“La empresa violó varias leyes, despidió a delegados con fueros gremiales y no acató dos conciliaciones obligatorias. El Ministerio de Trabajo tenía la fuerza necesaria para hacerlas cumplir y no lo hizo”, explicó con frustración Oscar Coria, delegado de los trabajadores de Kraft Foods (ex Terrabusi), echado hace un mes junto a otros 161 compañeros. Empleado del turno noche, de 46 años, Coria aseguró a Página/12 que “el desalojo fue tremendo”, que “a algunos compañeros les rompieron la cabeza con garrotes” y que se negaron a rubricar actas con acusaciones falsas que pretendieron hacerles firmar los policías que les tomaron declaración en la madrugada del sábado, sin que sus abogados pudieran estar presentes.
La CGT repudió ayer que “los trabajadores fueron desalojados violentamente por orden de un juez, cosa que no ocurrió cuando por cuatro meses se bloquearon las rutas argentinas por las patronales rurales” y advirtió sobre la existencia de un “ánimo desestabilizador” contra el gobierno nacional. También hizo “un llamado a los trabajadores organizados a no caer en la provocación ni en el reclamo desmedido, que sin dudas es funcional a la derecha económica” (ver aparte).
Mañana a las cinco, media hora antes del cambio de turno, los obreros y la comisión interna de Kraft intentarán realizar una asamblea en la planta de Pacheco. “La duda es si la empresa va a dejar entrar a la comisión. Si se puede garantizar que haya asamblea no tenemos dudas de que va a seguir el paro”, advirtió Coria. Agregó que si a los despidos y la represión se suma otra negativa de la ex Terrabusi, no descartan cortar la
Panamericana. Ayer la fábrica continuaba custodiada por efectivos de infantería, mientras personal de mantenimiento quitaba el alambre de púa que Kraft colocó sobre la reja cuando se inició el conflicto. Agrupaciones de izquierda y delegados de trabajadores de otros rubros resolvieron marchar mañana a las 18 desde plaza Congreso hacia Plaza de Mayo. Varios representantes de obreros también concurrirán a apoyar a los trabajadores de la ex Terrabusi antes de que el sol asome.
–¿Cómo fue el desalojo? –le preguntó Página/12 a Coria.
–Fue tremendo. En el mismo momento en que un funcionario del Ministerio de Trabajo de la provincia nos leía un acta de un acuerdo con la empresa vemos que los policías de Infantería rompían las ventanas del segundo piso para llegar a la terraza. Enseguida nos rodean y empiezan a tirar con balas de goma. Algunos compañeros trataron de proteger a las mujeres y otros tiraron lo que tuvieron a mano para frenarlos: unos conos de plástico, algunas piedras, no lo voy a negar, era lo poco que había.
–¿Cuántos eran ustedes?
–Eramos 25 en total, varias mujeres.
–¿Cómo siguió?
–Se nos vinieron encima. Algunos compañeros se entregaron. A uno, con las manos levantadas, le dispararon y lo hirieron debajo de la rodilla. A otra compañera la levantaron de los pelos y le golpearon la cabeza contra el piso varias veces, me han dicho que se ve con claridad en Crónica. Y no contentos con eso, cuando está totalmente dominada, la patean.
–¿Cuáles son las heridas más graves?
–Hay varios con balas de goma. A algunos compañeros les rompieron la cabeza con garrotes.
–¿Fueron dados de alta?
–Sí, a la madrugada. Los atendieron en el Hospital de Pacheco.
–¿A dónde los llevaron después del desalojo?
–Cuando estuvimos todos reducidos nos subieron a un celular, en compartimientos que yo no conocía, de cincuenta centímetros por menos de un metro, de a dos, apretados, con una rejilla que apenas dejaba respirar.
–¿Los llevaron a una comisaría?
–No, la fábrica se convirtió en una comisaría. Tanto en la oficina de personal como en el departamento médico nos tomaron declaraciones, nos sacaron las huellas, era como una comisaría. Compañeros más viejos contaban que la imagen les recordaba el campo de concentración que funcionó en la Ford durante la dictadura.
–¿Quién les tomó declaración?
–La misma policía. Y no dejaron entrar a nuestros abogados.
–¿Estaba el fiscal?
–Entiendo que sí.
–¿Las declaraciones las tomaban policías uniformados?
–Sí, y nos querían hacer firmar un acta con todas las acusaciones. Nos negamos.
–¿A qué hora los liberaron?
–Nos tuvieron ahí hasta cerca de las 4.30. Nos liberaron a todos juntos.
–¿Qué pasó hoy?
–Hoy nos reunimos unos cien compañeros, de los tres turnos. No fue una asamblea. Las asambleas son por turnos y más representativas. La última noche éramos entre 400 y 500 trabajadores.
–¿Cuál es la actitud de los trabajadores que no fueron despedidos?
–De gran indignación. De hecho una gran cantidad de compañeros estaba ayer (por el sábado a la madrugada) esperándonos en la puerta, preocupados. Si se puede garantizar que haya asamblea, no tenemos dudas de que va a seguir el paro adentro de la fábrica. La duda es si la empresa va a dejar que entre la comisión interna para conducir la asamblea.
–¿Todos los miembros de la comisión interna fueron despedidos?
–Despidieron a los principales, cuatro miembros sobre diez.
–¿Qué expectativa tienen?
–La expectativa era de una intervención del Gobierno a favor de los trabajadores, pero lamentablemente se frustró. Habíamos hecho marchas con banderas pidiendo la intervención de la Presidenta en el conflicto y vimos que jugaron en contra de los trabajadores.
–¿Qué le reprocha al Ministerio de Trabajo?
–Que teniendo el poder de policía dictaron dos veces una conciliación obligatoria, la empresa no la acató y no se la hicieron cumplir. La empresa avasalló un montón de leyes, como la que impide despedir a delegados con fueros. Trabajo tenía la fuerza necesaria para hacerla cumplir. Teníamos expectativas, pero nos terminamos dando cuenta de que tuvimos que enfrentarnos no sólo con la empresa, también con el sindicato, el ministerio y la Justicia.
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