Radio abierta, charla debate, fútbol, chocolate, medialunas y una gran porción de memoria. Ese fue ayer el menú del comedor La Misión, en Villa Cartón, para recordar la más cara y exitosa operación de acción psicológica de la última dictadura militar y rendir homenaje a los desaparecidos durante el mes que duró el mundial de fútbol de 1978. Hoy varios ex miembros de aquella selección volverán a River (ver aparte).
La jornada se tituló “A 30 años del Mundial ’78. Un gol por la memoria”, y fue organizada por militantes de Generación por la Emancipación Nacional (GEN), que de la mano del Grupo Oriente dan apoyo escolar, asesoramiento jurídico y talleres de periodismo a las 250 familias que habitan Villa Cartón, en un extremo del parque Roca, en Villa Soldati.
La Misión incluye una biblioteca modesta y cajas de leche en polvo apiladas sobre un tablón. Las paredes son tan delgadas que los golpes de la pelota parecen mazasos. Un afiche contra la pared recuerda el logo del mundial con algunos cambios. Junto a la pelota hay un Falcon. Las rayas celestes se transforman en rojo hasta convertirse en gotas de sangre.
Graciela Daleo, sobreviviente de la ESMA, está en segunda fila pero también en la imagen que se proyecta. “Ellos gritaban ‘ganamos’, nosotros pensábamos ‘perdemos’”, relata en el video. Las quince madres de piel curtida que cada día preparan mil raciones de comida para los pibes miran sin pestañear. Raúl Cubas cuenta que lo mandaron a cubrir una conferencia de prensa de Menotti. “Pensé en decirle ‘estoy secuestrado, haga algo’, pero no me animé.” Videla arenga al plantel como si fuera su tropa. Estela Carlotto cuenta que su familia gritó los goles. Fin del video. Aplausos. Ricardo Dios presenta al panel: el escritor y abogado Pablo Llonto, Aurora Zuco, de Madres de Plaza de Mayo-Línea Fundadora, y Agustín Cetrángelo, de HIJOS y también de GEN.
“Formé parte de la juventud que salió a festejar, que pensó que la patria era la pelota y la pelota la patria, que creyó en los medios cuando predicaban ‘algo habrán hecho’ y la ‘campaña antinacional’”, confiesa ante un centenar de personas Llonto, periodista deportivo, querellante contra represores y autor de La vergüenza de todos, esa sensación inevitable de los argentinos de más de cincuenta que combinan memoria con capacidad de autocrítica. “¿Qué se repite hoy? Ante todo el rol de los medios de comunicación. Ocultaban e inventaban, y siguen en las mismas manos”, explica. “Construyan sus propios medios”, les propone a los pibes. Luego pide “disculpas públicas a quienes entonces luchaban”. Daleo le agradece.
Agustín, 30 años, recuerda que su viejo, “El Ruso” Sergio Cetrángelo, fue a ver un partido. “Qué loco ¿no? Porque él luchaba. ¡Estaba clandestino! Tal vez necesitaba meter la cabeza en el freezer”, piensa en voz alta. “En una carta contó que le planteó a la conducción la necesidad de meter la cabeza en el freezer. Lo bajaron al último rango. También luchaba por la alegría, otra forma de resistencia”, enseña. “Nuestras banderas son las mismas. No las vamos a bajar hasta que no haya pobres”, concluye.
“La mitad de la sociedad es infame. No creo que no supieran. Las monjas dejaron de saludarme”, recuerda Aurora Zuco, pañuelo y “abuela de Carlos Pisoni” como carta de presentación. “Hoy recordaba el desabastecimiento contra Perón. Antes decían ‘la pe de Evita’, ahora lo mismo, usan un manual”, reniega. “La lucha la van a seguir ustedes, el pueblo digno, trabajador, no esos infames con sartencitas. Podrían donarlas”, sonríe. La charla termina. Cada pibe levanta una vela con el nombre de un caído. Gritan su nombre y todos responden “¡Presente!”. Arranca el baile.
Mabel, coordinadora del comedor, vuelve al presente. “No podemos enchufar las estufas. Los cables se recalientan. Ya se nos quemó una casa. No tenemos cloacas ni agua corriente. Hay un montón de chicos con neumonía y una salita sin médico. Y el micro va a dejar de pasar porque Desarrollo Social no les pega. Macri nos quiere tirar al Riachuelo”, resume. Luego le da la razón a Llonto. “Ese Chiche vino con las cámaras sólo para decir que teníamos DirecTV, un canalla”, explica. El periodista, que no había dado nombres, saca un ejemplar de Gente y le muestra a Gelblung en Europa denunciando la “campaña antiargentina”.
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