El guión publicitario es más o menos similar: un hombre o una mujer sienten un malestar generalizado, les duele el cuerpo y la cabeza, tienen fiebre, congestión nasal y tosen. Ingieren una píldora de un antigripal de venta libre, mágicamente se recuperan y pueden continuar con sus rutinas laborales o familiares. Van a la oficina a trabajar y hasta pueden participar de la celebración de un cumpleaños infantil, rodeados de niños y niñas, sin consultar a un médico ni hacer reposo durante varios días. Las publicidades de este tipo pululan en las pantallas de televisión. Y en los afiches callejeros. A veces, incluso, son los conductores de programas de chimentos o talk shows quienes sugieren el remedio. En un momento en que el mensaje de las autoridades sanitarias es que la población realice una consulta médica precoz frente a la aparición de síntomas gripales por la amenaza del virus H1N1, diversos especialistas y organizaciones vinculadas con la salud pública se preguntan si no deberían prohibirse o restringirse las promociones, muchas veces engañosas, de medicamentos que prometen una cura imposible y que, además, incitan a la automedicación y pueden poner en riesgo la salud de personas enfermas que demoren la visita a un especialista. El negocio en juego es grande: las ventas de antigripales de venta libre, jarabes para la tos, remedios para el resfrío y gotas nasales rondan los 715 millones de pesos anuales, según estimaciones de la Confederación Farmacéutica Argentina.
El médico epidemiólogo, investigador y docente de la Cátedra Libre de Salud y Derechos Humanos, Gonzalo Moyano, es contundente: “Hay que levantar las publicidades de antigripales: son riesgosas porque apelan a la automedicación. La industria farmacéutica no piensa en los procesos complejos de una enfermedad sino en una lógica de venta”, señaló en diálogo con Página/12. Moyano es también coordinador adjunto para el Cono Sur de la Asociación Latinoamericana de Medicina Social (Alames). “Ninguno de esos productos cura la gripe. En realidad, no hay ningún medicamento que cure la gripe. Ni la nueva influenza H1N1 ni la gripe estacional. ¿Qué efecto tienen? Lo único que pueden hacer es atenuar los síntomas. Pero muchas veces los mensajes publicitarios llevan a engaño. No son claros”, advirtió.
Durante la gestión del ex ministro de Salud Ginés González García, se modificó una normativa que obligaba a los laboratorios a poner a consideración de la Anmat, la agencia estatal de control de medicamentos, el contenido de las publicidades de los remedios de venta libre. El organismo oficial debía autorizar los avisos. “A partir de la Disposición 4980/2005 de la Anmat, las publicidades se emiten sin fiscalización previa”, explicó a este diario el subinterventor del organismo, Daniel Gollán. Es decir, se controlan una vez que ya están en el aire en televisión y radio o impresos en una revista o un diario. Existe una Comisión de Publicidad en la Anmat, encabezada por la ingeniera María Elena Lafferriere, que monitorea los contenidos, para que los mensajes publicitarios no excedan lo que dice el prospecto o rotulado del fármaco, según explicó la funcionaria.
Los comerciales engañosos o que exageran los efectos de los antigripales de venta libre no son excepcionales. “Tenemos varios procesos sumariales. Muchas publicidades dicen que el medicamento es ‘para la gripe’, cuando deberían decir que es ‘para los síntomas de la gripe’”, reconoció Lafferriere a Página/12. La Anmat notifica al laboratorio para que levanten o modifiquen la publicidad engañosa. Pero mientras ese proceso avanza, el comercial estuvo “vendiendo” el medicamento masivamente a la población durante varias semanas, a veces meses, transmitiendo, cuanto menos, información confusa sobre sus propiedades. “En estos momentos de una epidemia hay que reforzar los mensajes claros sobre los efectos de los antigripales de venta libre y cómo deben ser usados. Se tienen que tomar por un período limitado. El problema es que las empresas farmacéuticas tratan de vender más con toda la parafernalia publicitaria. No se puede publicitar que un medicamento nos rehabilita a trabajar si estamos enfermos, porque están violando lo que sería los códigos de ética para promocionar un medicamento”, señaló Gollán.
En relación con la aprobación previa, también surge otro escollo: “Vemos que se cuidan mucho los laboratorios en cuanto a lo que se dice en off o con una leyenda impresa, pero las imágenes que se muestran en la publicidad pueden exagerar o inducir a engaños”, apuntó Lafferriere. “En este momento de una emergencia sanitaria con más razón las publicidades deberían estar mucho más acotadas. El Estado debería controlar más porque se puede prestar a una definición indebida de lo que es un medicamento. Los medicamentos no son otra cosa que un veneno en dosis terapéuticas. No pueden estar en cualquier parte, los deben prescribir los médicos y suministrar los farmacéuticos. Utilizar mal los medicamentos es peligroso. El gran éxito de la industria farmacéutica ha sido hacernos creer que el medicamento es inofensivo. Si no tiene efecto, no es medicamento”, reflexionó Mario Castelli, asesor de la Confederación Farmacéutica Argentina.
La proliferación de publicidades de antigripales de venta libre está atada a su comercialización en negocios como kioscos o almacenes, abierta a partir de la desregulación de la economía promovida por el ex ministro de Economía Domingo Felipe Cavallo en 1993, durante el primer gobierno del ex presidente Carlos Menem.
En un artículo publicado en marzo de este año, la médica Beatriz Di Biasi y el doctor Carlos Damin, docente asociada y profesor titular, respectivamente, de la Primera Cátedra de Toxicología de la Facultad de Medicina de la UBA abordaron el problema de las publicidades de los medicamentos de venta libre, tiempo antes de la llegada del virus H1N1 al país. “Es innegable el impacto de la publicidad de los medicamentos en la conducta de los consumidores, y de allí los potenciales riesgos que representa para la salud de la población”, consideraban Di Biasi y Damin, en el documento colgado en el sitio de la Confederación Farmacéutica Argentina. Recuerdan que la Organización Mundial de la Salud (OMS) creo los “criterios éticos para la promoción de medicamentos”, un marco teórico donde se establecen recomendaciones sobre los anuncios dirigidos al público, que “deben contribuir a que la población pueda tomar decisiones racionales sobre la utilización de medicamentos que están legalmente disponibles sin receta”.
El negocio de los antigripales de venta libre es extenso. Si se suman las ventas de jarabes para la tos, los analgésicos utilizados para la gripe, los medicamentos recomendados para resfríos y las gotas nasales, representan una torta de unos 715 millones de pesos al año, según estimaciones de la Confederación Farmacéutica Argentina. Moyano se pregunta si algunas de las personas fallecidas por la gripe A en el país por neumonía pudieron haberse demoraron en una consulta y una atención médica adecuada por haber confiado o recurrido a algún antigripal de venta libre. “Los antigripales de venta libre mezclan un descongestivo, con un antifebril, vitamina C y a veces un energizante como la cafeína. El antifebril es lo único que sirve. El antihistamínico seca las secreciones y por lo tanto se espesan más. Y alojan mejor los bichos, las bacterias y otros gérmenes que pueden complicar el cuadro gripal de origen. Si hay una secreción transparente, blanca, el bicho pasa y no tiene capacidad de quedarse”, explicó el médico epidemiólogo, que trabaja en una unidad sanitaria de Wilde, partido de Avellaneda.
¿Quiénes ganan y quiénes pierden con comerciales a veces engañosos de antigripales? De Biasi y Damin advierten que según estudios realizados por la Universidad Maimónides y el Instituto Argentino de Atención Farmacéutica (Iadaf), “la publicidad de medicamentos incita a la automedicación o al mal uso de fármacos, un problema que se cobra en el país unas 700 vidas por año”. Entre sus conclusiones, observan que la publicidad y promoción activa por los medios masivos de comunicación, aumenta la automedicación irresponsable y el uso irracional de medicamentos. Y alertan: “Los fármacos medicinales o medicamentos abandonan así su lugar de bien social, esencial para la salud pública, y pasan a ser un bien de consumo”.
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