En su biografía conjetural se dirá que sus libros dejaron una marca en la semiosis infinita, que fue un pionero del análisis de medios a nivel internacional y que se atrevió a desmontar el discurso de Juan Domingo Perón. El filósofo, antropólogo y semiólogo Eliseo Verón murió de cáncer a los 78 años. Detrás suyo queda una extensa teoría sobre los discursos políticos, sociales y de los medios de comunicación. En los últimos tiempos, Verón fue uno de los defensores de las posiciones del Grupo Clarín contra la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. No obstante, una lectura a contrapelo de sus últimos libros lo muestra a Verón señalando que los medios masivos cayeron en la trampa de la ideología de la profesionalidad y del periodismo objetivo, de la que sólo se sale con política.
Su primer libro, Conducta, estructura y comunicación, empezaba con un epígrafe de La ideología alemana, de Marx y Engels, que dice: “El espíritu (...) se manifiesta (...) bajo la forma de lenguaje. El lenguaje es tan viejo como la conciencia: el lenguaje es la conciencia práctica, la conciencia real, que existe también para los otros hombres y que, por lo tanto, comienza a existir para sí mismo” (Verón en 1968). Años más tarde escribiría un ensayo de análisis del discurso sobre el mismo caso que Rodolfo Walsh investigaría en su libro ¿Quién mató a Rosendo? El trabajo de Verón se llamaba “Ideología y comunicación de masas: la semantización de la violencia política” (lo escribió en 1969).
Nació en Buenos Aires el 12 de junio de 1935. En los ’50 formó parte del Grupo Contorno junto –entre otros– a Ernesto Laclau, que falleció el domingo pasado. Sus senderos se bifurcan y lo que sigue son los datos de una carrera académica meteórica: Verón se graduó en Filosofía en la UBA en 1961 y ese mismo año obtuvo una beca del Conicet con la que viajó a cursar un seminario de Antropología Social en el Collège de France con Claude Lévi-Strauss –Verón fue el traductor de Antropología estructural al castellano–. Al año siguiente, fue al seminario que daba Roland Barthes en la Ecole Practique de Hautes Etudes. Allí Verón se acercó a la lingüística de Ferdinand de Saussure, aunque luego desarrollaría toda su teoría desde la semiótica de Charles Sanders Peirce. El River y Boca del signo.
Volvió a la Argentina, donde dirigió el Centro de Investigaciones Sociales del Instituto Di Tella y el Departamento de Sociología de la UBA. Fundó la revista LENGUAjes junto a los semiólogos Oscar Steimberg y Oscar Traversa, y publicó el libro Imperialismo, lucha de clases y conocimiento: 25 años de sociología en la Argentina.
En 1970 regresaría a Francia con una beca Guggenheim y se quedaría hasta 1995. Allí nació su único hijo. Dictó clases alternativamente en las universidades de Burdeos, Bayona y París. En 1985 se doctoró en la Universidad de París 8, en la especialidad de Lingüística. Allí fue director de la Maestría en Ciencias de la Información y Comunicación.
A fines de los ’70 fue presidente de la Asociación Argentina de Semiótica, mientras publicaba sus primeros análisis de medios. El más conocido es Construir el acontecimiento, donde trabaja sobre la cobertura en Francia del accidente en la central nuclear de Harrisburg. Postuló que los medios producen cada vez más lo que entendemos por realidad y que los acontecimientos pasan a existir cuando son mediatizados.
En 1986, junto a la socióloga Silvia Sigal, Verón publicó Perón o muerte: los fundamentos discursivos del fenómeno peronista, un libro donde analiza el discurso de Perón en tres etapas de la historia argentina. Allí sienta las bases de su estudio del discurso político. Plantea la no linealidad de la circulación del sentido (que siempre está sujeto a pérdidas) y la idea de que el peronismo es un dispositivo de enunciación.
En un ensayo famoso de 1987 (“La palabra adversativa”), Verón indicó que el adversario era constitutivo de todo discurso político.
De 1988 es su libro La semiosis social, que es una de las obras ine-ludibles en las carreras de comunicación. Luego vendrían sus estudios del dispositivo de la televisión y del noticiero, donde el conductor establece una mirada directa hacia el ojo del espectador.
Verón volvió a la Argentina en 1995 y continuó su trabajo académico: dirigió la carrera de Ciencias de Comunicación de la Universidad Bar Illán, creó en Brasil el Centro Internacional de Semiótica y Comunicación.
Desde 2000 y hasta 2006 dirigió la Maestría en Periodismo del Grupo Clarín, la Universidad de San Andrés y la Universidad de Columbia. Luego siguió dando clases en San Andrés en la Maestría de Marketing y Comunicación. Ganó el Premio Konex en 2006 y fue nombrado Doctor Honoris Causa por la Universidad de Rosario.
En diversas entrevistas fue dejando retazos de sus opiniones políticas. En 2001 sostenía que “si hay una crisis, es consecuencia de la aplicación de una política económica”. Luego señalaría que en el discurso de Kirchner “hay un predominio de la función polémica”. “El peronismo está entre las peores cosas que le pasó al país”, sentenciaba ya en 2004. “La verdad es que lo que diga Elisa Carrió a través de los diarios no le importa demasiado a nadie”, decía al mismo tiempo. Curiosamente, en 2006, sostenía que Kirchner era “el mejor presidente que hemos tenido en los últimos 25 años”, aunque no ahorraba críticas a su relación con los medios.
En sus últimos años, Verón había comprado una parroquia en un pequeño pueblo italiano, Monte Crignone. Enfrente, Umberto Eco se había comprado un convento, que tenía una cancha de bochas. Allí Verón se juntaba a jugar a las bochas con el autor de El nombre de la rosa. “Las vende el Vaticano porque se quedaron vacías por falta de fieles”, explicaba Verón sobre los inmuebles. Su dinero provenía mayormente de su extensa tarea como asesor de medios y de empresas que buscaban cómo publicitar sus productos: trabajó para la revistas francesas Paris-Match, Elle y Marie Claire, para el Grupo Le Monde, para L’Oréal, para Renault y para Apple. En la Argentina hizo la misma tarea para el Grupo Clarín, para las bebidas Gancia y Terma y varias privatizadas (Correo Argentino, Aguas Argentinas, Telecom, Repsol-YPF). También trabajó para la productora Endemol en un estudio sobre la recepción del reality show Gran Hermano. En 2011, Eduardo Duhalde lo contrató como asesor de campaña: en rigor, compartió algunas charlas con Verón, que lo agraciaba comparándolo con Lula da Silva en alguna columna publicada en el semanario Perfil.
En medio del conflicto por la ley de medios, Verón fue uno de los amicus curiae del Grupo Clarín en la audiencia de la Corte. Allí postuló que la pluralidad de voces está garantizada por Internet y por las redes sociales, por lo que la ley de medios sería superflua. Más clara es su posición en el epílogo de su libro Papeles en el tiempo: allí señala que el enfrentamiento entre medios y gobiernos “de corte populista” –y Laclau reiría en ese cruce de perspectivas– llevó a las empresas periodísticas a una encerrona. “El discurso de la ‘objetividad’ no se lo cree nadie –advertía Verón–. Y si los medios buscaran rearticularse a la política, entrarían en contradicción con la ideología que durante años usaron para definir su propia identidad.” Sobre el final, Verón les recomendaba a los empresarios periodísticos que buscaran una salida política. Murió en la misma semana que Laclau. Los dos tenían 78 años. A Jorge Luis Borges le hubiera fascinado ese paralelismo.
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