Desde Londres
En medio del estancamiento económico, con peligro de recesión en el horizonte, el primer ministro británico, David Cameron, lanzó una ofensiva política con entrevistas centradas en la conflictiva relación del Reino Unido con la Unión Europea (UE). El primer ministro prometió un referendo sobre la relación con la UE, pero se negó a decir si la pregunta que se haría incluiría la posibilidad de abandonar la UE. Cameron le aseguró al ultraconservador Sunday Telegraph: “Entiendo muy bien las preocupaciones de los lectores, nosotros no estamos contentos con la relación actual con Europa, queremos un cambio”.
Cameron no quiso anticipar el contenido exacto del cambio que propondrá en un discurso muy esperado este mes sobre la relación con la UE; pero con el ojo puesto en un público más amplio que los naturalmente euroescépticos lectores del dominical, el primer ministro le explicó a la BBC que el Reino Unido tenía derecho a pedir una nueva relación. “Hay una gran transformación en marcha por la existencia del euro. La Eurozona tiene que cambiar para que la moneda común funcione. Tienen que integrarse más, con lo cual están cambiando la naturaleza de la organización a la que pertenecemos”, dijo Cameron.
Guardándose los ases debajo de la manga, el primer ministro anticipó que estaba dispuesto a apostar fuerte. “No sólo tenemos derecho a pedir el cambio sino que tenemos el poder necesario para exigirlo porque ellos mismos tienen que cambiar”, señaló. Sacando el barniz político y diplomático de sus palabras, la advertencia es clara: si no le permiten al Reino Unido cambiar su relación con la UE, el Reino Unido no le permitirá a la UE hacer los cambios que precisa para que funcione el euro. Estos cambios requerirán un nuevo tratado que debe ser aprobado por todos los miembros, condición que le da al Reino Unido y a cualquier otro país el poder de veto.
Este discurso duro, que suele caer muy bien entre los conservadores, tuvo límites. El primer ministro dejó en claro que el futuro del Reino Unido estaba en el interior de la UE, con la que realiza la mitad de sus intercambios comerciales, y no por fuera, como le está exigiendo el ala más euroescéptica de su partido. “Si dejamos la Unión Europea, no tendremos voz ni voto en este mercado clave para nuestros productos”, dijo Cameron.
Este 1º de enero se cumplieron 40 años del ingreso del Reino Unido a la entonces Comunidad Económica Europea y en la última encuesta al respecto, una mayoría de los británicos opinaba que el Reino Unido tenía que separarse de la UE. Cameron suma a este aparentemente instintivo e insular euroescepticismo nacional el reto del Partido por la Independencia del Reino Unido, el decididamente antieuropeísta UKIP, que en un sondeo dado a conocer este domingo alcanzó un histórico apoyo del 16 por ciento del electorado.
El crecimiento del UKIP ha dado alas a los euroescépticos conservadores que están impulsando un referendo sobre la pertenencia británica a la UE. Los euroescépticos promueven una relación con la UE similar a la de Suiza, que mantiene una relativa autonomía en relación con las regulaciones europeas, pero forma parte del mercado común. El primer ministro prometió que le ofrecería al electorado una “opción muy clara”, pero indicó que no revelaría hasta su discurso este mes si esta elección sería entre ser o no ser parte de la UE. “Lo que les puedo asegurar es que en la próxima elección el Partido Conservador será el que ofrezca una opción real respecto de nuestra relación con Europa”, dijo Cameron.
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