Mar del Plata tiene casi 300 desaparecidos y apenas nueve represores procesados: uno en cárcel común, otro en una comisaría y el resto goza del calor hogareño. El único prófugo es el ex jefe de la CNU Fernando Federico Delgado, con orden de captura por el secuestro de Oscar González. Delgado ya había estado prófugo en 1971 por el asesinato de Silvia Filler. El Ejército tiene dos presos en sus casas: el coronel Barda, jefe del GADA 601, y el general de brigada Arrillaga, ambos en Capital. Arrillaga interrogaba en las sesiones de tortura y salía de cacería con peluca. En 1989 mostró su oficio tras el frustrado copamiento del cuartel de La Tablada. El sargento ayudante (R) José Almada declaró que por orden suya se torturó y ejecutó. Con esos pergaminos es vicepresidente del Círculo Militar. Su ex chofer no está en su casa por ser civil aunque es bien atendido en la seccional Playa Serena de la Policía Federal: se trata de Nicolás Miguel Cafarello, alias “Tano” Nicola, un colimba que se integró por propia voluntad a los grupos de tareas. El único represor encarcelado es el suboficial Gregorio Molina, de la Fuerza Aérea, que prestó servicios en La Cueva, donde torturó y violó. Su caso ya fue elevado a juicio oral. La Armada tiene seis oficiales con domiciliaria: el vicealmirante (R) Juan José Lombardo, los contraalmirantes (R) Juan Carlos Malugani (padece mal de Alzheimer) y Roberto Luis Pertusio, los capitanes de navío (R) Mario José Fórbice, Rafael Alberto Guiñazú y Justo Alberto Ortiz, quien alquila cabañas en Merlo, San Luis.
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