En la oportuna defensa de la creación de la Secretaría de Coordinación del Pensamiento Nacional –nota publicada el sábado en Página12, titulada “Nacional y popular”–, Luis Bruschtein presentó a Juan B. Justo, fundador del socialismo argentino, como alguien que enfocó su pensamiento desde un centro de interés distinto del nacional, y a quien la contradicción imperialismo-soberanía nacional le pasó inadvertida.
Como ocurre con quienes han dejado una importante obra, mucho se ha escrito sobre Justo. Algunos, Dardo Cúneo, Nicolás Repetto y José Luis Romero, entre otros, sólo tienen conceptos elogiosos; otros, los casos de Roberto Giusti, José Aricó o Juan Carlos Portantiero, lo valoran mucho sin caer en la incondicionalidad. Unos pocos, Juan José Hernández Arregui o Jorge Abelardo Ramos, lo tergiversan hasta la injuria.
Porque la nota de Luis Bruschtein menciona sin mala fe un postulado de esta última corriente, nos proponemos traer a Juan B. Justo para que ejerza su propia defensa. Unas pocas citas, con la brevedad propia de este espacio, son cabal expresión de su pensamiento:
“Ni el imperialismo ni el nacionalismo fanático encuentran su órgano en el Partido Socialista, que desconfía por igual de las empresas guerreras del capitalismo y de la estructura patriótica en que suelen caer las oligarquías depravadas e ineptas al aproximarse el término de su dominación” (Teoría y práctica de la historia, pág. 486, Ed. Libera, Buenos Aires, 1969).
“El imperialismo subconsciente de muchos socialistas de Europa se manifiesta cuando, a fines del comercio internacional y del aprovisionamiento del mundo, distinguen y separan los alimentos y materias primas, por una parte, y los productos fabriles, por otra. Todavía en Berna (en el Congreso Socialista de 1919) debí oponerme, sin ser escuchado, a que la declaración sobre la Sociedad de las Naciones se refiriera únicamente al control ‘de la producción y la distribución mundiales de los artículos alimenticios y las materias primas’. ¿Por qué no también el control internacional del carbón y del petróleo, de la industria textil y sus productos, del papel, de la maquinaria agrícola, etc.?” (Internacionalismo y patria, pág. 292, Ed. La Vanguardia, 1933).
“Proclamo la nacionalidad no como una cuestión de dogma religioso, de tradición, ni de color de la piel, sino como la tendencia a la plena solidaridad social entre los habitantes todos de cada territorio constituido como entidad política autónoma” (Internacionalismo..., pág. 139).
“La doctrina Monroe apareció como un vínculo de comunidad espiritual y política de los países de América, como un vínculo republicano continental frente al monarquismo. Hoy no tiene sentido..., si algo significa es que la América del Norte se reserva los dos continentes americanos como campo privado y exclusivo para sus depredaciones” (HSN, Diario de Sesiones, 1926, discurso en ocasión de solidarizarse con la gesta de Sandino).
“Nuestros gobiernos son muy malos, esforcémonos por mejorarlos... Pero pensemos siempre que sería aún mayor calamidad la dominación extranjera. Si el imperialismo norteamericano, inglés o alemán quisiera tratarnos como a Puerto Rico, bueno sería ofrecerle resistencia” (La Vanguardia, enero 11 de 1902).
Vayan estas someras muestras del ideario de Justo para aportar al buen periodista Bruschtein. Y también como bienvenida al nuevo organismo estatal que mucha e interesante labor le cabe y espera.
* Dirigente de Socialistas para la Victoria y director de La Vanguardia.
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