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El país|Domingo, 20 de diciembre de 2015
Zaffaroni, sobre la Justicia y la política en una mesa redonda de Clacso

“No corresponde ningún intento de esquivar al Congreso”

El ex ministro de la Corte fue uno de los panelistas de una mesa con Ferrer, Barrancos, Thwaites Rey y Grimson. El nuevo gobierno, los problemas del anterior y reflexiones sobre la campaña y la construcción política futura.

Por Martín Granovsky
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“No está mal reclamar seguridad jurídica porque consiste en hacer previsibles las conductas futuras y por eso no corresponde ningún intento de esquivar al Congreso”, dijo Raúl Zaffaroni, ex ministro de la Corte Suprema de 2003 a 2014 y actual miembro de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Así comentó la iniciativa presidencial de nombrar dos jueces en la Corte por decreto invocando el inciso 19 del artículo 99 según el cual el Presidente “puede llenar las vacantes de los empleos que requieran el acuerdo del Senado, y que ocurran durante su receso, por medio de nombramientos en comisión que expirarán al fin de la próxima Legislatura.”

“Si figura la palabra empleos, significa que el puesto lo ocuparán empleados, y los empleados suelen tener jefe”, explicó Zaffaroni.

El penalista fue el encargado de cerrar una mesa redonda sobre la situación argentina organizada en Buenos Aires el viernes a la noche por el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales. También participaron el economista Aldo Ferrer, la historiadora Dora Barrancos, el antropólogo Alejandro Grimson y la experta en cuestiones del Estado Mabel Thwaites Rey.

Ferrer se plantó en lo que llamó “heterodoxia responsable” y pidió criticar la política del nuevo gobierno “desde la construcción de una propuesta nacional, popular, industrial y desarrollista”. Opinó que sería un error cuestionar aisladamente la devaluación o los subsidios “porque con Scioli también estaba planteado el desafío del ajuste externo”. El tema es si se aplica o no el proyecto neoliberal fracasado en todas partes. El economista prefirió encarar la situación no solo pensando en que “la derecha resiste y pone límites, adentro y afuera de la Argentina” o en que siempre es difícil “conciliar equidad y soberanía con gobernabilidad económica y economía de mercado”. Historió que “desde 2002 hubo un proceso de gran recuperación económica, con actitudes soberanistas como el No al Alca de Mar del Plata y la reducción de los límites impuestos por la deuda”. Sin embargo, a su criterio no hubo respuestas suficientes para la apreciación del peso o para defender con mayor fuerza el nivel de actividad. “Aumentaron las restricciones externas y el superávit energético se convirtió en déficit y al mismo tiempo las restricciones externas estructurales fueron combatidas con medidas que tensionaron aún más la economía”, dijo. “El gobierno de Cristina no se fue en medio de una crisis, porque además logró la mejor transición política desde el golpe del 30, pero también es cierto que se fue sin haber hecho la transformación industrial”.

Entre los fenómenos a mirar, Ferrer recomendó prestar atención a que “incluso este gobierno, que ofreció un plan conservador y ganó, apeló a la búsqueda de recursos propios, a las cosechas, a los bancos y a los bonos con legislación nacional, a los swaps con China y no al salvataje del Fondo o a una negociación previa con los holdouts”.

La historiadora Dora Barrancos dijo que “no es la primera vez en la historia que algunos grupos votan contra sus propios intereses” y a la vez supuso que “algo no les gustaría”. Quizás “un estilo”. Quizás sintieron hastío e incluso por eso hasta una empleada doméstica quería cambiar.

“Las cosas están muy mal y por eso no podemos darnos el lujo de ser pesimistas”, dijo Barrancos. También pidió no alegrarse con que las cosas se pongan peor. “No creo que cuanto peor, mejor. Cuando la gente está peor vota peor y hace cosas peores.”

El antropólogo Alejandro Grimson definió que “la catarsis es la negación de la política como estrategia” y dijo que “sin una autocrítica de los últimos años es imposible construir una alternativa hacia adelante”. Recordó que en 2003 Néstor Kirchner llegó al ballottage gracias a un acuerdo con Eduardo Duhalde y con Daniel Scioli. Que en 2007 Cristina Fernández de Kirchner ganó las elecciones tras un arreglo con los gobernadores y con los radicales K. Y que en el 54 por ciento del 2011 estaban los votos de José Manuel de la Sota, de Sergio Massa y de muchos que fueron dejando el Frente para la Victoria. “Los votos no son los mismos articulando heterogeneidades que no haciéndolo, y cuando se pierden bases heterogéneas con votos heterogéneas la situación se torna difícil”.

“El punto es si tengo vocación de mayoría o, en cambio, prefiero tener razón”, opinó el antropólogo, que incluyó la cuestión del Indec es la desaprensión por falsificar datos. En cuanto a las últimas elecciones, dijo Grimson que en un momento “Scioli era el único que había construido cierta voz autónoma” y esa voz se fue perdiendo, entre otras cosas porque hubiera sido mejor una interna “en que ganara con todas las de la ley o perdiese con todas las de la ley, porque en el primer caso su imagen ganaría autonomía”. “El problema es que resulta imposible convencer a alguien de que el mejor candidato a presidente es un dirigente que no tiene autonomía”, indicó Grimson.

“No nos quedemos en lo que ya sabemos”, recomendó. “Los grandes medios ya lo eran en el 2011 y los poderosos eran poderosos hace cuatro años. La mitología impide entender por qué pasó lo que pasó y así no se puede elaborar nada en ningún sentido de la palabra elaborar”. Grimson dijo que “en 2016 se va a definir quién va a pagar la devaluación y cuánto va a pagar”.

Mabel Thwaites Rey, experta en Estado y autora de Alas rotas, un libro clásico sobre la privatización y la quiebra de Aerolíneas, se preguntó si está terminando en Sudamérica lo que definió como “un ciclo de impugnación al neoliberalismo”, impugnación que no sucedió en el resto del mundo.

Rechazó definir el triunfo de Mauricio Macri como un simple regreso a los 90. “Los 90 estuvieron marcados por lo que quedaba del miedo a la dictadura, transformado en miedo a la represión, y sobre todo por el miedo a la hiperinflación, pero después de los 90 vinieron los años 2000”, dijo. “Además, en los 90 el Consenso de Washington no solo tenía vigencia plena sino que ofrecía recetas llave en mano, cosa de la que hoy carece.”

Thwaites Rey dijo que los años 2000 fueron momentos de “una autonomía relativa del Estado, que capturó parte de la renta extraordinaria del agro o del petróleo y la aplicó a políticas de inclusión social”. Parte de esos recursos fueron también al consumo, y luego el comienzos de las restricciones al nivel de consumo causó malestares. Sobre el kirchnerismo recomendó pensar por qué en 2013 sufrió una derrota electoral y si no debió haber cambiado estilos de construcción política. “Los liderazgos son una cosa”, dijo Thwaites Rey, directora del Instituto de Estudios para América Latina y el Caribe en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. “Los liderazgos verticales, acá o en Venezuela, son un peligro”.

Sobre el gobierno de Macri explicó que por un lado no hay mediación, y en algunos casos gobiernan directamente gerentes de transnacionales, y por otro mucha gente cree en ideas como “si son empresarios y son ricos no van a robar”. Su escenario es el de “un Estado con vocación menos arbitral y más impositiva”, lo cual no significa algo menor porque “manejar los recursos del Estado no es algo banal, tal como lo entendió Néstor Kirchner para construir un proyecto”. En el proyecto de Macri, según Thwaites Rey, “no está descartada la escalada represiva”.

En el cierre, Zaffaroni dijo que la necesidad y la urgencia de los decretos son dos cosas que “se manejan con laxitud”, al mismo tiempo que “es notoria la premura por cambiar el Ministerio Público Fiscal cuando está claro que funciona normalmente”.

Pidió una “autocrítica institucional” que incluiría varios puntos.

Un punto es el debate, que Zaffaroni viene proponiendo hace muchos años, sobre la necesidad de pasar a un sistema parlamentario. Ese sistema serviría entre otras cosas para “institucionalizar los procesos políticos o crear una red de seguridad para cuando los liderazgos personales se terminan o porque se agotan o porque los líderes se mueren”.

Otro punto es quitarle a la Corte Suprema su carga de miles de causas donde actúa como una instancia de casación y no de control constitucional. “Si no se cae en lo que explico siempre a los muchachos con el caso del porro”, dijo para contar cómo funciona la Justicia hoy. “Un juez de primera instancia dice que el porro es legal. Una Cámara dice que el porro es ilegal. La Casación dice que es legal. Y la Corte dice que es legal o no dependiendo de si no se murió ninguno de los integrantes y así cambió de golpe la composición”.

Y un tercer punto de la “autocrítica institucional” sugerida por Zaffaroni es “crear en el pueblo la confianza en el Derecho, tema que no se puede dejar solo en manos de los abogados”.

“Nuestros pueblos no creen en el Derecho, y tienen razón si se piensa que el Derecho fue usado para la imposición de minorías, oligarquías y dictaduras”, dijo Zaffaroni, que sugirió promover un debate sobre las nuevas formas de institucionalidad “para no caer ni en los DNU ni en la Ley Banelco”.

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