus deudas, en cambio, quedará no haber encontrado o entregado los archivos del Ejército sobre la dictadura.
Oficial de Caballería de larga trayectoria, miembro de la promoción 100 del Colegio Militar, Bendini llegó a la cúpula de la pirámide castrense el 28 de mayo de 2003 gracias a la relación que entabló con Kirchner en Santa Cruz. Lo conoció como jefe del Regimiento de Tanques en 1991, cuando Kirchner era intendente. Se reencontraron en 2001, con K gobernador, cuando Bendini asumió el mando de la Brigada Mecanizada XI de Río Gallegos, donde se produjo la malversación de fondos que ayer derivó en su renuncia.
El nombramiento del único general que Kirchner conocía implicó el pase a retiro de otros 27 más antiguos, que no lo recuerdan con cariño. Desde aquel día se esmeró en no defraudar las expectativas presidenciales y acató sin chistar decisiones que más de una vez lo enfrentaron con camaradas activos y retirados. El motivo principal, tal vez el único, fue su alineamiento con la política de derechos humanos que lo llevó a compartir escenarios con Madres y Abuelas de Plaza de Mayo.
Durante sus cinco años al frente del Ejército condenó la represión ilegal e incluso las secuelas de pobreza heredades del modelo económico de Martínez de Hoz. Quienes pretenden archivar el pasado sin rendir cuentas interpretaron su posición como una traición y más de una vez lo hicieron público. Una de ellas fue cuando varios generales pidieron pasar a retiro tras verlo bajar los cuadros del Colegio Militar.
Voceros históricos del partido militar sugirieron que Bendini no fue ajeno a los grupos de tareas, pero nunca lo probaron. La única imagen que lo liga con la dictadura es del 23 de marzo de 1976. Ese día, como oficial de Granaderos, le tocó reforzar la guardia de la Casa Rosada. Su jefe sólo les dijo que iban a cumplir con su deber y que debían defender a la presidenta Isabel Martínez de Perón. En la madrugada del 24 la sacaron en helicóptero y comenzó la dictadura más sangrienta de la historia argentina.
Su mandato también se recordará por un exabrupto antisemita, cuando mencionó como interesados en ocupar la Patagonia a presuntos turistas israelíes, y por la presencia insoportable de Cecilia Pando, la apologista del genocidio que lo obligó a pasar a retiro a su esposo, el mayor Rafael Mercado. También por sancionar a los militares en actividad que en 2006 participaron en plaza San Martín de un acto fogoneado por quienes reclaman impunidad con la excusa de homenajear a las “víctimas de la subversión”.
Sus últimos años fueron accidentados. A fines de 2007 su jefe de inteligencia, general Osvaldo Montero, fue pasado a retiro acusado de conspirar contra la ministra Nilda Garré. El mes pasado, tras la fuga de Julián Corres, tuvo que mandar a su casa al comandante del Cuerpo V y a su secretario por brindar servicios a represores presos. La anteúltima pésima noticia que recibió fue la auditoría que derivó en la denuncia penal por asociación ilícita, que ya le costó la cabeza a seis generales. Bendini es el único militar de su familia, está casado y tiene cuatro hijas, cuatro Marías a las que –por ahora– podrá dedicar más tiempo.
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