Hace pocos meses escribí un artículo en este mismo diario que decía “el hambre no tiene tácticas moderadas. El hambre tiene hambre”. No tiene tiempo de espera. No debe jugarse como carta política. Hace poco, el Gobierno, en voz de su Presidenta, señaló que la pobreza bajaba progresivamente y hoy estaba en un 20 por ciento. Vamos mejor.
La pobreza y la indigencia en este maravilloso país alcanza a 10 millones de personas que no cubren sus necesidades básicas. Subdesarrollo de los recursos humanos, de un tercio de la población. Nunca hubo tanta diferencia entre los más ricos y los más pobres. Tenemos 50 mil millones de dólares guardados. La macroeconomía es un triunfo festejado en el Gobierno. Pero recién ahora, en un juego político admirable, aparece la pobreza en carne viva. Hasta hace poco era la inseguridad. Blumberg fracasó con todas sus tácticas fascistas del Manhattan Institute.
No dejé de escuchar dos o tres horas por día los iguales discursos repetitivos de ambas partes del conflicto. Nunca tuvieron tanta prensa. Apareció de golpe una imagen conmovedora. Era en José León Suárez, en un magnífico basural donde se arrojan los residuos. Habría mil personas sumergidas en la basura, niños, adultos, algunos eligiendo y otros comiendo ávidamente de los restos que la otra clase social arrojaba a la basura. El periodista dijo que el olor fétido era insoportable. Pero todos comían. Devoraban los restos –los escombros– de comida. De nadie. No parecían infelices. Hubo un señor que dijo: “En este país es mentira que hay hambre. Todos podemos comer. Es cuestión de rebusque”. El periodista le preguntó si tenía hijos y él respondió: “Tengo cinco, pero no los hago venir acá. Conseguir la comida es una responsabilidad de padre. Hoy conseguí chocolate, creo que es inglés, y unas buenas porciones de carne”.
El periodista se alejaba de la nauseabundez, de lo agónico de una realidad que ninguna fantasía podía superar. Lo que hacía más maravilloso lo macabro de la situación era el conformismo. Ninguno protesta. Ese hambre tiene hambre. Carece de sentido de protesta e indignación. Tres generaciones han transmitido para un sector de la población que esa manera de comer es natural. La indigencia se ha interiorizado como obvia.
El mundo es así. “Los únicos privilegiados son los niños.” Son los que han interiorizado que la vida es así. Y hasta van contentos al basural como esos dos niños que se disputaban dos trozos de pollo, riendo y saltando entre la comida fétida.
Hace tres meses decía Pasquini Durán que “los niños que ya no van al colegio y los jóvenes sin trabajo que deambulan por las calles no deben quedar expuestos a los inescrupulosos que sólo pueden ofrecerles el cóctel del delito, explotación y hasta muerte, hay doce veces más de pobres que aguardan la oportunidad de una vida nueva. Esta es una causa grande”.
Los niños pobres (sus padres también) ya han perdido capital simbólico. Ya no saben dónde están ni quiénes son. Mucho menos el lugar que les tocó ocupar en la sociedad. Perón, en sus comienzos, estableció desde Trabajo y Previsión el “Estatuto del Peón Rural del Campo”. Dignificó a los descamisados –como Morales con los indígenas–, les dio humanidad y Evita trabajó por la niñez toda su vida, desde su comienzo político. De abajo para arriba.
Hace pocos días, PáginaI12 sacó un artículo del obispo de Humahuaca donde decía: “¿Y la pobreza para cuándo? Hay gente que se está muriendo por falta de medicamentos, de insumos, de médicos y de atención en nuestros hospitales y puestos de salud, carentes de todo lo imprescindible”.
“Esta situación no es sólo nuestra sino de otras zonas del país, porque hay un desamparo sanitario evidente en gran parte del interior.” “No se enojen, señores gobernantes, la pobreza extrema sigue vigente y sigue cobrándose víctimas diarias, sigue golpeando a millones de argentinos.”
Le preguntaría al ex presidente si el obispo forma parte de algún golpe militar en devenir o es simplemente un argentino que sufre la indigencia y la muerte de cerca de sus compatriotas.
Porque dentro de las nuevas tácticas es hacer creer que el que disiente con él es un golpista.
Yo no estoy con el agro, pero tampoco con el oportunismo político. Y para mí la preocupación por la pobreza es un golpe político admirable. Pero, ¿por qué, señor ex presidente, nunca habló antes sobre la pobreza e indigencia en nuestro país? ¿Por qué ahora? No somos golpistas. Simplemente no somos tontos. Ni sometidos a nadie por más que grite fuerte. Muy fuerte.
Nosotros, a los que nos vinieron a buscar y destrozaron nuestras casas y nos pudimos escapar, somos muy fuertes. Fuertísimos, señor ex presidente.
Al Gobierno lo van a ayudar mejor quienes lo combaten de buena fe y no los seguidores sometidos, que son gran mayoría vergonzante y silenciosa.
Dice el periodista Mauro Federico (desde Tucumán): “Las estadísticas de mortalidad infantil en la provincia de Tucumán son manipuladas”. Los números que marcan que la variable se redujo a la mitad no concuerdan con la realidad. El procedimiento es simple y sólo depende del trazo de una birome, hay cientos de bebés cuyo peso es inferior a los 500 gramos, que habiendo nacido vivos son registrados como defunciones fetales o “egresos por aborto” y por lo tanto no forman parte de la estadística.
En 2004, los jefes de guardia reunieron a todos los identificadores y comunicaron que a partir de ese momento se debían registrar como nacido muerto (subrayado mío) a todo bebé que pesara menos de 500 gramos (aunque estuvieran vivos). La orden era no practicarle ninguna atención médica. Se los deposita en una bandeja de instrumental hasta que muere. María Margarita Rosa, jefa de Departamento de Estadísticas, lo convalida.
Teníamos el holocausto en casa y no lo sabíamos. Teníamos a Mengele y no nos percatamos. Dejar morir tirados sobre un mármol es un crimen. ¿O no?
¿Qué opina el gobierno nacional?
Se debió hacer una investigación de esas denuncias, pero se prefirió negar la realidad y separar de sus cargos a las personas que alertaban sobre las irregularidades.
¿Tucumán y Jujuy quedan en la Argentina?
Espero que el dinero de las retenciones sea utilizable para casos como éstos. Quiero creerlo. Debo creerlo. Aunque la verdad es que no lo creo. Hay demasiados compromisos por fuera de la pobreza. El tiempo dirá. ¿O no?
* Dramaturgo y psicoanalista.
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