Al galpón del Comedor Los Pibes, de La Boca, le va quedando poco de galpón. Desde la esquina de Suárez y Almirante Brown se puede ver que el frente está cambiado. En un sector de lo que era el viejo depósito hay ahora un centro de capacitación digital, destinado a dar cursos de computación gratuitos para el barrio. Y en el primer piso, los albañiles siguen en obra. Construyen las salas donde funcionará un estudio de radio –la futura FM Riachuelo– y otro estudio para editar documentales en video. El Comedor Los Pibes, centrado hasta ahora en armar los proyectos productivos clásicos de los movimientos de desocupados –tiene una panadería, un taller textil, una cooperativa de viviendas–, se ha propuesto ampliar sus actividades.
El sector nuevo estará enfocado en capacitar y tener medios de comunicación propios. Al cruzar la puerta de entrada, un cartel anuncia “abierta la inscripción”. Sobre una pequeña mesa despintada, un cuaderno va sumando los nombres de los que se anotan. El centro digital está tras una pared vidriada: una sala con computadoras de última generación, donde un grupo de jóvenes cursa el primer taller.
“El objetivo de este año es capacitar a gente del barrio y de organizaciones sociales, tanto del Comedor como de los otros movimientos que quieran aprovechar, para que adquieran conocimientos de computación aplicables al trabajo y a su vida diaria”, cuenta Valeria Gracia, la encargada del área. Dice también que después de este curso, a partir de julio, darán otro de alfabetización informática, destinado a aprender “el uso de programas como el Excell, el Word y algo de programación”.
El centro fue financiado por programas de los ministerios de Industria y de Trabajo y se estrenó con una capacitación en programas para diseño gráfico, que tuvo como alumnos a militantes de la organización. Un tercer módulo estará destinado a enseñar el manejo de programas de operación de la futura radio.
“Laboralmente, hoy la computación se usa en todos lados. Incluso en trabajos de poca capacitación, como la limpieza en los hoteles, están utilizando computadoras. En los supermercados, otro lugar de primer empleo, en ventas”, enumera Valeria Gracia.
Los jóvenes que están practicando con los programas de diseño comentan que van a usarlos para los afiches y gacetillas sobre las actividades de sus movimientos.
En una oficina del primer piso, Lito Borello, fundador del Comedor, cuenta que para armar el centro de informática se acercaron al programa Mi PC, a cargo del Ministerio de la Producción, y consiguieron el aporte de las computadoras. “Nos interesa porque hace a nuestro propio fortalecimiento como organización popular. Con la radio y los documentales el planteo es el mismo, son cosas que se inscriben en la posibilidad de dar la famosa batalla cultural”, señala. Borello hace un poco de historia. El Comedor Los Pibes, recuerda, nació antes que los movimientos piqueteros surgidos entre el ’98 y el 2001. Viene de la toma de las bodegas Giol, en el barrio de Palermo, como un grupo centrado en el problema de la falta de acceso a la vivienda.
En el ’94 los desalojaron y algunos militantes rearmaron su proyecto político en La Boca. Ya trabajaban con un concepto de la organización territorial. Pronto llegaron los años de la desocupación, y el Comedor Los Pibes tomó muchas características de las organizaciones piqueteras. Trabajó con bolsones de comida –“aunque nunca tuvimos muchos”, asegura Borello–, tramitó programas del Estado para desocupados y armó cooperativas productivas.
“Ahora nos sentimos en otra situación.” Para ser más claro, cuenta cómo “en 2000, 2001, 2002, intentamos dar cursos de alfabetización, pero la gente no lograba mantener la continuidad, porque tenía la cabeza en otra cosa. Estaban muy presionados por la crisis, no lograban zafar de las necesidades más urgentes. Querían aprender, pero la dinámica de su vida no se los permitía. Hoy tenemos otro clima; la mayoría de los compañeros, por ejemplo, tienen un ingreso porque trabajan en las cooperativas, o consiguieron empleo en el sector privado. Es cierto que son menos los que están en blanco, pero un ingreso tienen. Eso te da otro piso donde pararte”.
El centro de capacitación, la radio, el estudio de TV y una recién abierta biblioteca convivirán con el sector histórico del movimiento.
Una recorrida por el Comedor pone a la vista los logros y dificultades de los últimos años. La cooperativa textil se anota entre los logros. Quienes trabajan en ella están teniendo ingresos de entre 1000 y 1200 pesos mensuales, confeccionando guardapolvos para el Ministerio de Desarrollo Social y para otros encargos cuando aparecen. La cooperativa de viviendas está levantando a pocas cuadras un complejo habitacional, que se inaugurará el año que viene. En cambio, la panadería no ha podido tener el mismo despegue, a pesar de contar con equipamiento industrial, y sólo produce para consumo interno. “No dan los números. La Boca tiene precios bajísimos”, dice Borello. Para ser rentable, deberían tener algún comprador fijo y en cantidad, como hace el Estado con los guardapolvos. ¿Sigue siendo imposible sostenerse sin ese respaldo? Borello dice que hay que sumar varias cosas: se necesitan las máquinas y el apoyo estatal, pero también “un nivel de conciencia, porque si no, rápidamente replicás lógicas viejas. Si a nuestra textil la sacás de acá y la ponés en la vereda de enfrente, pierde el hilo conductor y se cae”.
Otro tema vinculado con la ampliación de las miras del Comedor es que, dice el dirigente, las funciones de las organizaciones sociales también van cambiando según el contexto. “El bolsón de comida ya no es lo central, como en otras épocas. La organización da una contención más general pasó a ser parte de la vida de sus integrantes. Hubo una construcción política que se ve cuando la gente consigue trabajo y no se va del Comedor. Sigue acá porque se siente ligada por otras cosas. Como organización social, nos pensamos como actores del sistema político, como parte de una nueva democracia a construir.”
Así como las computadoras fueron aportadas por el Ministerio de Industria, la cartera de Trabajo se hará cargo de pagar los sueldos de los docentes. También puso fondos para la adecuación edilicia del lugar. Por el convenio con el Gobierno, el Comedor deberá garantizar que la mitad de los alumnos sean vecinos del barrio, mientras que la otra mitad podrán ser integrantes de organizaciones sociales. La inscripción para los cursos tiene como único requisito ser mayor de 18 años.
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