Los derechos humanos y el fútbol, cuando se encuentran, pueden hacerlo en una esquina que se llama memoria. En cierta manera, eso fue lo que consiguió ayer una delegación del club Huracán cuando recorrió la ESMA. Un llamado del director de prensa del Archivo Nacional de la Memoria, Marcelo Duhalde, al técnico del Globo, Angel Cappa, sirvió como disparador para una visita desusada. El presidente Carlos Babington, los jugadores Paolo Goltz, Mario Bolatti y Carlos Arano, Cappa, su ayudante de campo Francisco “Fatiga” Russo, el preparador físico Alejandro Frega, el entrenador de arqueros Héctor Yáñez, el kinesiólogo Daniel Arias, el delegado Osvaldo Guillini y un grupo reducido de hinchas fueron recibidos por el secretario de Derechos Humanos, Eduardo Duhalde, y luego, durante dos horas, caminaron por las instalaciones del ex centro clandestino de detención de la Armada.
A las 11, el grupo –que completaban Julio Morresi y Bruno Palermo, los padres de dos jóvenes desaparecidos– se juntó sobre el ingreso de la avenida Libertador para hacer la visita. Cappa, quien había oficiado de interlocutor con el plantel para transmitirle la invitación, dijo momentos antes de ingresar: “Es una manera de rendir homenaje a todos esos chicos jóvenes que soñaban con una Argentina más justa, más solidaria, más igualitaria y más democrática y que pagaron con su vida ese sueño”.
Todos se interesaron en ese viaje de dos horas por el horror de la última dictadura, que comenzó con la proyección de un documental sobre la historia de la ESMA y su transformación en lugar emblemático de la memoria. Arano, el más inquieto de los tres jugadores, hizo varias preguntas. Y cuando con el grupo ingresó al sector denominado Capucha, ubicado en lo que fuera el Casino de oficiales, el sector más temido por los detenidos desaparecidos de ese campo de concentración, el marcador de punta soltó una sola palabra: “Escalofriante”. Allí donde todavía se conservan los grilletes que usaban los grupos de tareas para inmovilizar a los secuestrados, la delegación de Huracán hizo la escala más prolongada.
Morresi (padre de Claudio, el actual secretario de Deportes de la Nación y de Norberto, su hijo mayor desaparecido) es un viejo militante por los derechos humanos y consecuente hincha de Huracán. El acompañó a Cappa y a los demás por las instalaciones por donde pasaron unos cinco mil desaparecidos. Su hijo desapareció el 23 de abril de 1976, cuando todavía no se había cumplido un mes del golpe de Estado. A su lado, Palermo colgaba del cuello una fotografía de su hijo Norberto, quien desapareció el 15 de octubre del ’75, durante los últimos meses del gobierno de Isabel Perón.
En el Archivo Nacional de la Memoria señalaron que fue la primera visita a la ESMA de una delegación deportiva. El respeto por la militancia de Cappa, un bahiense que decidió abandonar el país en los años ’70, motivó que se comunicaran con él para concretar la visita. Y uno de los que se anotó fue el capitán del equipo, Goltz, quien dejó su reflexión: “Yo no había nacido cuando pasó todo esto, pero es importante conocerlo para recuperar la memoria y pasarlo de generación en generación”.
De eso se trató la invitación al plantel de Huracán, según las palabras de Eduardo Duhalde: “Para nosotros éste no es solamente un lugar de repudio, sino también un lugar de educación, por eso es muy relevante contar con la presencia de los actores del deporte para que a través del conocimiento de la historia, ellos mismos puedan transmitirla”.
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