En tiempos que parecen caracterizarse por diversas amenazas, desde la inseguridad hasta la pandemia, que parecen empujar hacia el aislamiento y la desconexión, la conexión virtual se convierte en un recurso. En una época no muy lejana, los chicos se quejaban de estar aburridos, ahora estar frente a una pantalla parece haber resuelto, al menos en parte, el problema: encuentran juegos y amigos. Y es verdad que la tecnología ha aportado una magnífica forma de entretenimiento, mediante la cual es posible desarrollar la imaginación y la coordinación sensoriomotriz a través de los distintos juegos. Los medios tecnológicos son instrumentos de comunicación, aprendizaje o entretenimiento, aunque pueden desvirtuarse cuando el recurrir a una sobreestimulación se convierte en una forma de tapar conflictos.
La facilidad con la que los niños entran en consonancia con el lenguaje cibernético, la independencia que logran en su manejo y que contrasta con su inferioridad en otras áreas en las que deben pedir permanente asistencia, el gusto por los juegos y la comunicación a través de la computadora, generan en los adultos admiración, pero también recelo y dudas. Si bien el niño debe ser protegido, también es cierto que el placer que despiertan los videojuegos o las conexiones a través de Internet puede recibir el ataque que recae sobre el placer en general, que siempre es pasible de despertar sospechas.
En nombre de la cultura, o por justificaciones personales que responden a razones o sin razones se puede censurar una actividad que despierta en el adulto conflictos internos y hasta envidias. El entusiasmo y el regocijo ante la posibilidad de ganar o perder en un juego, la intensa red social que se teje a través de mensajes, fotos y consignas diversas, parecen dejar excluido al que queda como mero espectador de algo, fascinante y desconocido, que transcurre en el espacio que se crea entre ese niño y la pantalla. La prohibición del uso de la computadora puede transformarse, sin quererlo conscientemente, en extorsión, en el modo en que el adulto expresa su poder para “volver a tomar las riendas”.
* Miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA). Autora del libro El sujeto escondido en la realidad virtual.
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