A menos de un mes del traslado de los imputados por crímenes en la Escuela de Mecánica de la Armada al penal de Marcos Paz, las familias navales no dejan de asombrarse por las condiciones de detención que los presos comunes deben soportar en las cárceles argentinas. Tras una visita frustrada al ex oficial Alfredo Astiz en esa unidad del Servicio Penitenciario Federal, su hermana Lucrecia denunció en una carta abierta que el penal “no cumple con los requisitos de la Constitución” porque “abundan las cucarachas, las ratas y no disponen de ventiladores”.
Luego de casi cuatro años en unidades militares, el grupo de marinos imputados por secuestros y torturas en la ESMA fue trasladado a la cárcel de Marcos Paz por orden del juez federal Sergio Torres una semana después de la aparición del cadáver del prefecto Héctor Febres, envenenado con cianuro en su dúplex VIP de Prefectura.
No habían transcurrido 24 horas de la llegada al penal cuando el abogado Alfredo Solari presentó un escrito para solicitar el retorno a bases navales, donde vivieron desde 2003 hasta julio pasado, cuando se sumaron a los militares presos en el Instituto Penal de las Fuerzas Armadas, en Campo de Mayo. Permanecer en una “cárcel civil” implica “un tratamiento indigno, degradante, persecutorio y carente de justificación histórica, humana, jurídica y constitucional”, escribió Solari. Su colega Juan Martín Aberg Cobo (h), defensor de Astiz y amigo íntimo de la familia, planteó como alternativa que retornaran a la base de Río Santiago, aunque “bajo vigilancia y supervisión del SPF” e incluso ofertó habilitar el predio donde funcionó la ex Escuela Naval Militar.
La visita de Lucrecia Astiz al hermano en desgracia se produjo el viernes pasado. La acompañó su madre, de 81 años, que viajó especialmente desde Mar del Plata. Consustanciada con la apertura tradicional de la Armada a las instituciones del Estado, la hermana del represor no dirigió su reclamo al ministro del Seguridad, Justicia y Derechos Humanos, Aníbal Fernández, de quien depende el SPF, sino al jefe naval almirante Jorge Godoy, pese a que Astiz fue exonerado de la Marina.
“Ibamos tres mujeres al presidio y en General Paz se nos pinchó la goma”, relató. “Tardaron una hora o más en auxiliarnos. La sensación térmica era de 40 grados. Debimos sentarnos en el pasto debajo de un arbolito que no lograba aplacar el calor. Estábamos sofocadas”, destacó en mayúsculas. “Para colmo, cuando me retiré a pedir auxilio pasó un ‘pobre chorro’ –ironizó– y nos manoteó la cartera con la plata y los documentos.”
Después debieron atravesar un basural a la vera del único camino de acceso disponible con “pozos de casi medio metro de profundidad, en los que casi dejamos el chasis”, lamentó. Ya en el penal, sufrió “la degradación de desnudarse delante de mujeres policías”, que si bien “son correctas” la hicieron sentirse “como una criminal”. Por razones que no explica no le permitieron ver a su hermano ni dejarle lavandina para asear su celda. Por si fuera poco, el guardiacárcel que las recibió “no nos creía lo del chorro, porque no le sustrajeron los aros a mi madre”.
Siempre en referencia al almirante Godoy, la hermana del secuestrador de las Madres de Plaza de Mayo admitió no haber imaginado nunca poder “albergar tanto odio” hacia el jefe de la Armada y confesó “realmente me afloran sentimientos de venganza”.
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