La banda de música de la Escuela de Suboficiales de Campo de Mayo, con una enorme sección de vientos de bronce y madera, fue el único alivio de una procesión signada por la “proscripción”, sentimiento tan caro a los católicos tradicionalistas. Entre marcha y marcha, la locutora esbozó una explicación del cambio protocolar: “No vamos a celebrar, como estaba previsto en el programa, la misa en la Basílica (de Luján). Lamentablemente, así como el dragón rojo, el comunismo, se va enseñoreando de nuestra pobre patria, también va tomando parte de nuestra iglesia”. Esto no impidió que ayer el obispo castrense Antonio Baseotto (que recomendó que el ministro de Salud, Ginés González García, sea arrojado al mar con una piedra al cuello por “abortista”) oficiara la misa en homenaje a San Bernardo Claraval, patrono del Círculo, aunque lo hizo a puertas cerradas en la pequeña capilla del Colegio Marista, sede del IX Encuentro de Formación Católica de Buenos Aires.
Hasta último momento, en la Villa Marista nadie se animaba a confirmar estos cambios. Había nerviosismo por la presencia de los fotógrafos y los poco amistosos mellizos Jorge y Marcelo Gristelli, amigos del represor Miguel Etchecolatz, provistos de handies y un enorme asistente rapado, preguntaban insistentemente de qué medios provenían los cronistas. Por lo bajo, un anciano capellán criticaba a un reportero local por haber difundido una nota de Página/12, que días atrás anunció sobre esta misa que planeaba congregar a lo más granado del fascismo argentino.
La excusa del encuentro, promovido por los “periodistas” de la ultraconservadora revista Cabildo, era darles un cierre a las jornadas de “formación” dedicadas esta vez a la “Verdad, belleza e ideología en arte y medios de comunicación”. Tras esta fachada se esconde un cúmulo de personajes filonazis que aprovechan cada encuentro para adoctrinar a los más jóvenes y contarles su “historia oficial” que, a grandes rasgos, niega tanto el holocausto judío como las desapariciones durante la dictadura.
Desde temprano, los seminaristas repartieron cancioneros a las 50 personas que participaron de la procesión que llevaba en andas a una supercustodiada Virgen. Había pocos jerarcas eclesiásticos y escasearon los militares. El infaltable Antonio Caponnetto, director de Cabildo, tampoco fue de la partida. La caminata estuvo encabezada por una camioneta Trafic blanca con dos parlantes sobre el techo y tres generaciones de mujeres acuerteladas adentro. La más joven sonreía desde la ventana de la puerta trasera.
El humo de las parrillas del lugar y de las familias que se reunieron a la vera del río para preparar el sagrado asado dominical persiguió, a manera de incienso, a quienes caminaban detrás de la camioneta rezando y cantando. Sobre un lateral de la Basílica de Luján, la locutora de la Trafic, que se la pasó vivando a Cristo Rey y a la Patria Católica, se emocionó al anunciarles a los devotos que recitarían un canto proscripto por la Iglesia: “Aunque la consideren obsoleta, vamos a cantar a ‘Un día la llevaré’”. Luego se leyó una extensa oración para que “no nos falten los obispos”, una alusión más que obvia a la situación de Baseotto, a quien guardaron en la capilla para evitar cualquier tipo de inconveniente: se sabe que cuando el capellán abre la boca tiene muy mal aliento.
Frente a la catedral, cuya plaza se encuentra en reparación, la banda militar esperaba la llegada de la procesión. Una pequeña multitud se detuvo a escuchar las marchas; la locutora, orgullosa, dijo que “el pueblo argentino se pone contento cuando los militares celebran a su madre”, y preguntó excitada a sus compañeras: “¿No? ¿No?” No le respondieron. Cuando la banda terminó de tocar vinieron sus explicaciones, que redundaron en críticas a la Iglesia, ya que “se nos ha prohibido la misa en latín en la Basílica porque no todos los sacerdotes que se dicen católicos quieren ser fieles al Santo Padre”. Y a modo de conclusión, advirtió: “Mientras Benedicto XVI quiere reflotar la tradición, nuestraBasílica de Luján está ocupada (la referencia sería para el arzobispo Rubén Di Monte, antiguo aliado de Baseotto). Cuando vuelvan a poder celebrarse ceremonias católicas conforme a lo que el derecho canónico prescribe, volveremos”.
La procesión pegó la vuelta con la letanía de los Avemarías y los Padrenuestros, y trayendo a una veintena de personas más en el anzuelo. La banda militar, que se volvió a todo trapo para recibir a los asistentes en la Villa Marista, tocó dos marchas y rompió filas. Los mellizos Gristelli se dispusieron en los laterales de la entrada de la capilla. Ya habían fichado a los periodistas, así que les resultó fácil negarles la entrada a la misa que ofició Baseotto. “Esta es una propiedad privada y no está permitida la prensa durante la misa. Si quieren, esperen a que termine y hablamos.”
Informe: Emilio Ruchansky.
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