A tres días de que se cumpla un año de la muerte de Alberto Nisman, su madre se mostró convencida de que no se trató de un suicidio mientras que la hermana del fiscal manifestó sus dudas: “quiero saber cómo murió, si lo decidió él, si lo obligaron, qué pasó con mi hermano”. Sara Garfunkel, la madre de Nisman, fue la primera que ingresó al departamento de Le Parc, junto con un custodio, y quien virtualmente encontró a su hijo sin vida. Ayer relató en forma pormenorizada cómo fue el hallazgo y reiteró que nadie entró al baño hasta que llegó la fiscal Viviana Fein y luego los peritos forenses, criminalísticos y balísticos.
Sara Garfunkel y Sandra Nisman concedieron una entrevista a la Agencia Judía de Noticias (AGN) como una especie de homenaje al fiscal muerto. Las dos se inclinan a creen que a Nisman lo mataron, aunque con matices entre ellas: la madre está convencida que se trató de un homicidio y la hermana no descarta la hipótesis del suicidio. La base de su diagnóstico es que Nisman estaba de muy buen ánimo, que es una sensación habitual en familiares de personas que se quitaron la vida. Un ejemplo muy nítido es el del financista Mariano Benedit, quien se suicidó un mes antes de la muerte de Nisman, el 17 de diciembre. Había sido padre dos semanas antes y su familia insistió una y otra vez en descartar la hipótesis del suicidio por su buen estado de ánimo y su reciente paternidad. Sin embargo, las pruebas fueron categóricas: se vio mediante cámaras de seguridad que Benedit condujo él mismo la moto que lo llevó a la Costanera Sur, que dejó el casco sobre la moto y luego entró en unos pastizales de la Reserva Ecológica donde se disparó con un arma de su propiedad, calibre 9 milímetros, que había ido a buscar a una casa familiar. No dejó ninguna nota ni mensaje. Luego se supo que tenía una importante deuda producto de operaciones financieras.
“Cuando yo entré al departamento –relató Sara a AJN– pensé que se había ido y no había vuelto a la noche. Pero a medida que fui entrando al departamento, estaba todo como si estuviera bien, estaba todo en orden. Como si él estuviera vivo ahí y hubiera salido. Yo pensé que no estaba en el departamento. Entré y empecé a prender las luces. En el dormitorio estaba la puerta cerrada, ahí fue cuando yo no me animé a abrir y le dije al custodio que la abra él. Yo no pensé nada, pero no me animé a abrir la puerta. No había nadie dentro del dormitorio y después había luz en el baño. Y bueno. Ahí vi.”
–¿A su hijo lo mataron? –preguntó el periodista Daniel Berliner.
–Sí, contestó la madre.
–O lo ayudaron a matarse, fue la respuesta de la hermana.
Para Sara Garfunkel el departamento estaba igual que cuando ella visitó a su hijo el viernes, dos días antes de la muerte. “Estaba todo igual. Todo igual. Todo en orden. No había nada tocado. No había nada alterado. Yo había estado el viernes a la tarde y esto pasó el domingo. A mí alguien me tiene que explicar cómo apareció el arma ahí. ¿Cómo sé yo que a él le entregaron un arma y que él pidió un arma? ¿Dónde está escrito? Dicen que le pidió un arma también a un custodio. ¿Donde está escrito que pidió arma? Lo dicen ellos.”
Tanto el informático Diego Lagomarsino como el custodio Rubén Benítez declararon que Nisman les pidió un arma el sábado 17 de enero. El entrecruzamiento de llamadas demuestra que el fiscal llamó a Lagomarsino varias veces aquella tarde, la primera para que concurriera a Le Parc, donde supuestamente le pidió el arma; luego volvió a llamarlo porque el informático se estaba demorando en llevarle la pistola y luego está probado que Lagomarsino regresó a Le Parc a las 20. Parece obvio que si el informático fue parte de un plan criminal no iba a dejar un arma a su nombre en el lugar de la muerte. El custodio Benítez también declaró que Nisman le pidió un arma y, por lo menos en el expediente, no aparece ningún vínculo ni llamada entre Lagomarsino y el custodio. Ni en esos días ni antes.
La otra evidencia en que se basa Sara Garfunkel para sostener que a su hijo lo mataron es que el arma, la pistola calibre 22, quedó un poco debajo del hombro de Nisman. “¿Qué me expliquen cómo quedó ahí. Yo me asomé y se veía el mango acá, debajo del hombro izquierdo.”
En el expediente, cinco de los seis criminalistas que intervinieron señalan que no había ninguna otra persona en el baño en el momento del disparo y que el fiscal se disparó a sí mismo parado frente al espejo. Para esos peritos, no se puede determinar si la caída del fiscal fue libre o con escalas, pero la pistola perfectamente pudo rebotar en el piso, en el inodoro, la bañadera y quedar debajo del hombro porque, obviamente, el arma cayó más rápido que el cuerpo. Como se ve, ese diagnóstico no convence a la madre.
Un elemento central que surge de la entrevista a Sara Garfunkel es que sostiene que nadie entró al baño hasta que llegó la fiscal Fein. “No, nadie entró. Yo estaba ahí sentada y hasta que no vino la fiscal, yo de ahí no me moví. Después sí me levanté, pero nadie entró y encima habían puesto a un muchacho de Gendarmería porque el capo me quería sacar y yo no me quería ir. Entonces puso a ese muchacho en la puerta para que yo no entre. Y yo me quedé ahí sentada. No sé por qué lo hice, porque nunca me pasó una cosa así y nunca tuve nada que ver con la justicia. Me quedé ahí. ¿Para qué me quedé? No sé. Cuando vino la fiscal, ahí me levanté”.
La madre de Nisman confirmó así, una vez más, la versión que le dio en el expediente a Fein en dos oportunidades. Se contradice con quienes sostienen que la escena fue alterada, el cuerpo movido, antes que llegara la fiscal. Y después de eso cada cosa está documentada: desde el momento en que Fein ingresó al departamento está todo filmado, por orden de ella misma.
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