Los debates actuales en torno de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual parecen tener puesta su mira en lo que suceda con el Grupo Clarín a partir del 7 de diciembre. Pero no todo pasa por ahí; a muchos nos preocupa qué sucederá con las nuevas voces que se prometieron y a las que se les reservó un 33 por ciento del espectro, pero hoy encuentran dificultades para ocuparlo.
Se trata del sector más postergado y débil de la comunicación, el de los medios alternativos, comunitarios y populares que, tras treinta años de persecuciones y decomisos, se encuentran en clara desventaja respecto de los medios comerciales. Por eso queremos abordar el tema de la sustentabilidad, no para traer una receta, sino para abrir el tema y buscar respuestas. La sustentabilidad tiene que ser leída como un problema y no como un requisito a priori por la autoridad de aplicación, convirtiéndola en prohibitiva a la hora de otorgar una licencia.
Sin embargo, vemos que muchas de las intervenciones recientes se aferran a la idea de “lo sustentable” como exigencia, asegurando que la ley de medios abre a “los chicos” la posibilidad de “jugar en cancha grande”. No se explica qué significa este supuesto y se da por sentado que abandonar el potrero no es nada más que una decisión de los colectivos de comunicación popular. Así se cristalizan las prácticas y se las lee como si carecieran de restricciones, como si no estuvieran insertas en un tiempo y en una sociedad dados, ni cruzadas por profundas desigualdades sociales.
En su artículo “Arte de equilibristas. La sostenibilidad de los medios de comunicación comunitaria”, Alfonso Gumucio Dagrón se detiene en este punto: “Los evaluadores tradicionales –explica–, acostumbrados a medir la comunicación con calculadoras, tienen dificultades para entender que la sostenibilidad de los medios comunitarios se rige por otros valores. Necesitamos menos contadores y más sociólogos para evaluar los medios alternativos, participativos y ciudadanos. La dinámica de la comunicación comunitaria no puede medirse solamente en cifras y mercados, sino a través de una comprensión de los fenómenos de la sociedad que giran alrededor del derecho que tienen los más pobres a la expresión y al libre acceso a la información”.
Para el comunicador boliviano no existe una sola fórmula para resolver la cuestión de la sustentabilidad. Y destaca que, si bien lo más importante es la apropiación del medio por parte de la comunidad, son pocas las experiencias que han sobrevivido a lo largo de los años sin apoyo externo. Iglesias, subsidios estatales, cooperación internacional aparecen como vías de financiamiento centrales en un recuento de prácticas a escala mundial.
Un ejemplo en positivo es el caso de las radios mineras bolivianas. Nacidas al calor de la nacionalización de las minas de estaño y cobre en Bolivia, se apoyaron en sindicatos fuertes levantando sus medios y trabajadores conscientes, donando parte de su salario para el sostenimiento. Pero esta experiencia, si bien orienta muchas de las nuevas prácticas, en el contexto actual –capitalismo neoliberal mediante– se acerca más a un punto de llegada que a uno de partida.
Más cerca están las radios y televisoras comunitarias venezolanas, que tienen el apoyo del Estado bolivariano a través de una Dirección Especial que las promueve en el marco del Ministerio de Comunicación e Información. Este estatuto facilita la migración tecnológica y favorece la devolución de los medios hacia la sociedad.
Para nosotros, el tema es pensar las condiciones en las que se encuentran los medios en manos de los sectores populares y, sobre todo, si la apropiación es equivalente a lograr financiamiento. Por eso el Estado debe garantizar el 33 por ciento, como sostiene el Espacio Abierto de Televisoras Alternativas, Populares y Comunitarias, a través de un plan de fomento que ayude en el tránsito hacia la tecnología digital, tomando precauciones para que esto no limite la autonomía de los medios.
Finalmente invitamos a debatir y profundizar algunos caminos posibles: 1) Políticas públicas de fomento y apoyo, garantía de la diversidad y pluralidad. 2) Aire real. ¿Cómo apoyar económicamente un medio que no se ve o se ve mal? 3) Ley de publicidad oficial que atienda a los comunitarios (tomando por ejemplo lo mejor de la ley de Registro de Medios Barriales de CABA y ampliando el porcentaje destinado a los mismos y con controles para evitar discrecionalidades). 4) Mayor apoyo de las organizaciones populares. 5) Gestión colaborativa desde los medios para tomar en conjunto el problema buscando romper con la fragmentación.
* Docentes UBA y miembros de medios populares.
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