A exactos seis meses de las elecciones presidenciales, los sondeos confirman la holgada ventaja que Cristina Kirchner les saca a los candidatos de la oposición con sólidos porcentajes de intención de voto que van desde el 37 al 46 por ciento. Los números la colocan en el umbral o directamente triunfando en primera vuelta, o como segura ganadora en el hipotético caso de un ballottage. Una de las novedades que arrojan los sondeos es el rechazo mayoritario de los encuestados a un frente único de la oposición, al que visualizan con muchas incoherencias más allá del deseo común de derrotar al Gobierno. En cambio, los encuestadores dejan el interrogante abierto ante la posibilidad de que esa unidad sucediera de manera más “natural”. Por ejemplo, si como se especula por estas horas, Mauricio Macri finalmente desiste de la pelea nacional y queda como único candidato fuerte de la oposición Ricardo Alfonsín. La polarización, en ese caso, funcionaría como anabólica para las aspiraciones del radical.
Los encuestadores ven un escenario previo más parecido a la elección presidencial de 2007 que a la legislativa de 2009. “El kirchnerismo hoy unifica el apoyo de los sectores populares beneficiados con la Asignación Universal por Hijo con los sectores medios que se habían ido en la anterior elección luego del conflicto con el campo”, explica Artemio López, de la consultora Equis. El dato se comprueba en los altos porcentajes de intención de voto que Cristina Kirchner registra en los principales distritos del país, tradicionalmente opositores al Gobierno, como ciudad de Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe.
“Hoy no hay un espíritu mayoritario por confrontar al kirchnerismo en la ciudadanía. Por eso se equivoca la oposición en su discurso, creen que persiste el antikirchnerismo de 2009”, añade Doris Capurro, de Ibarómetro. Los números están consolidados. Enrique Zuleta Puceiro, de OPSM, viene sacando periódicos “tracks” que miden la intención de voto de los candidatos. En octubre del año pasado, Cristina Kirchner obtenía el 35,4 por ciento de las respuestas, hoy asciende al 37,3 por ciento sin proyectar a los indecisos. Pero cuando consulta a quién podría llegar a votar en octubre, un 48,7 por ciento le responde que lo haría por la Presidenta. “La tendencia es igual en todos lados, se sustenta en sectores medios en los que hay moderados de las grandes ciudades, sectores muy independientes y abiertos a una agenda progresista”, explica Zuleta Puceiro.
A gran distancia, Mauricio Macri y Ricardo Alfonsín alternan en el segundo puesto. Sus porcentajes son fluctuantes pero la tendencia general muestra un estancamiento: a veces están un poco arriba, a veces un poco abajo, de acuerdo a la foto de esa semana. Cosechan entre el 12 y el 20 por ciento y ninguno parece que pudiera despegar de allí. Es decir, la mitad o menos de votos que obtendría la Presidenta.
Los encuestadores coinciden en que hay un alto porcentaje del electorado que está en contra del Gobierno, sin embargo, la oferta opositora no parece resultarle atractiva. El dato novedoso que surge de los últimos trabajos es el rechazo de los consultados a un megafrente opositor que junte todo en la misma bolsa, intención que subyacería debajo de los “acuerdos programáticos” –alias Pacto de la Moncloa– que vienen promoviendo por ahora de manera infructuosa Macri y Eduardo Duhalde.
En la última encuesta realizada por OPSM, el 57,6 por ciento de los entrevistados se inclinó porque cada fuerza política mantenga sus candidatos y su identidad. Ibarómetro todavía está procesando los datos del trabajo concluido el viernes según el cual apenas el 22 por ciento de los consultados respondió que prefería la unidad opositora en un único frente electoral. “A la oposición no la une ni el amor ni el espanto”, concluye Doris Capurro.
Con todo, en caso de que la idea del gran frente persista, los resultados apuntan a magros. Es que la unión de candidaturas no necesariamente implica la suma de sus intenciones de voto. Por ejemplo, explicaba un encuestador, Duhalde muestra desde hace tiempo alrededor del 6 por ciento de intención de voto. En caso de que desistiera de participar, ese porcentaje se repartiría entre Macri y Alfonsín, pero también parte iría a Cristina Kirchner. “La ilusión de la sumatoria matemática de los votos opositores no se da en la realidad”, afirma Capurro.
A esta altura cabría recordar que las candidaturas todavía no están definidas. En los próximos días Macri y Pino Solanas deberán resolver si optan por la pelea nacional o eligen la posibilidad más a mano de la lucha por la jefatura de gobierno porteña. Los encuestadores coinciden en que así como un forzado frente iría en desmedro de las chances opositoras, el panorama sería diferente en caso de que fueran las circunstancias las que llevaran a una única candidatura fuerte que enfrentara al oficialismo. Eso sucedería si efectivamente Macri y Solanas privilegiaran la pulseada porteña y si Duhalde optara por dejar de lado sus improbables aspiraciones presidenciales. Hasta hace poco semejante escenario sonaba imposible. Hoy, en cambio, ya no lo es.
“Si Solanas queda afuera, hay un voto antikirchnerista que Alfonsín puede llegar a aprovechar”, acepta Roberto Bacman, de la consultora CEOP. Ricardo Rouvier, de Rouvier y Asociados, coincide: “Alfonsín podría polarizar la elección y convertirse en el candidato no K”. Claro que ya se trataría de un nuevo escenario político y se haría necesario volver a la calle a hacer números.
Necesariamente crecerían algunos puntos los candidatos opositores que persistieran en presentarse y que hoy obtienen porcentajes muy bajos como Elisa Carrió y Alberto Rodríguez Saá. Por otro lado, Alfonsín debería resolver la crucial situación en la provincia de Buenos Aires, donde ni el radicalismo ni sus aliados cuentan con un candidato a gobernador que le garantice una oferta competitiva en el distrito que reúne el 40 por ciento del padrón nacional.
Está en discusión la posibilidad de sumar a Francisco de Narváez, el ganador de 2009 y hoy segundo –aunque lejos– en las encuestas. Pero aunque algunos radicales se esfuercen en convertir al millonario colombiano en un popular peronista de cuna, muchos electores lo verán como un corrimiento hacia la derecha y Alfonsín perderá votos progresistas. También habría que ver la postura que tomarían sus socios del socialismo y el GEN. Incluso, con la posibilidad latente de que Hermes Binner también se lance a la aventura presidencial. Un dilema.
Y eso por no contar con los problemas de fábrica. “Alfonsín no tiene alta imagen negativa pero sí hay presunciones negativas sobre la capacidad de gobernar del radicalismo”, indica Zuleta Puceiro, uno de los encuestadores que más trabajaron para la UCR.
Faltan seis meses y la cuenta regresiva ya comenzó. Arranca el momento de las definiciones y de afinar el lápiz.
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